¿Qué libros te influyeron más cuando eras pequeño?
De algún modo me resulta difícil responder a esta pregunta porque lo que más influye sobre mi obra probablemente son las cosas que más doy por supuestas. Algo tan simple como el haber tenido a mi disposición pintura y lápices puede que haya sido más importante que cualquier libro (mi padre era arquitecto y a mi madre le gustaba pintar personajes de Disney gigantes en las paredes de nuestro dormitorio). Por lo general, tuve una infancia muy feliz llena de imágenes e historias.
Mi madre nos leía en voz alta a mi hermano y a mí cuando éramos pequeños, y no se limitaba a un tipo de libros concreto. Mi familia no era especialmente «literaria», por lo que leíamos cualquier cosa que pudiéramos tener a mano siempre que hubiera una historia sin que nos orientaran o censuraran demasiado (lo mismo que con la televisión y el cine). Una de las historias que nos leyó mamá y que realmente perdura entre mis recuerdos fue Rebelión en la granja de George Orwell, supongo que pensó que se trataba de un libro para niños. Ninguno de nosotros supo ver la sátira sobre la política soviética, pero todos pensamos que era una historia fantástica, y el hecho de que no tuviera un final feliz fue algo que me sorprendió, me inquietó y, según recuerdo, ¡me dejó muy satisfecho! Aún pienso mucho en Rebelión en la granja como un punto de referencia tanto para mis textos como mis ilustraciones: es un libro simple, absurdo y veraz. Además consigue una cierta universalidad más allá de cualquier referencia satírica concreta, con comentarios sobre la naturaleza humana en todas partes, como se demuestra en el hecho de que lo disfrutara tanto cuando era pequeño. Mirando hacia atrás, uno de mis primeros álbumes ilustrados, Los conejos, tiene un cierto aire orwelliano, probablemente como resultado de esa influencia tan temprana.
Por lo que respecta a álbumes ilustrados, había un libro de poemas de terror llamado The Headless Horseman Rides Tonight con textos de Jack Prelutsky y escalofriantes ilustraciones en tinta y pluma de Arnold Lobel. Aún recuerdo las imágenes con bastante viveza, he tomado prestado el libro de la biblioteca muchas veces. Me atraía cualquier cosa que tuviera que ver con monstruos, el espacio exterior o los robots. El primer libro que compré, con los ahorros de toda mi vida a la edad de siete años, fue un libro ilustrado sobre dinosaurios. No me cansaba nunca de ojearlo, copiar los dibujos y memorizar los nombres de todos los dinosaurios.
Visualmente, me influyeron más el cine y la televisión. Las primeras películas de La guerra de las galaxias, por sus diseños más que por la historia, y ciertas películas de fantasía como The Dark Crystal (con la que me obsesioné cuando tenía unos diez años). También miraba a menudo Dr Who, Star Trek y series de ese tipo, aunque nunca llegué a ser un gran seguidor. Me interesaba mucho más La dimensión desconocida, una vez más, porque era fantasía enmarcada en el «mundo real» con una estructura parecida a la de las fábulas, en mi opinión. Uno de los motivos por los que hago álbumes ilustrados es que siguen interesándome sobre todo las historias filosóficas breves: los álbumes ilustrados son perfectos para ese tipo de cosas.
Así pues, creo que todas esas cosas influyeron en mí, ésas y muchas más. Algunas son conscientes, pero lo más probable es que haya otras que no: simplemente notas que una ilustración o una historia «funciona» porque parece buena, y esa sensación surge de una mezcla de experiencia vital de primera mano y de los modelos de narración e imaginación que proporcionan los libros, la televisión, el cine y otras fuentes como la cultura, el arte y la lengua. No suelo discriminar entre «arte mayor» y «cultura popular», simplemente es algo que resulta interesante y memorable.
¿CÓMO TE CONVERTISTE EN ARTISTA?
De pequeño, siempre me interesó el dibujo, aunque eso es algo que creo que es propio de casi todos los niños y niñas. La única diferencia es que yo no dejé de hacerlo. El impulso que me llevó a escribir historias y a crear imágenes es esencialmente el mismo que me lleva a hacerlo como adulto, aunque ahora puedo aportar mucha más experiencia a la tarea y ser más crítico acerca del proceso.
Mis padres siempre nos animaron con entusiasmo a mi hermano y a mí fueran cuales fueran nuestros intereses cuando éramos niños. Por eso, del mismo modo que mi hermano estaba obsesionado con recoger piedras desde que tenía seis años (y ahora es geólogo), yo siempre quise ser artista. A medida que crecía, también me gustaba escribir poemas e historias, que a veces ilustraba, y de vez en cuando pintaba y esculpía.
