París
Michel Tournier
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El escritor Michel Tournier ha fallecido este lunes a los 91 años
en Choisel, en la periferia sur de París, donde vivía retirado en un antiguo
presbiterio desde hacía más de dos décadas. Figura semiolvidada en la
literatura contemporánea, Tournier encarnó en un tiempo no muy lejano al gran
escritor por antonomasia de las letras de su país. Hasta no hace muchos años,
los cursos de francés para extranjeros en la Sorbona empezaban con un dictado
de un texto de Marguerite Duras, seguido de otro de Tournier, como un rito de
entrada a la gran literatura de la última mitad de siglo. Hombre de mirada fría
y lengua punzante, hijo de germanistas y alumno mediocre a lo largo de su
estricta educación en instituciones católicas, Tournier estudió Filosofía en la
gran universidad parisina, antes de dedicarse a la traducción de textos no
literarios. Llegó a la novela de forma tardía. No debutó en la ficción hasta
1967, cuando publicó Viernes o los limbos del Pacífico a los 42 años. El éxito
fue inmediato. No tardó en revalidarlo con su segunda novela, El Rey de los
Alisos,que vendió cuatro millones de ejemplares y ganó en 1970 el Premio
Goncourt, del que luego sería jurado hasta 2010.
Mitos masculinos
Gran admirador de Flaubert, de Sartre —a quien consideraba “un padre
espiritual”— y de la tradición alemana, dedicó gran parte de su trayectoria a
reinterpretar grandes mitos masculinos, desde Moisés hasta Robinson Crusoe y
Barba Azul, con un estilo solemne y culto, pero salpicado de ironía grotesca.
Su obra fue breve: solo nueve novelas, además de seis antologías de narrativa
breve y dos decenas de ensayos. Crecido en la periferia burguesa de París,
regresó a la capital francesa tras estudiar en Tübingen. Intimó entonces con el
círculo intelectual formado por el filósofo Gilles Deleuze o el músico Pierre
Boulez. Y, más tarde, con el fotógrafo Lucien Clergue, con el que creó los
Encuentros Fotográficos de Arlés en 1968, primer festival consagrado a esta
disciplina artística. Tournier fue un eterno candidato al Nobel, pero se vio
perjudicado por las polémicas en las que se enzarzó desde los primeros ochenta.
Presencia habitual en los medios, afirmó en una explosiva entrevista en
Newsweek en 1989 que “los abortistas [eran] los hijos y nietos de los monstruos
de Auschwitz”. La polémica se renovó cuando comparó el Holocausto con la
Inmaculada Concepción. “Negarlos se ha convertido en una blasfemia”, dijo en
1996. “Francia es un montón de mierda de vaca y los hombres políticos, se
llamen Rocard, Giscard o Mitterrand, son solo moscas que circulan sobre su
costra. Nunca van al interior para saber qué sucede allí”, sostuvo otra vez.
Llevaba años debilitado y aborreciendo el estado en el que le había dejado la
vejez. “No me voy a suicidar, pero ya he vivido demasiado. Sufro por la vejez,
porque no puedo hacer nada y ya no viajo. Me aburro”, aseguró en una de sus
últimas entrevistas, en 2010.
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