Iñárritu y DiCaprio: rodaje infernal
El director y la estrella relatan los avatares de su primera película juntos, ‘El renacido'
ROCÍO AYUSO Santa Mónica 28 AGO 2015 - 23:40 CEST
Nunca dos seres tan diferentes se parecieron tanto. Leonardo DiCaprio, el playboy de Hollywood, y Alejandro González Iñárritu, El Negro —como llaman a este indómito mexicano—, parecen en este instante hermanos de diferente madre nacidos a ambos lados de la frontera que se han reencontrado en los estudios Lantana de posproducción, en Santa Mónica (California), para mostrar a EL PAÍS las primeras imágenes de El renacido (The Revenant) su última película. “Una pequeña prueba del universo que presenta este filme”, describe el realizador de unas imágenes incesantes, crudas, mágicas, sangrientas, poéticas que se sienten muy cercanas y, sobre todo, muy frías.
“Ya lamento destrozarte así la mañana”, añade con falso arrepentimiento al acabar la proyección de los diferentes clips de la que ya muchos están seguros será la nueva apuesta al Oscar del ganador del pasado año con Birdman —a los cines llegará en enero— y la que otros consideran la peor experiencia de sus carreras. Para estos hermanos de armas es su lazo de unión. “No negaré que el rodaje fue largo y físicamente muy duro, pero El renacido es la experiencia más vasta y profunda de mi vida”, afirma el realizador mexicano.
La película está inspirada en la biografía de Hugh Glass, un trampero del siglo XIX que sobrevivió al ataque de un oso pese a ser dado por muerto, abandonado por sus compañeros y enterrado en la nieve en medio de la nada. Una odisea similar a la que vivieron El Negro y su equipo hace casi un año cuando comenzaron un rodaje que les llevó a las montañas nevadas de Calgary (Canadá) para filmar en continuidad y haciendo uso único de luz natural. “¿Y qué me dices de esta barba durante año y medio? ¡Hoy me ha dado por fin el OK para que me afeite!”, bromea DiCaprio acerca de su propia odisea mientras él e Iñárritu dan caladas, alternativamente, a sus cigarrillos electrónicos. Hermanos hasta en el modelo de vaporizador de nicotina.
“Sabíamos que nos estábamos embarcando en una aventura que nos pondría a prueba y así fue. Hubo momentos en los que el tiempo era tan duro que no teníamos ningún control. El clima nos dio por culo. Nada que ver con trabajar en un estudio, eso te lo puedo asegurar. Sin embargo, es precisamente de eso de lo que nos habló Alejandro. Porque esta no es una historia de supervivencia o de venganza. Es la lucha interior de un hombre por encontrar su deseo de seguir viviendo una vez que lo ha perdido todo”, explica una de las grandes estrellas de Hollywood.
Es la misma explicación que da Iñárritu cuando explica su interés por una historia que ni los propios estadounidenses conocen: “No es un western porque el oeste ni existía. Ni tan siquiera buscaban oro. Estamos en 1823, un momento en el que convive en el territorio estadounidense una complicada amalgama de españoles, mexicanos que acaban de independizarse e indios, y donde las pieles son la moneda de cambio”.
Amante de los retos
Su interés es más cercano de lo que todo lo anterior pudiera parecer, porque también es —como señala el director— el comienzo de una América que se quiere establecer como potencia comercial y donde el capitalismo como lo conocemos hoy en día se empieza a implantar en una sociedad que consume más de lo que necesita y donde la mayoría trabaja como esclavos incluso sin serlo. “Es un momento de injusticia”, agrega, antes de apostillar: “Un momento que sigue siendo relevante porque sorprendentemente no hemos mejorado tanto”.
De Calgary a la Patagonia
La mueca sarcástica se ve incluso a contraluz. En medio de esta conversación sobre El renacido, Leonardo DiCaprio no puede evitar hacer un inciso para hablar del cambio climático. “Este año es el más caluroso de la historia, y julio, el mes más cálido del que existe registro. Estamos lidiando con un cambio climático tres veces más rápido de lo que ningún científico anticipó”, asegura el activista en un momento de seriedad. Lejos de ser un disco rallado, el actor lo ha vivido en sus carnes en el rodaje de este western. Leonardo DiCaprio sabe bien de lo que habla. “Rodábamos un día y al día siguiente estaba todo derretido”, recuerda. “Eso también le pasó a Quentin Tarantino. El hielo se está derritiendo”, dice en tono de alarma.
El clima fue, en efecto, uno de los problemas del rodaje de El renacido su mayor hándicap, hasta tal punto que Iñárritu tuvo que marcharse con todo su equipo, unas 300 personas, al otro lado del mundo, al fin del mundo como quien dice, para acabar la película.
De las montañas canadienses de Calgary a la Patagonia argentina. Porque en la punta del hemisferio Sur es el único lugar donde han podido encontrar nieves similares a la de Calgary. Esa y no otra es la razón de que el rodaje no haya concluido hasta este mismo mes de agosto. “Así es como te das cuenta de la realidad. De los microcosmos que se destruyen con solo un grado de diferencia. Un grado es la diferencia entre el agua y el hielo”, explica detenidamente González Iñárritu, ahora también un activista en defensa de ese medio ambiente que le fue tan esquivo.
Hablando un buen rato con Alejandro González Iñárritu se puede comprobar con facilidad que es un amante de los retos. De la odisea, como él la llama. Hasta dónde llega el ser humano con tal de sobrevivir. O hasta dónde puede llegar un cineasta en Hollywood. “Pues piensa en un híbrido entre John Ford y Tarkovsky”, bromea de nuevo Leonardo DiCaprio para hacer rabiar a su nuevo hermano. “Me gusta el género aunque me gusta romper las reglas”, le concede el director con picardía ahora que ha domado sus greñas con unos mechones teñidos de rubio.
“Deseo tener la mente abierta y jugar con los géneros, con las reglas”, agrega. Por eso quiso filmar en plano secuencia, un tabú en cualquier rodaje. Y estuvo de acuerdo con su otro hermano de armas, el director de fotografía Emmanuel Chivo Lubezki, a la hora de rodar con luz natural. “¿Cómo iba a utilizar luz artificial en estos parajes? Estaba decidido a aplicar lo que aprendí con Birdman, una fluidez que busqué haciendo pocas tomas a la hora correcta. Fue como una función teatral siempre al filo del fracaso”.
Las primeras imágenes de El renacido parecen lo más alejado al fracaso, aunque también llegan rodeadas de las quejas de aquellos que se quedaron atrás en una producción que de 84,4 millones de euros pasó, según dicen, a un presupuesto de 120. Los que dejaron este infierno por su pie o los despedidos. Historias que hablan de hipotermia y sacrificios innecesarios y que han hecho que Iñárritu salga de su cueva de montaje, donde no le gusta ser distraído, para defenderse.
Y no hay mejor defensa que sus imágenes y la presencia de DiCaprio. “Los ensayos con Alejandro fueron increíblemente detallados y siempre muy precisos sobre lo que quería. Pero esa es la esencia de su cine, capaz de crear algo táctil y casi siempre real, una realidad donde el espectador es como una mosca que está ahí, en medio de la acción, de la naturaleza, capaz de crear un épico de grandes proporciones que a la vez es extremadamente intimista”, resume el actor estadounidense.
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