miércoles, 24 de abril de 2024

Triunfo Arciniegas / Alma mía

 


Triunfo Arciniegas

ALMA MÍA

Vender el alma al diablo ya no es rentable. Con tanta oferta, el tipo aprovecha y no ofrece sino miserias. Así que pensé en sólo empeñarla para resolver una emergencia, en una de las numerosas casas del centro de la ciudad dedicadas a estos asuntos, y me encontré hasta con uno que quería negociar a su propia madre.

-Usted no vuelve -le dijeron-. La vieja se nos muere y tenemos que correr con los gastos del entierro.

Por el alma me dieron cualquier cosa. Del ahogado, el sombrero. Pero cuando fui a reclamarla un mes después, gracias a los pesos que heredé de una tía lejana, me salieron con el cuento de que la habían refundido. “Pase a ver si la encuentra”, dijeron estos irresponsables. Las casas de empeño tienen peor fama que los políticos. O los curas. Después de probarme un montón de almas en una especie de galpón de gallinas, terminé llevándome una muy pequeñita y bastante desgastada, con unas nostalgias que no entiendo, una suspiradera por los paisajes y las mujeres flacas y unos ataques de generosidad que me tienen a punto de vender un riñón. 

De la herencia de la tía no queda ni el rastro. Esa alma se tiró todo. Me salió despilfarradora. Este mes ya vendí sangre. Me dicen que los ojos andan cotizados. El alma hasta me hizo comprarle globos a unos ciegos en un parque y extender mi suéter más bonito en un charco para que a una flaca toda vanidosa no se le mancharan las zapatillas. Qué gestos tan ridículos. 

Yo no era así. Yo era de carnes, de curvas, de piernas y no de huesos, de zarpazos y no de ceremonias, de mucha parranda y poca meditación. Yo era más de perseguir locas y perdidas que de asuntos serios. 

No he vuelto al ruedo de las vanidades por pereza, pero qué dirán a mis espaldas. No van a reconocerme si alguna vez regreso. Parezco recién casado, cerrado a los placeres del mundo. Me veo otra cara en el espejo. Estoy ahí, pero muy al fondo, amarrado, con las manos atrás y los pies enterrados en cemento, viendo pasar los peces.

Tan pequeña y tan desgastada de recorrer caminos, con esa pinta de yo no fui, esta cosita me tiene madrugando a recoger mangos para los desamparados y trapeando hospitales de caridad hasta medianoche. ¿A dónde iremos a parar? Y, entre otras cosas, ¿cuánto dará el diablo por un alma así? Por supuesto, ya me da pena aparecer a negociar por allá. El diablo me exigirá que sea serio. “Caballero, esa cosita ni para pulirme los cachos”, me dirá entre carcajadas, y razón le asiste. 

He consultado los periódicos y he seguido los noticieros. La tendencia es a la baja. Temo que me van a enterrar con esta porquería.


Triunfo Arciniegas

Bogotá, 23 de abril de 2023

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