viernes, 3 de julio de 2015

Woody Allen / Ella y yo

 Woody Allen  Mia Farrow



Woody Allen
ELLA Y YO 

Incluso para Woody Allen, es un eufemismo memorable. "Ella y yo", explica, "no vemos las cosas de la misma forma". Ella, por supuesto, es Mia Farrow, su antigua amante y la madre adoptiva de su actual amante, Soon-Yi Previn. "Estoy muy enfadado con ella, y ella está enfadada conmigo. Es lo que suele pasar cuando dos personas se demandan, independientemente de que sean socios o marido y mujer".Hace poco más de un mes, el asunto doméstico más público de Estados Unidos entró en una nueva fase, con la aparición de un libro de Mia Farrow en el que retrata al popular actor y director como un verdadero monstruo. En sus páginas, escritas con rabia, aparece un hombre que difícilmente podríamos distinguir de los personajes cinematográficos de Allen, un judío neoyorquino superprotegido, ansioso y con demasiada familia, terriblemente neurótico, pero al fin y al cabo inofensivo.
Según la versión de Mia Farrow, recuerda haber encontrado unas cuantas instantáneas polaroid en su apartamento cuando estaban rodando Maridos y mujeres en 1992 y seguían manteniendo relaciones. Las fotografías resultaron ser de su hija Soon-Yi, que entonces tenía 21 años, y en ellas aparecía desnuda y con las piernas abiertas. También detalla en su libro la proximidad física que Allen mantenía con Dylan, una niña de ocho años, de la que dice que abusó sexualmente.

La relación con Soon-Yi es ahora un tema tan público como lo era su relación con Mia Farrow. Es, si cabe, más oficial, ya que viven juntos, mientras que Farrow y él mantenían apartamentos separados. Cuando le pregunté sobre su actual relación, me contestó sin demasiado entusiasmo que se ajusta perfectamente a él, y que está más contento que nunca con su vida personal. En cuanto al reciente mandamiento judicial que le impide ver a Dylan y a Satchel, su hijo biológico, respondió con cierta indiferencia que está muy preocupado por ese tema y que está intentando revocar la orden.
Las palabras son muy claras, pero las pronuncia sin el tono que suele acompañar las muestras de felicidad o de preocupación. A veces, esa falta de pasión es tan pronunciada que parece que Allen está hablando de otra persona, real o imaginada. Si parece un tanto patético, vale la pena recordar que ésa siempre ha sido una característica engañosa de sus películas: de aspecto vulnerable pero muy ingenioso.
El tiempo y las apariencias han podido con él. Tiene 61 años, y es lo bastante mayor como para ser el padre del flacucho cómico que aparecía en sus primeras películas, Bananas y Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y no se atrevió a preguntar. Ahí estaba, arrugado como una pasa, como si hubiera encogido. En su cuello se advierten las venas y su rostro es como una caricatura de su propia imagen, formada por las grandes gafas, la nariz vertical y el rictus de la boca. Sospecho que sus compatriotas más ansiosos por crucificarle encuentran intolerable que él aparente la edad que tiene, lo mismo que Soon-Yi aparenta la suya.
Le pregunté si comprendía la ira, no sólo de Mia Farrow, sino también la de ciertos sectores de la opinión pública. Después de todo, está teniendo una relación con la hermana de sus hijas. "Entiendo a Mia", contesta tranquilamente. "Pero no me interesa lo que pueda decir nadie más. No importa, ella y yo nos hemos peleado muchas veces, y ésta es una pelea más. Por supuesto que comprendo el tipo de problema que tenemos. Pero la prensa o el público me son totalmente indiferentes, no podrían importarme menos".


"Ahora no controlo este asunto. Lo único que puedo hacer es trabajar y cuando todo termine la verdad saldrá a la luz"

