martes, 17 de septiembre de 2013

Sofi Oksanen / Una retratista del terror político

 




La escritora finlandesa Sofi Oksanen.CARLOS ROSILLO

Sofi Oksanen

Una retratista del terror político

La escritora Sofi Oksanen triunfa con su novela ‘Cuando las palomas cayeron del cielo’, sobre la huella de tiranías y conflictos bélicos en el norte de Europa

WINSTON MANRIQUE SABOGAL
Madrid - 16 OCT 2013 - 06:54 COT

Ella, Sofi Oksanen, sabe de las esquirlas del olvido, la crueldad y la asfixia del sueño de libertad.

Detrás de esa mujer que hace girar cabezas a su paso por la Gran Vía de Madrid, por su aspecto neogótico-rasta glamuroso, está una reconocida escritora y dramaturga finoestonia de 35 años, una exploradora de las trágicas huellas que las diferentes tiranías que han asolado Estonia durante siglos han dejado en su población. Sobre todo las de la larga sombra de la antigua Unión Soviética y el nazismo.

“No sé si todo eso cambió el corazón de una persona, pero sí cambió el corazón de la sociedad”.

Esa misma mujer, que cualquiera confunde con una estrella del rock primero, y luego con una modelo al ver sus dotes envidiables frente a los flases del fotógrafo, es una investigadora o espía de la historia reciente de Estonia y Finlandia y, de paso, de la catastrófica Europa del siglo XX.

“Si la I Guerra Mundial dio la libertad a los países nórdicos, la segunda los puso a prueba, porque formaron parte de la conflagración, pero fue como si no estuvieran. El mundo no se preocupó mucho por ellos, por lo que pasaba allí durante la guerra, ni después con los soviéticos en el caso de Estonia. Allí llegaron los nazis y luego los soviéticos, así que la gente debió sobrevivir y adaptarse velozmente a diferentes invasores”.

En los dos primeros libros buscaba revelar esos destinos humanos no contados de los vencidos, lo que se había quedado fuera de la historia. Ahora me adentro en esa versión oficial

El rastro de esa mentalidad emocional y política lo relata la escritora fino-estonia, primero en Las vacas de Stalin y Baby Jane. Después, en Purga, una obra de teatro que convirtió en una novela reconocida como la mejor de Europa en 2010, de la que ha vendido más de un millón de ejemplares; y ahora lo hace con Cuando las palomas cayeron del cielo (ambas editadas por Salamandra), ganadora del Premio Nórdico 2013, y que ella misma adaptará al teatro.

“En los dos primeros libros buscaba revelar esos destinos humanos no contados de los vencidos, lo que se había quedado fuera de la historia. Ahora me adentro en esa versión oficial. De cómo se hizo la guerra allí, según los documentos y pruebas. He deconstruido lo que se ha dicho, he deconstruido la voz oficial”.

Un ejercicio de desenmascaramiento que la ha llevado a usar un tono más seco, más distante, para que la narración resultara más eficaz y su efecto lo notara el lector. Que impactara en él a través del vocabulario, modos y lenguaje de la época que puede ser envolvente justo por su aparente frialdad. Aunque hay varias voces narradoras, Cuando las palomas cayeron del cielo tiene cuatro protagonistas: los primos Roland y Edgar, por un lado, y Rosalie y Judith, por el otro.

“Edgar es un personaje poco físico, distinto a los otros, y tal vez su voz impregne toda la novela porque él representa la rigurosidad de un sistema; la capacidad de algunas personas a adaptarse a las circunstancias, aunque atenten contra lo que creen es su verdadera personalidad”.

El tema de la libertad se ha convertido en Estonia más en un mito. No saben de lo que hablan cuando piden la libertad, el concepto es diferente en cada país o región. Allí es como si un niño quisiera nacer y no sabe qué va a hacer con su vida

Edgar surge de un personaje real, y de él esta novela. Se llamaba Edgar Mees. Fue espía de cinco servicios secretos de inteligencia. Era un hombre fascinado por los personajes famosos de la época, y como quería ser uno de ellos, construyó una vida artificial en la que él era aviador. Ahí están sus fotos vestido de piloto junto a aviones, la impostura llevada casi al extremo. La reconstrucción de su verdadera biografía. Él quería crear su propia historia oficial. Edgar representa no solo la impostura y la manipulación, sino también el don camaleónico de algunas personas y la misteriosa dualidad del individuo que se cree sus propias mentiras y cuyo transcurrir por la vida puede ser hasta cierto grado impune.

“No sé si todos los seres humanos mostramos verdaderamente cómo somos en los conflictos, o si tenemos una personalidad para cada situación… Mmm… Lo cierto es que hay algunos que se van con la corriente dominante. No sé si el corazón de una persona cambia tan drásticamente, pero sí sé que cambia el de una sociedad. Y el de Estonia cambió. Ahora el núcleo de su identidad es la añoranza por la libertad tras siglos de pasar de mano en mano”.

Lo más difícil para Oksanen en el proceso de investigación fue entender los códigos de los servicios secretos. Tratar de entender el organigrama, la jerarquización. Y, claro, entrar en los recovecos del alma humana de la gente que buscaba sobrevivir y de quienes falseaban su propia vida.

“En la URSS era normal tener una doble identidad, desarrollaban esa faceta. Pero en tu casa eras tú. Parte de eso ahora se refleja en Estonia en el lenguaje, en las maneras distintas de hablar, de las metáforas. Aún hoy no han sabido hallar la respuesta de qué es la libertad. De que se requiere responsabilidad para desarrollarla, pero ignoran esa parte. El tema de la libertad se ha convertido más en un mito. No saben de lo que hablan cuando piden la libertad, el concepto es diferente en cada país o región. Allí es como si un niño quisiera nacer y no sabe qué va a hacer con su vida”.

Sofi Oksanen sabe de eso porque su madre es estonia y su padre finlandés. Ha recreado un mundo en miniatura atrapado entre la lucha y el sueño de una libertad desconocida, en el que de fondo suena una guerra que llega en taimada contundencia de botas proclamando la salvación mientras inocula los estragos políticos, sociales y personales donde se libran las principales batallas cuyas secuelas parecen no tener fin


EL PAÍS 



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