martes, 16 de abril de 2024

Ismaíl Kadaré / No es papel de la literatura explicar la política

ISMAIL KADARÉ
"NO ES PAPEL DE LA LITERATURA
EXPLICAR LA POLÍTICA"
Por Carlos Fuentes
El camino que lleva al domicilio de Ismail Kadaré podría ser una metáfora de su vida. Un trazado sinuoso, casi escondido en el costado izquierdo de Durres, el gran puerto mediterráneo por el que durante los años 90 numerosos albaneses buscaron una vía de escape clandestino del último país comunista de Europa. En esta casa rodeada de pinos pasa el veterano escritor los meses de verano acompañado de su familia, aumentada en los últimos tiempos por el retorno de su hija y de su cuñado, y de un nieto que no parará de revolotear durante la entrevista, desde Estados Unidos. No obstante, ni la distracción familiar ni los rigores del verano albanés impiden que el oficio literario siga adelante. Kadaré escribe cada mañana, cinco horas al día, con un horario inquebrantable, mientras espera el regreso anual a París, donde reside durante el invierno desde que hace veinte años solicitó asilo político y consiguió abandonar el feudo del dictador Henver Hoxha. El férreo estalinista que usurpó el poder democrático durante cuatro décadas y que, he aquí otra paradoja, era natural de Gjirokastra, la ciudad bastión del interior del país en la que el nuevo Premio Príncipe de Asturias de las Letras nació hace 73 años, el 28 de enero de 1936.
Las dictaduras y la literatura auténtica son incompatibles”, afirmó entonces el autor de novelas como El palacio de los sueños, Abril quebrado, El cortejo nupcial helado en la nieve o Los tambores de la lluvia. Un escritor genuino, Ismail Kadaré, dotado de un ojo de francotirador y responsable de una sólida obra narrativa. Traducidas a más de cuarenta idiomas, sus novelas, ensayos y poemas retratan como pocas han logrado después las pesadillas y los anhelos de los habitantes del último medio siglo en el corazón geográfico de Europa.
Heredero de una tradición narrativa que hunde sus raíces en la Grecia clásica, en Homero, Shakespeare, Cervantes o Chéjov, así como en la literatura de entreguerras en los países balcánicos, con Ivo Andric, Danilo Kis y Milovan Djilas en el friso de los recuerdos, Kadaré fue testigo infantil de los rigores de la violencia fratricida en la península balcánica. Sobrevivió en una ciudad rural que ha visto pasar invasiones italianas, griegas y alemanas nazis. Luego, ya en la capital albanesa, cursó estudios de Historia y Filología en la Universidad de Tirana y se especializó en Literatura internacional durante una breve estancia académica en el Instituto Gorki de Moscú en 1960. Desde la capital soviética regresó a la fuerza cuando la URSS y Albania rompieron relaciones al año siguiente. Empezaba el más crudo invierno albanés. La noche.
De vuelta a Tirana, Ismail Kadaré trabajó en el periódico albanés en lengua francesa Les Lettres y comenzó a publicar sus primeros trabajos poéticos. Su primera novela, El general del ejército muerto, escrita durante su estancia en Moscú, vio la luz en 1963. En la década de los 70, el escritor ocupó un escaño parlamentario como diputado en la Asamblea del Pueblo y se salvó de purgas estalinistas gracias a su incipiente prestigio literario en el extranjero, sobre todo en Francia, y por la amistad personal que mantenía con el hijo escritor del que fue primer ayudante del dictador Hoxha. Desde entonces, la sombra alargada de la colaboración con el sistema comunista le ha granjeado algunas críticas dentro y fuera de Albania. Ganador del Premio Booker Internacional en el 2005 y finalista en 1992 del prestigioso galardón Grinzane Cavour por La ciudad de piedra, Kadaré es miembro asociado foráneo de la Academia de las Ciencias Morales y Políticas de París, de la Academia de las Artes de Berlín y doctor honoris causa por la South East European University de la República de Macedonia.
