viernes, 8 de noviembre de 2013

Jorge Berástegui / La escritura inteligente de Zadie Smith

Zadie Smith

La escritura inteligente de Zadie Smith


Jorge Berástegui

EL HUFFINGTON POST
 08/11/2013 07:44
La primera vez que oí hablar de Zadie Smith fue en un autobús de Alcalá de Henares a Madrid. Una amiga se estaba leyendo su primera novela, Dientes Blancos (Salamandra, 2001) y me dijo: "Esto es un novelón de esos que enganchan y cuentan cosas". Cuando lo tuve entre mis manos no tardé ni una semana en terminarlo.
El éxito de Dientes Blancos estuvo a punto de tragarse a Zadie Smith. La intentaron convertir en la heredera de los autores más reconocidos de la ficción multicultural británica, Salman Rushdie y Hanif Kureishi. Y todo, porque hablaba del choque cultural en el Londres multirracial del cambio de siglo. Era el icono perfecto: guapa, joven, inteligente, con gafas de pasta, en la Gran Bretaña todavía optimista del primer Tony Blair, que aún no se había metido en guerras impopulares como la de Irak y parecía el paladín de una modernidad llena de colores para la que Zadie Smith era un símbolo ideal.
Su segunda novela, El Cazador de Autógrafos (Salamandra, 2003), flaqueó, igual que flaqueó Zadie Smith, que durante un tiempo fue reacia a los medios y se dedicó a huir de las etiquetas y los calificativos que intentaban endosarle. Smith se fue entonces a los EEUU a enseñar en la Universidad de Harvard, a mezclarse con profesores, poetas, escritores y filósofos americanos. Y de ahí surgió Sobre la Belleza (Salamandra, 2006), una novela más potente y consciente, llena de reflexiones sobre los límites políticos y filosóficos del pensamiento posmoderno, tan aficionado a teorizar pero tan torpe a veces para lidiar con los sentimientos profundos y las esencias humanas.
Y el año pasado volvió con NW, que se publica ahora en español y que ha sido finalista de varios premios prestigiosos del mundo anglosajón. NW (Salamandra, 2013) es una historia de barrio, el de Zadie Smith, en la zona obrera y multirracial del noroeste de Londres. Pero también es una historia de personajes, entre ellos Leah y Natalie, dos amigas íntimas que se siguen viendo pero que cada vez se reconocen menos, separadas por vidas diferentes y sepultadas por los mitos rotos en mitad de la treintena. Es una historia de expectativas que casi nunca se cumplen. Y es una historia de sexo: el apasionado y contundente que nos hace elegir a alguien para acompañarnos la vida, el tranquilizador que nos aleja de aventuras destructivas que nos silban insinuantes desde el otro lado de la calle. O el que parece patético y turbio a partes iguales pero nos rescata de una vida que creíamos desear y sólo nos ha narcotizado. Los personajes de esta novela están perdidos. Y cuando lo aceptan, se entienden más. Entre ellos y a sí mismos. 

Zadie Smith tiene mirada filosófica y literaria y entiende como nadie la vulnerabilidad de nuestra generación, la suya, nacida entre los setenta y ochenta. Sabe que las palabras grandes como Amor, Política, Izquierda o Derecha son casi siempre problemáticas. Pero no por eso hay que vivir la vida como en un páramo desolador, o enroscados en un hedonismo destructivo. Sus personajes anhelan agarrarse, como todos, a algo con lo que sentir plenamente.
Smith también es una crítica de calidad. El año pasado estuvo escribiendo artículos sobre distintos novelistas para la revista Harper's. Si alguien quiere saber algo más sobre esta faceta, puede leer su libro de ensayos Cambiar de Idea (Salamandra, 2011). Allí habla sobre política, literatura y cine. Y también hay un ensayo excepcional que le dedica a la muerte de su padre: el final me dejó mirando al techo media hora.


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