domingo, 10 de noviembre de 2013

José Watanabe / Tres poemas

José Watanabe
TRES POEMAS

Cuestión de fe

¿Cómo sería la luz de la madrugada
en que Abraham, el hombre de la cerrada fe,
subió al monte Moriah
llevando de la mano a su unigénito Isaac?

Tiene que haber sido una luz hondamente azul
como la de este amanecer: en aquel azul
Abraham imaginaba
la vibrante sangre de su hijo en el cuchillo.

                  La sangre vibra más en el azul.
Lo sé porque mi piel, de tan sola ahora,
segrega sangre en la palma de mi mano:
                          el primer milagro de mi día, o castigo,
por haber querido subir la cuesta de la montaña
con una muchacha (más hija que esposa).

Ella, al primer sol, huyó asustada,
                              me negó
su joven cuerpo para el sacrificio
y yo no pude demostrarle
                           mi fe neurótica a Dios.


El anónimo
Desde la cornisa de la montaña
dejo caer suavemente una piedra hacia el precipicio,
una acción ociosa
de cualquiera que se detiene a descansar en este lugar.
                      Mientras la piedra cae libre y limpia en el aire
siento confusamente que la piedra no cae
sino que baja convocada por la tierra, llamada
por un poder invisible e inevitable.

Mi boca quiere nombrar ese poder, hace aspavientos, balbucea
                      y no pronuncia nada.
La revelación, el principio,
fue como un pez huidizo que afloró y volvió a sus abismos
y todavía es innombrable.

Yo me contento con haberlo entrevisto.
No tuve el lenguaje y esa falta no me desconsuela.
Algún día otro hombre, subido en esta montaña
                                                   o en otra,
dirá más, y con precisión.
Ese hombre, sin saberlo, estará cumpliendo conmigo.


El maestro de kung fu
Un cuerpo viejo pero trabajado para la pelea
madruga y danza
frente a los arenales de Barranco.
Se mueve como dibujando
una rúbrica antigua, con esa gracia, y
sin embargo, está hiriendo, buscando el punto
de muerte
de su enemigo, el aire no, un invisible
de mil años.
Su enemigo ataca con movimientos de animales
agresivos
y el maestro los replica
en su carne: tigre, águila o serpiente van sucediéndose
en la infinita coreografía
de evitamientos y desplantes.
Ninguno vence nunca, ni él ni él,
y mañana volverán a enfrentarse.
-Usted ha supuesto que yo creo a mi adversario
cuando danzo- me dice el maestro.
Y niega, muy chino, y sólo dice: él me hace danzar a mí.


José Watanabe
Poeta y dramaturgo peruano. 1946 - 2007.

Hijo de un inmigrante japonés y una campesina de la sierra peruana, recibió la enseñanza básica en su pueblo natal, trasladándose luego a Lima donde inició estudios de Arquitectura. Después de algunos semestres interrumpió la carrera para dedicarse a la literatura.

Por su primer libro, Álbum de familia, de 1971, recibió el premio Poeta joven del Perú. Su segunda obra, El huso de la palabra, sólo apareció en 1989 y lo consagró como autor clave en la poesía peruana contemporánea. Cosas del cuerpo, 1999; El guardián del hielo2000, Premio Lezama Lima de Casa de las Américas; Elogio del refrenamiento, 2003; La piedra alada, 2005, y Banderas detrás de la niebla, 2006.

¡Dulcejueves!


Dulce Jueves es un envío de Esteban Carlos Mejía.



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José Watanabe / Acerca de la libertad
José Watanabe / El fósil
José Watanabe / Sala de disección
José Watanabe / La piedra alada


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