Reconocido con la Legión de Honor Francesa y candidato frecuente al premio Nobel de Literatura, el próximo viernes recibirá en Oviedo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, otorgado en reconocimiento a su papel de representante de “la cima de la literatura albanesa que, sin olvidar sus raíces, ha traspasado fronteras para alzarse como una voz universal contra el totalitarismo”. Historias balcánicas que han sido traducidas al castellano por el vallisoletano Ramón Sánchez Lizarralde, que en 1993 ganó el Premio Nacional de Traducción por la novela de Kadaré El concierto. “Es un autor que asume y reutiliza la tradición homérica, la épica medieval”, explica su traductor. Kadaré, abunda el jurado del Príncipe de Asturias presidido por Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española, “narra con lenguaje cotidiano, pero lleno de lirismo, la tragedia de su tierra, campo de continuas batallas. Dando vida a los viejos mitos con palabras nuevas, expresa toda la pesadumbre y la carga dramática de la conciencia. Su compromiso hunde las raíces en la gran tradición literaria del mundo helénico, que proyecta en el escenario contemporáneo como denuncia de cualquier forma de totalitarismo y en defensa de la razón”.
¿Se siente reconocido en Albania y, en general, en los países balcánicos?
Me siento honrado por este Premio Príncipe de Asturias, aunque no sea un galardón muy conocido por el público general. Pero la élite intelectual y literaria sí que lo conoce y aprecia lo que significa su reconocimiento”.
¿Y Kadaré es bien conocido en Albania o es una especie de Quijote albanés?
Conozco a Don Quijote, no hay un solo escritor en el mundo que no conozca al Quijote y a Shakespeare. Pero a ningún escritor se le puede comparar con Don Quijote. Ni tampoco con Sancho Panza”.
¿Qué papel pueden jugar ahora los escritores? Hace treinta o cuarenta años, la labor de un escritor era importante en el plano político. ¿Ahora?
El papel de la literatura no ha cambiado en esencia. Hay que seguir creando aunque en mi caso hayan salido unas obras algo delirantes. Pero todo lo que puedo aportar a mi país es a través de mi obra literaria. Literatura y nada más. Si he desempeñado un papel en otros terrenos es a través de la literatura”.
Pero los creadores también juegan un papel importante a la hora de moldear las actitudes de una persona, de un pueblo. ¿Qué puede hacer un escritor?
No se puede inventar un papel nuevo, no acepto este punto de vista. Creo que existe una especie de malentendido porque si hay una cosa que es global es la literatura. Es la literatura la que ha ayudado a globalizar el conocimiento. Porque la literatura siempre fue global. En naciones distintas, pero cada pueblo que crea una literatura crea para el resto de los pueblos, no sólo para sí mismo. Y no hablo de la literatura pequeña, de la literatura mediocre, sino de la gran literatura”.
Sus libros no son autobiográficos, pero sí están basados en experiencias personales. ¿Cuánto pesa en el escritor su memoria personal y colectiva?
Es la misma verdad para todo el mundo, porque yo no tengo una verdad específica. Y con la literatura ocurre igual, las leyes de la literatura son iguales para todos. No existe nada específico en mi caso”.
¿Qué papel juega el pesimismo en un escritor?
No creo que el pesimismo juegue un papel especial en la tarea de un escritor. El pesimismo forma parte de la naturaleza humana, forma parte de cada uno. Es una dimensión eterna de la humanidad. Es el papel que desempeña la naturaleza en el hombre, como el odio o el amor”.
¿Y no es el pesimismo una buena fuente de inspiración para escribir?
No, no lo creo. La gran literatura está por encima de todo esto, del pesimismo y del optimismo. No conoce optimismo o pesimismo, le son indiferentes. Es la pequeña literatura la que se ocupa de esto y de otras obsesiones del ser humano”.
Pregunté hace años a un famoso cantautor español si es necesario que exista un dictador para que trascienda socialmente la canción de autor. Y para escribir, ¿es mejor sentir una presión política o social encima?
Es un planteamiento muy inocente pensar que un escritor necesita un dictador o tenga que estar bajo presión para ser más lúcido en su labor. Se puede tener una primera impresión de que es necesaria esa constricción, una pérdida de libertad para ser más lúcido, pero en el fondo no es así. Porque, al fin y al cabo, una prisión real o una prisión imaginaria es igual para la literatura. La prisión en la visión global del mundo existe en todos los regímenes porque la tradición de la libertad es algo muy reciente, muy nuevo, en nuestras sociedades. Siempre he pensado que los escritores son capaces de sacar tesoros literarios ya sean felices o infelices. Una situación u otra son muy parecidas. Porque un escritor desgraciado no vale más que un escritor feliz. Las dos situaciones se parecen”.