Yo heredé ese interés y he trabajado desde entonces en varios textos ilustrados experimentales en mayor o menor medida. No es que haya ganado mucho dinero con ellos, no obstante, por lo que también he tenido que trabajar regularmente en otros proyectos por encargo, especialmente portadas para novelas, para ganarme la vida. Más recientemente, he empezado a trabajar en otros ámbitos además de la ilustración editorial, entre ellos el teatro y la animación, y he pasado bastante tiempo escribiendo y pintando para mí mismo.
Probablemente sería justo decir que para la mayoría de artistas resulta difícil hallar una sola descripción definitiva de su trabajo, ya que surgen muchas oportunidades inesperadas en un trabajo creativo como éste. Me doy cuenta de que constantemente aprendo, entro en contacto con nuevas maneras de pensar y nuevas técnicas que me permiten resolver diferentes problemas artísticos y eso consigue que la profesión no deje de parecerme un reto, que no pierda interés.
¿CÓMO DEFINIRÍAS LA PALABRA «ILUSTRACIÓN»?
De hecho, no me acaba de gustar la palabra «ilustración». Sugiere algo derivado, una elaboración visual de una idea gobernada por un texto. En el discurso de las «bellas artes» a menudo puede encontrarse el término utilizado con un sentido despectivo, casi como una oposición al dibujo serio o a la pintura, como cuando se dice que algo es «mera ilustración». Es decir, algo esclavo, o sin contenido propio, algo que sólo puede ser descriptivo.
¿CUÁNDO Y POR QUÉ UTILIZAS EL HUMOR EN TUS LIBROS?
El humor también es una forma excelente de llegar tanto a un público infantil como adulto, ya que puede funcionar a varios niveles (siempre pienso en Los Simpsons como un gran ejemplo de esto, aunque hay muchos otros, especialmente sátiras). Algo anecdótico puede llegar a ser realmente «serio» en la medida que pone a prueba nuestro conocimiento del mundo, abre nuevas ventanas en nuestros cerebros y rompe con la pasividad de nuestro nivel de comprensión normal, especialmente cuando se introduce un elemento absurdo en un contexto que nos es familiar. Es una especie de indagación intelectual que me parece muy divertida y tentadora.
El otro aspecto que me gusta del humor es que no es tan didáctico. Lo que hace que algo sea divertido o que valga la pena es que lo descubrimos por nuestros propios medios, en lugar de que nos lo cuenten directamente. De un modo parecido, también puede evitar que una historia o una pintura parezcan demasiado pretenciosas, y a veces puede permitir que ciertas ideas profundas sean transmitidas con sencillez.
¿CÓMO CREAS UN ÁLBUM ILUSTRADO?
La mayoría de mis libros ilustrados me han supuesto más o menos un año de trabajo (aunque en el caso de Emigrantes tardé cuatro o cinco años). La mayoría de ese tiempo no es necesariamente productivo de un modo visible, ero eso es algo que ocurre con muchos proyectos creativos, en mi opinión. Implica pasar mucho tiempo pensando mientras haces otras cosas (lavando los platos, por ejemplo) y jugar con muchas ideas que puede que funcionen y también puede que no, tomar muchas notas y llenar muchas libretas de esbozos.
¿EMPIEZAS POR LAS PALABRAS O POR LAS IMÁGENES?
En eso soy muy variable, ya que no existe una manera «correcta» de conseguir que surja una historia o un conjunto de imágenes. Por lo general, tiendo a empezar con una o dos imágenes que bien podrían ser esbozos o vagas imágenes mentales, pero que seguramente tendrán poco o ningún sentido: un pez flotando por una calle, un chico alimentando a un monstruo en un cobertizo o un búfalo de agua señalando algo. A continuación juego mucho con las palabras para intentar «decir» algo sobre lo que ocurre, y al mismo tiempo intento mantener el misterio.
Escribo muchas frases inconexas y las mezclo con dibujos minúsculos, todo eso puede ocupar muchas páginas de una libreta de esbozos, aunque soy consciente de que tendré que desecharlo casi todo más adelante. A menudo acabo escribiendo y dibujando mucho material y luego tengo que reducirlo otra vez hasta encontrar las imágenes y palabras esenciales. Sigo construyendo a partir de éstas y vuelvo a reducir. De algún modo es como modelar y tallar, sólo que utilizo las ideas como materia prima.
¿QUÉ PROCESO SIGUES HASTA QUE LA ILUSTRACIÓN ESTÁ ACABADA?
Voy esbozando hasta que doy con una línea bastante limpia en papel que luego pueda trazar sobre otro soporte (normalmente papel de acuarela de gramaje medio, estirado e imprimado con pintura acrílica) con grafito o papel de calco blanco. La mayoría de mis ilustraciones no son muy grandes porque deben entrar en un escáner para ser reproducidas, lo que exige un tamaño entre el A2 y el A1. Creo que es mejor trabajar a una escala parecida a la que verá el lector final para que los detalles no acaben siendo demasiado pequeños (la mayoría de las veces se reproduce una reducción de la ilustración).
