Haruki Murakami |
NOBEL BLUES
Cuando Murakami despertó, el Nobel de Literatura seguía sin estar allí
Las casas de apuestas sitúan un año más al superventas japonés como aspirante al premio que se concede este jueves. ¿Se cumplirá esta vez el sueño?
El escritor peruano Iván Thays lo resumió a la perfección el año pasado: "El Nobel no es para 'hipsters". Porque ya hemos perdido la cuenta de las veces que Haruki Murakami, 'bestsellero' galáctico con legiones de seguidores, y selectos detractores, perseguidor de triángulos amorosos imposibles, y de gatos, se ha quedado en el banquillo sin jugar ese jueves de la primera semana de octubre en que se falla el premio Nobel de Literatura. Todos los años, la casa de apuestas británica Ladbrokes lo sitúa entre los primeros aspirantes, los 'groupies' contienen la respiración, sus enemigos razonan que se trata de la única semana del año en que se permite el lujo de sentirse escritor de verdad…y luego nunca pasa nada.
En este momento, el autor de 'Tokio Blues' se paga 6 a 1 en la segunda posición de Ladbrokes. A la primera se aúpa otra habitual paseante en cortes en las cábalas del Nobel bastante más humilde, la periodista biolorrusa Svetlana Alexijevich (5/1). Su obra más conocida, 'Voces de Chernóbil' (Debolsillo, 2015) es un hipnótico reportaje de largo aliento sobre los pueblos arrasados en la peor catástrofe nuclear de la historia. El tercero en el podio es otro de esos desconocidos de 'provincias' que gustan a los académicos suecos: el keniata Ngugi Wa Thiong'o(7/1). Hasta ahora no contaba con traducciones al castellano pero los avispados de Penguin Random House anuncian la inminente publicación en el sello Debolsillo de su novela 'El brujo del cuervo' y del ensayo 'Descolonizar la mente'. Llegarán a librerías... adivinen: el mismo 8 de octubre en que la Academia sueca anuncia el galardón. La historia de Wa Thiong'o es cruel. En 2004, a su regreso a Kenia tras 22 años de exilio, fue atacado junto a su esposa por cuatro tipos con machetes. A ella la violaron delante de él. A él le quemaron la cara.
Philip Roth |
Roth o la injusticia que no cesa
Y a partir de la cuarta posición -Philip Roth- empieza la bueno, la deuda pendiente, la injusticia que no cesa. Hace más de 20 años que un estadounidense no abre el baile de honor el 10 de diciembre en Estocolmo ante la atenta mirada de la familia real sueca. La última fue la afroamericana Toni Morrison en 1993. La mejor literatura del mundo apelotona inmejorables postulantes (DeLillo, Pynchon, ¿Bob Dylan?) mientras lánguidos escritores franceses (Modiano el año pasado) se saltan la cola sin contemplaciones. Son todos muy mayores, no les queda mucho tiempo y, si uno de ellos lo recibe, ningún otro lo tendrá. Roth queda ya más allá del bien y del mal así que tanto da que se lo den o no. Incluso tal vez sería contraproducente premiarlo a estas alturas pues mejoraría injustamente la media de las últimas temporadas. La quinta de la lista es la también norteamericana e hiperprolífica Joyce Carol Oates. Escribe casi tanto como César Vidal pero con la calidad de Virginia Woolf. Lo último llega este mes a España de la mano de Alfaguara: 'Mágico, sombrío, impenetrable'.
La lista de apuestas de Ladbrokes continúa: el novelista británico John Banville, el dramaturgo noruego Jon Fosse, el poeta sirio Adonis (con muchas cartas este año por obvias razones geoestratégicas), el también lírico coreano Ko Un, el escritor austríaco Peter Handke y el israelí Amos Oz, que este mes publica en España su última novela: 'Judas'. El primer escritor en castellano, el sorprendente argentino César Aira, lo encontramos en el piso 14. Los primeros españoles, Eduardo Mendoza y Enrique Vila-Matas, por encima de la planta 30. Desengáñense: el Nobel de Vargas Llosa está demasiado reciente. Y esto no es Francia.
Remordimientos de un dinamitero
En cualquier caso, si el Nobel de Literatura vuelve a defraudarles, consuélense recordando que, asolado por los remordimientos, el dinamitero Alfred Nobel introdujo una peculiaridad envenenada en su mítico testamento de 1895. Los Nobel de Física, Química, Medicina y Paz (el de Economía no lo es exactamente) señalarían a quienes ofrecieran “el mayor servicio a la humanidad". Pero solo el de Literatura especificaba que también debía premiarse a quien escribiera lo mejor “en sentido ideal”. Las interpretaciones sobre lo que significaba ese “ideal” en Literatura para el señor Nobel han condicionado las deliberaciones.
Entre 1901 y 1919, la Academia entendió la exigencia de un premio de Literatura “ideal” en el sentido conservador y clasicista del XIX. Así, una institución reaccionaria y miope entrega los primeros Nobel de Literatura a Prodhomme, Sienkiewicz, Kipling o Echegaray. Ni Ibsen, ni Zola, ni Tolstoi. Más tarde esquivaría también a Proust, Kafka, Joyce, Nabokov y Borges. Tela. Cuando el apolillado dramaturgo Echegaray se alzó con el premio en 1904, el 98 y la vanguardia se levantaron en armas contra él. Hoy nadie le recuerda.
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