Camino de esta casa, su editor, Bujar Hudhri, me contaba que su hijo de veinte años le preguntó hace poco quién fue Enver Hoxha. ¿Quién fue Enver Hoxha y cómo era la vida bajo su régimen dictatorial?
Esto no es un problema para la literatura. ¿Por qué los españoles necesitan saber esto para conocer de la dictadura albanesa a través de su literatura? El asunto legítimo es cómo puede percibirse esa situación. No creo que el papel de la literatura sea explicar cómo era un régimen, ya fuera un sistema político dictatorial o liberal. Es algo de cuarto orden que no es muy importante. Como ocurre aquí, en Albania, y en cualquier país del mundo no es normal no saber lo que era la dictadura de Franco. No estoy de acuerdo con esa idea que está tan expandida ahora de que las nuevas generaciones no saben lo que era el comunismo o el fascismo. Depende de que generación se trate. Si hablamos de imbéciles está claro que lo ignoran, pero las personas normales saben quiénes fueron Calígula, César o Nerón. Es igual con la dictadura comunista. La gente juega con esto, parece que nadie entiende quién fue Stalin. Y no es verdad, no es posible admitirlo. Si usted pertenece a una comunidad internacional global, usted está obligado a conocer esto porque es la historia de la humanidad. Es una situación muy triste, así que yo procuro no hablar con gente que no sabe nada. ¿Qué no entiende, qué no sabe? La gente no debe decir que es inocente, que no sabe nada”.
¿Fue una buena solución aceptar la declaración de independencia de Kosovo?
Sin duda. Porque la situación de Kosovo era anormal, absurda. Era la única colonia que quedaba en el continente europeo. Y Europa ha equilibrado lo que estaba desequilibrado”.
He pasado unos días paseando por las calles de Tirana, donde ahora hay oficinas de empresas mixtas entre albaneses y serbios, antes enemigos. ¿Cuál es el futuro de la región, del sur de los Balcanes? Porque la política protagoniza primero los conflictos y luego la economía hace negocios…
No creo que haya relaciones importantes entre los países balcánicos. Serbia piensa que es un gran país, pero la realidad es que es un país pequeño, pobre también, sin importancia. Todos los países balcánicos tienen más o menos la misma magnitud, la misma potencia política y económica, y la misma tradición. Hubo una tragedia en los Balcanes y ahora se ha transmitido una idea falsa porque todos los países son similares. No se puede transmitir desde aquí una idea de grandeza respecto a otros países porque Grecia, Albania, Serbia o Bulgaria tienen más o menos la misma potencia. Hay un equilibro establecido durante muchos siglos que no se puede describir de una manera sencilla”.
¿Es que se han olvidado ya los días de guerra y muerte?
Aquí hubo un conflicto bélico que empezó entre albaneses y serbios, entre serbios y croatas, entre serbios y bosniacos… y Kosovo era la última etapa. No era una guerra tribal ni una guerra religiosa, en absoluto. Los serbios querían decir que era una guerra religiosa pensando que habría gente que iba a apoyar su causa por ser cristianos, al igual que otros apoyarían a los musulmanes. En Albania no se hizo nada con la religión porque se entendió que era una guerra por la libertad. Era sólo un viejo eslogan para esconder que no era un conflicto simétrico. Por un lado había dictadura, Serbia hubo dos estados que se hicieron la guerra. Y en Kosovo no fue igual, no era el mismo marco. A veces se dice que en Kosovo se entremataron, pero no es cierto. Como no se puede defender que en la II Guerra Mundial los alemanes y los judíos se mataron entre ellos. Es una manera de falsificar las cosas, una forma imperdonable de presentar las cosas y dar una visión de la historia totalmente errónea. Ahora existe una cierta propaganda para que se revise la actuación de Europa y de Estados Unidos. No se dice de manera abierta, pero se insinúa que la intervención de la Unión Europea y de Estados Unidos fue un error. Pero yo no lo veo así. Hubiera sido un error si en la ley moral de Europa se hubiera aceptado de nuevo el racismo y que los pueblos no tienen derecho a determinar su destino. Si Europa castigó a Yugoslavia por las masacres fue porque Europa no podía renunciar a esto y volver hacia atrás. Sería muy triste”.