Normalmente pinto de oscuro a claro, por lo que trazo líneas blancas sobre una fondo gris o marrón oscuro. También hago un pequeño esbozo de la imagen a color, muy rápido, con pintura acrílica y pasteles sobre una fotocopia o un dibujo preliminar. A veces hago dos con diferentes combinaciones de colores. Para empezar doy unas cuantas pinceladas rápidas con acrílicos muy diluidos, y continuo el proceso editorial de los esbozos cuando cambio de opinión (de ahí el uso de medios opacos, ya que permiten cubrir los «errores»). Luego pinto sobre esas capas con pintura al óleo, cuyos colores tienen una riqueza algo superior, y además seca más lentamente, algo que personalmente prefiero porque soy un pintor más bien lento.
También utilizo otros medios, como por ejemplo el grattage, los pasteles, lápices de color, gouache, acuarela, tinta y pluma, linóleo o bien hago composiciones (con objetos encontrados), todo ello aplicado sobre papel, lienzo y madera. También suelo utilizar el collage porque permite que elementos inesperados se introduzcan en una imagen para crear una textura interesante, tanto a nivel de superficie física como de ideas. Últimamente he estado experimentando con la combinación de técnicas tradicionales con los nuevos medios digitales. Cada técnica sirve para expresar determinadas ideas y efectos, y eso es lo que influye en mi elección junto a los varios experimentos que a menudo incluyen la técnica mixta.
¿PARTICIPAS MUCHO EN EL DISEÑO DE TUS LIBROS?
Intento aportar tanto como puedo al diseño de mis libros, hasta el punto de haber rotulado a mano libros como El árbol rojo y La cosa perdida. Considero que la tipografía y la maquetación forman parte de la ilustración en muchos casos, y están tan abiertas a las posibilidades de la composición y el estilo como lo está la pintura. Las palabras pueden moverse, curvarse, romperse en pedazos, darse la vuelta y cortarse por lugares distintos. Esto realmente puede cambiar el significado de una palabra o de una imagen considerablemente hasta el punto de sugerir ciertas ideas.
¿QUÉ ARTISTAS HAN INFLUIDO EN TU OBRA?
Soy bastante omnívoro en lo que respecta a influencias, y me gusta admitirlo abiertamente. Los lectores de La cosa perdida a menudo reconocen mis parodias de cuadros famosos de artistas como Edward Hopper y Jeffrey Smart, o ligeras referencias al artista medieval Hieronymus Bosch y a los surrealistas españoles. Podría nombrar a centenares de ilustradores, escritores, dibujantes de cómics, fotógrafos, cineastas y artistas (tanto históricos como contemporáneos) que han influido sobre mí en virtud del hecho que me interesa su obra, pero mi criterio cambia de vez en cuando. También tendría que incluir, con el mismo nivel de importancia, influencias aparentemente banales como calles de barrios residenciales, formaciones nubosas, conversaciones, la manera cómo la pintura se desliza por un lienzo o se mezclan los colores, o la disposición de unos objetos sobre una mesa o un paisaje: básicamente todo un reino más abstracto de inspiración que tiene sus raíces en encuentros cotidianos y accidentes de percepción. Y siempre hay algo por descubrir, incluso entre las cosas de siempre que ves cada día, el material no se acaba. Tan sólo tienes que aplicar tu imaginación y mirar las cosas desde un ángulo nuevo.
¿QUÉ CONSEJO LE DARÍAS A ALGUIEN QUE ASPIRE A DEDICARSE A LA ILUSTRACIÓN?
Debes disfrutar con lo que haces, hasta el punto que sea un placer ir más allá de la llamada del deber e intentar siempre que sea posible crear algo que supere lo meramente «suficiente». También es importante demostrar que eres de fiar y que es fácil trabajar contigo, como en cualquier otro trabajo: ésa es la razón principal por la que los clientes te siguen dando trabajo. El trabajo casi siempre me llega porque otra persona me ha recomendado, y muchos de los trabajos que hice por poco dinero mientras era estudiante demostraron ser una valiosa inversión en ese sentido.
La comunicación es muy importante aunque tengas que pasar tanto tiempo trabajando solo, y tienes que ser capaz de hablar sobre todo lo que haces de forma clara y explicativa, de manera que los otros puedan comprender tus ideas, especialmente cuando no son inmediatamente visibles. Al mismo tiempo debes estar abierto a discusiones y a comprometerte, pero sin perder tu integridad artística. Creo que en la mayoría de los casos estos son conceptos razonablemente compatibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario