Historia de cómo intelectuales latinoamericanos encontraron consuelo en la Praga comunista
Antes del COVID-19, Praga recibía cada año la visita de millones de turistas que buscaban cerveza barata y una arquitectura espectacular. En la década de 1950, por otro lado, la capital de la entonces Checoslovaquia atrajo a una multitud muy diferente de viajeros: Intelectuales de izquierda de todo el mundo que querían ver cómo era la vida bajo el socialismo.
Muchos de esos turistas políticos venían de América Latina e incluían gigantes literarios como Jorge Amado y Gabriel García Márquez. Olvidada hace tiempo, esta historia compartida se está redescubriendo y reevaluando lentamente en la República Checa.
A medida que se desarrollaba la Guerra Fría, tanto Occidente como la Unión Soviética emprendieron intensas iniciativas propagandísticas para demostrar la superioridad de sus sistemas políticos y socioeconómicos, dirigidos generalmente a públicos de Asia, África, Medio Oriente y América Latina. Y ambos bandos vieron el arte como una forma efectiva de transmitir este mensaje.
En la URSS, la Sociedad Sindical para las Relaciones Culturales con el Extranjero, o VOKS por su abreviatura en ruso, tenía como misión invitar a intelectuales y escritores públicos de todo el mundo a la Unión Soviética y a otros países socialistas, sobre los que se les animaba a escribir.
Checoslovaquia, país que se unió al Bloque Oriental en 1948 después de que su Partido Comunista planeó un golpe de estado, fue uno de esos destinos. Además de Jorge Amado y Gabriel García Márquez, el país recibió a escritores de Argentina (Raúl González Tuñón), Brasil (Graciliano Ramos), Chile (Ricardo Latcham, Pablo Neruda), Cuba (Nicolás Guillén) y México (Efraín Huerta, Luis Suárez). Algunos viajaron solos, otros como parte de delegaciones.
Praga se convirtió así en un centro cultural de izquierda en esa época, reunió a escritores de izquierda florecientes y establecidos, como el turco Nazım Hikmet y el soviético Ilya Ehrenburg.
Es más, Pablo Neruda puede haber tomado su nombre artístico de Jan Neruda, escritor, poeta y periodista checo del siglo XIX (el nombre real del poeta chileno era Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto). Nunca lo admitió, pero las fotos suyo caminando por la calle Neruda en Praga, o posando ante restaurantes y pubs llamados «Neruda» dan razones para la especulación.
Global Voices habló con Michal Zourek, académico checo que se centra en los vínculos entre el Bloque Oriental y América Latina. Zourek, autor del libro «Československo očima latinskoamerických intelektuálů 1947-1959″ («Checoslovaquia a los ojos de los intelectuales latinoamericanos de 1947 a 1959″, que también se publicó en español), explica lo que motivó a esos intelectuales a aceptar esas invitaciones:
Zourek continúa explicando cómo Praga y Moscú eran un lugar seguro para que esos intelectuales se contactaran y conocieran. «No era raro que intelectuales conocidos de América Latina se encontraran por primera vez en Europa Oriental», dijo. «En sus países de origen, no fue posible porque los gobiernos autoritarios y anticomunistas existentes simplemente no lo permitían».
Dice Zourek que Europa Oriental tuvo un rol crucial para la literatura latinoamericana: si no fuera por el movimiento comunista internacional, es posible que la legendaria generación de escritores de la década de 1960 no hubiera sido tan influyente, ni en Occidente. «Las obras de los autores comprometidos salieron en enormes impresos [en checo, polaco o ruso], mucho más altos que los de sus lenguas maternas, y todo esto sucedió detrás de la Cortina de Hierro», dijo.
¿Tierra de abundancia?
Al visitar Praga u otros lugares de Checoslovaquia, los intelectuales de izquierda, que eran en su mayoría hombres, les daban trato de personas muy importantes. Se alojaban en hoteles de lujo, pagaban sus gastos y tenían acceso a guías bilingües, recibían honorarios de escritura, y finalmente sus obras se traducían al checo o al eslovaco.
Los que recibían casas para escritores se quedaban durante largos períodos, en particular en el castillo Dobříš, el asedio de la Unión de Escritores Checoslovacos desde la década de 1940 y 1990. Algunos se quedaban incluso más tiempo tres obtener asilo político.
Como explica Zourek:
Una excepción interesante en esta visión y descripción idealizada es Gabriel García Márquez, el colombiano ganador del Premio Nobel de Literatura que visitó Alemania Oriental, Checoslovaquia, Polonia, Hungría y la Unión Soviética en 1955 y 1957. Lo hizo parcialmente por su cuenta, y cuando lo invitaron oficialmente, encontró la manera de escapar del programa oficial para averiguar por su cuenta. Da una descripción mucho más matizada en su libro, «De viaje por Europa Oriental«. El primer capítulo del libro describe la Alemania Oriental en términos poco halagüeños, como en esta escena en la que García Márquez entra en un restaurante para desayunar: «Lo que la gente desayunara sería el equivalente a una comida completa en el resto de Europa [Occidental], y sería mucho más barato. Pero aquí parecían destruidos y amargados, y comían enormes porciones de carne y huevos fritos sin alegría alguna». En otro capítulo sobre Moscú, escribe sobre el tema tabú del culto a la personalidad de Stalin, citando a su guía ruso que dice: «Si Stalin siguiera vivo [murió en 1953], tendríamos un Tercer Mundo. Stalin fue la figura más sangrienta, más rencorosa y más ególatra de la historia de Rusia».
Para los checos, un legado redescubierto
En Checoslovaquia, el comunismo terminó en noviembre de 1989, y en los Estados sucesores, Eslovaquia y República Checa, el pasado socialista suele considerarse un período oscuro de violaciones de los derechos humanos, restricciones de viaje y obediencia forzosa a Moscú.
Esta visión colorea el enfoque de historiadores checos y eslovacos sobre los intelectuales de izquierda que visitaron el país en esos tiempos. Como señala Zourek, que estudió en la República Checa y en Argentina:
Aunque esos autores han sido celebrados durante mucho tiempo en sus países en América Latina, es recién ahora que su legado resurge en el discurso histórico checo. El diario de viaje de García Márquez se tradujo al checo por primera vez en 2018 («Devadesát dnů za železnou oponou«), mientras que los demás siguen siendo en gran parte desconocidos.
Zourek cuenta su experiencia personal para explicar por qué el proceso de reevaluación es tan difícil:
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