Quizá se castigó a Serbia para evitar males mayores. Quizá porque Europa no se olvida de los Balcanes. Aquí comenzó el siglo XX con el asesinato de Francisco Fernando en Sarajevo y ha terminado con la independencia de Kosovo…
Es justo lo que ha sido la historia de Europa, pero vista de una manera algo poética, romántica, porque la I Guerra Mundial hubiera tenido lugar sin aquel asesinato de 1914 en Sarajevo. Seguro que hubieran encontrado otro pretexto. Es un tema complicado porque existe una contradicción fundamental: por una lado existe una cultura liberal y otra que es conservadora. Es una contradicción esencial que no sé cómo terminará. Cada uno utiliza a Europa contra el otro”.
¿Qué puede aportar Turquía a Europa, y viceversa?
No lo sé. Hay que analizar el mundo de los Balcanes respecto a Turquía. Los turcos reclaman que el término ‘ocupación otomana’ sea sustituido por el de ‘presencia otomana’, pero yo no estoy de acuerdo en absoluto. No se puede cambiar la historia. Los Balcanes y el Imperio Otomano fueron enemigos mortales durante siglos, y ahora no se puede falsificar la historia de manera tan grotesca. Nadie necesita esta falsificación”.
Usted ha dicho que no hay ningún buen escritor de régimen. ¿Ninguno?
Los escritores oficiales son muy escasos en el mundo, así que no hay que utilizar esta expresión. Es una expresión ridícula. ¿O es que existen escritores oficiales en España?”.
En la España de la dictadura franquista hubo algunos ejemplos…
¿Pero se llamaron ellos mismos escritores del régimen o fue alguien quien los denominó así? En todo caso, no fueron grandes escritores, eran pequeños escritores. Luego estaba la propaganda creada por eslóganes. Si usted quiere hablar contra algún escritor puede decir que era un escritor de Stalin, Hoxha o Ceausescu. O escritores durante el comunismo o el nazismo. Yo nunca fui un escritor oficial, son simplemente calumnias. ¿Cómo podía ser un escritor oficial y escribir un libro como El palacio de los sueños? Después de la caída del comunismo, muchos escritores que eran simplemente escritores fueron objeto de este tipo de calumnias. Todas las policías secretas comunistas tenían poder para calumniar a los escritores, ya fueran locales u occidentales, y tratar de menoscabar el poder de su obra. Imagine usted qué pudieron hacer en los países comunistas. Aquí en Albania, el problema es que no se abrieron los archivos secretos para poder desenmascarar de una vez por todas a los que estaban al servicio del régimen. ¿Por qué? Primero hay una manera de ver la literatura, es decir, sus valores óptimos o mínimos. Los textos literarios de gran valor o de poco valor. Es la primera visión. La otra forma es ver a escritores que estaban al servicio de la máquina de la dictadura. Ésta es la verdadera frontera y no la fantasía. El texto literario, por un lado, y la moralidad que viene de los archivos secretos, por otro. En la mayoría de los casos no se produjo ese descubrimiento de informes secretos, aunque hubo intentos para ver quién estaba con el régimen y quién estaba en contra. La mayoría no lo quiere, ya que la mayoría de los pequeños escritores estaban del lado del régimen y tenían un papel de soplones. Ser escritor oficial o no serlo depende de los textos literarios que uno escribe, y mis libros se han traducido y publicado en el mundo libre. ¿Dónde están los libros oficiales? No tiene sentido, es sólo una especulación”.
¿Cómo le gustaría ser recordado a Ismail Kadaré?
Pues no lo sé. No hay que hablar con falsa modestia, no me gusta eso. Cada escritor sabe muy bien lo que vale, y no es megalomanía decir esto”.
¿Entonces no está esperando por el Nobel?
Estoy acostumbrado a esto. Usted puede tener el Nobel, usted puede figurar entre los candidatos… es un problema para los demás, pero no para el escritor. No es una tragedia no tener el premio Nobel, como tampoco tenerlo es una felicidad suprema. No digo que me sea indiferente, no. Es una fiesta y aprecio esta fiesta planetaria de la literatura. Está muy bien que la humanidad tenga esta fiesta de las letras, pero se ha creado un mito universal que no es determinante para un escritor. Hay escritores con el Nobel que ya están olvidados”.
Publicado en el diario El Norte de Castilla el 17 de octubre de 2009

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