Jean Rochefort cambia su destino en un 'western' de Leconte
El actor protagoniza, con el cantante Johnny Hallyday, 'El hombre del tren'
OCTAVI MARTI
París 4 ABR 2003
El actor francés Jean Rochefort ha rodado más de ochenta filmes, con directores como Luis Buñuel o Robert Altman, por ejemplo, pero también a las órdenes de compatriotas de cuyos equipos es casi un habitual, como es el caso de Bertrand Tavernier, Philippe de Brocca o Patrice Leconte. Con este último ha trabajado en cinco oportunidades, la última de ellas en El hombre del tren.
"No siempre le digo que sí a Patrice. Todo depende del guión, y en este caso el de Claude Klotz era muy bueno. Con él existe una relación de amistad casi familiar, como si fuésemos primos y de niños hubiésemos pasado juntos varias vacaciones. No siempre estamos dispuestos a embarcarnos juntos en una aventura, pero cuando lo hacemos es siempre con placer", explica Rochefort con su proverbial elegancia verbal. "No crea, hablar con precisión y riqueza es una característica que algunos asocian con el amaneramiento. Esta mañana un periodista ruso no ha cesado de interrogarme sobre mi relación homosexual con Johnny Hallyday hasta que me he levantado y le he besado en la boca".
A Rochefort le encanta resolver los embrollos aumentando el caos. Forma parte de su peculiar sentido del humor. En El hombre del tren, Leconte puede explotarlo a fondo. "Claro. Mi personaje es el de un profesor de Literatura que lleva toda la vida viviendo en su ciudad de provincias natal y en la misma casa familiar. Nunca ha cesado de soñar con una vida aventurera y un día el azar hace que ésa irrumpa en su domicilio a través de un gánster en decadencia, Johnny, que sólo piensa en abandonar las pistolas para calzarse unas pantuflas y descansar sentado ante el fuego de la chimenea". Son destinos que se cruzan, personalidades que se intercambian, admiración por quienes habitan en un mundo e imaginan otro radicalmente opuesto. "El gran mérito de Patrice es haber sabido estilizar la historia, convertirla en un western a base de depurar la trama y la imagen hasta dejarla justo en lo imprescindible. Sabe crear lirismo con muy pocos elementos, darle trascendencia a lo cotidiano". Eso queda muy bien explicado desde la llegada de Johnny Hallyday al pueblo: todas las tiendas cierran a su paso, no vemos a nadie, pero también cuando Rochefort decide enfrentarse con los gamberros locales en el bar, de pronto metamorfoseado en saloon. "La idea de filmarlo todo en scope y de iluminar los lugares con focos rasantes, crepusculares, contribuye a darle a la historia el tono adecuado".
Una vez más, Leconte obliga a Rochefort a cortarse el pelo. "Y lo mejor es que en este caso no hay una razón real para ello, como sí la había en Ridicule. Nadie está a salvo; La maté porque era mía, El marido de la peluquera o Cómicos en apuros.Patrice envidia mi fama de seductor heterosexual y piensa que cortándome el pelo, como Sansón, voy a perder mi potencia. Se equivoca", dice muy serio, pero escapándosele la risa por los ojos cuando ve a un colega japonés que anota su respuesta sin darse cuenta de que a él también le divierte tomar el pelo a los periodistas. "En la filmografía de Patrice, normalmente las películas complicadas, con muchos actores y localizaciones, van precedidas y seguidas de otras mucho más intimistas. Lo cierto es que se maneja muy bien en los dos casos, es alguien que rueda con mucha seguridad, que te hace sentir cómodo en el plató. Eso, para mí, que he vivido la experiencia traumática del Quijote de Terry Gilliam, durante un rodaje en el que creí morir y en el que descubrí que muchos querían que realmente muriese para que la compañía de seguros pagase todos los problemas derivados de la anulación del proyecto, esa comodidad es muy importante".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de abril de 2003
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