Por lo que a él respecta, el verdadero villano de esta historia no es Mia Farrow, ni es él, ni ninguno de sus once hijos adoptados y naturales, sino que es el sistema judicial. En 1993, después de una amarga batalla por la custodia de Dylan, a la que ahora Mia Farrow llama Eliza, y por la de Satchel, que ahora se llama Sean, el Tribunal Supremo del estado de Nueva York falló que Allen no tenía "suficiente capacidad para ser un buen padre y obtener la custodia de sus hijos". Al iniciar esa relación con Soon-Yi y no había tenido "en cuenta las consecuencias que supondría para ella, para Mia Farrow y para los hijos de André Previn, que le importaban bastante poco, o para sus propios hijos, a los que dice querer mucho". Después, a finales del año pasado, el tribunal le negó el derecho a visitar a Dylan aduciendo que el "estado psicológico de la niña es todavía demasiado frágil e incierto".
El público está contemplando este drama, que se desarrolló en unas cuantas manzanas de Manhattan, con tanta avidez como lo ha hecho con cualquiera de las treinta películas de Allen a lo largo de estos años. De hecho, la historia es tan cinematográfica y las películas son tan autobiográficas que ambas pueden llegar a fundirse en la imaginación del público. Tal y como ocurre con la familia real británica, las secuencias narrativas se convierten en verdaderos culebrones, en los que los protagonistas se salen de la fila para llamar la atención y luego vuelven a ella bruscamente. Como ocurre con la realeza, los actores principales del drama Farrow/Allen viven en un mundo, lejano y distante para muchos, de fama y riqueza, pero muy cercano por sus ingredientes de amor, odio y venganza. Allen ha afirmado que un día realizará un documental basado en todo lo que ha pasado en estos años, para que sus hijos "sepan lo que les han hecho".
Lo que les han hecho, pero sobre todo la pregunta es quién se lo ha hecho. La respuesta se va despejando a medida que Allen se cuestiona si alguna vez ha tenido la sensación de que esta situación se estaba convirtiendo en una película interminable. "Bueno, sí, me ha pasado un par de veces. Hubo un momento en el que pensé que era una película. Fue hace cuatro años y me disponía a hacer una declaración a la prensa sobre lo ridículo que se había vuelto este asunto. Cuando llegué al hotel había cientos de periodistas y equipos de televisión y pregunté: `¿para qué es todo esto?' y me contestaron: `Estamos aquí por tu declaración', y pensé que era el tipo de situación que se ve en las películas".
"También hubo un momento en que tuve la sensación de que esto nunca había ocurrido... Aquí estoy, un hombre de 55 años visitando a su hijo en la casa de su madre que de repente se ve acusado por la madre, luchando por la custodia de sus hijos, acusado de haber abusado de una niña, una estrategia muy típica en estos casos y que suele dar buenos resultados. Pensé que todo el mundo se daría cuenta de lo que se estaba cociendo, que se trataba de una tremenda pelea, y que el camino más fácil era acusarme de abusar de la niña, para luego llevarla al médico para que dijera: `No, me tocó en el hombro'. Después la madre se lleva a la niña y le compra un helado y la niña vuelve con una historia diferente. Pensé que todo resultaba tan evidente, tan ridículo...".
"Todavía no habían pasado seis semanas y ya había un verdadero montaje multimillonario alrededor de ese suceso, y para mí esto es lo más fascinante, la parte más interesante de la historia. No sólo estaban cubriendo esta historia los periódicos y las televisiones de todo el mundo -lo comprendo porque esto es lo que alimenta a la prensa-, sino que de repente los abogados tenían mucho más trabajo y había expertos testificando, doctores, psiquiatras y detectives privados. Hay que ver la cantidad de empleos que esto está generando. Es increíble".
Antes de esto, Allen había estado hablando de la necesidad que tiene un director de controlar de forma absoluta sus películas ("Nunca oirás a la gente decir sobre un pintor, un escultor o un escritor: `Es alucinante, controla completamente su trabajo'"). Si esta escalada de acontecimientos le ha parecido una película, debe haber sido irritante ver que las cosas se le escapan de las manos.
"Sí, es cierto, ahora no tengo ningún control sobre este asunto. Lo único que puedo hacer es decirme a mí mismo que es ridículo y seguir concentrado, trabajar como siempre, y cuando todo termine la verdad saldrá a la luz".


"Aparece Soonyi, que viene de la luna, bueno de Corea, y por alguna extraña razón ésa es la relación que funciona"

En esta involuntaria película, la secuencia más extraña hasta ahora han sido los trabajos realizados por una unidad dedicada a la investigación de abusos infantiles de la Universidad de Yale, con la que le puso en contacto la Policía de Connecticut. "Nunca he pensado: `Dios mío, ¿cómo va a terminar esto?'", explica. "Pensaba que en cierto modo es interesante y divertido. Iban a cortarme cabellos e introducirlos en pequeños sobres. Creo que la idea de tomar pruebas capilares era ver si coincidían con algún pelo en alguna parte. Ya sabes, suelen coger pelo de diferentes zonas de tu cabeza, y también toman las huellas dactilares. En un momento dado me pareció divertido, todo el mundo era muy amable conmigo, nadie fue desagradable".
A pesar de estar en el ojo del huracán, lo cuenta como si no fuera con él, como si acabara de hacer una película sobre el tema, en la que él fuera un espectador más, como en el comienzo de Sueños de un seductor. Incluso alterna la primera y la tercera persona mientras te lo cuenta: "Lo que hace Yale es entrevistar al niño, a la madre y al padre. Nos tuvimos que reunir con ellos dos o tres veces".
"Tienen que entrevistar a la madre varias veces, y también al niño además de investigar y realizar sesiones con el niño y con la gente que vive en la casa como las niñeras. Luego, cuando todo terminó, realizaron una serie de documentos muy complejos y afirmaron que no se había producido ningún abuso sexual, y que, o bien la niña lo había oído en algún sitio o bien la madre la estaba convenciendo de que lo dijera. No especularon sobre cuál de las dos cosas podía ser, pero pensaron que eso era lo que estaba pasando".
Para llevar aún más lejos la analogía cinematográfica, Mia Farrow tiene su papel y Woody Allen el suyo. Tienen muy poco en común y parecen haber estado en diferentes rodajes, en diferentes sitios. En 1992, Allen declaró a 60 Minutes que Mia Farrow le había dicho: "Te has llevado a mi hija y ahora yo me voy a llevar a la tuya", pero ella niega haber declarado tal cosa. Si creemos lo que dice en su libro, una niñera encontró a Woody Allen manteniendo contacto íntimo con la niña de ocho años. Si creemos en la palabra Woody Allen, alguien está convenciendo a la niña de que esta historia es verdad. Allen se queja de que el juez, como si fuera un director incompetente, no ha sabido controlar la situación, y el resultado es que no le permiten ver a sus hijos, un derecho que, según él mismo declara, "tienen hasta los asesinos". Y añade: "Tenemos un juez que no ha sido justo y ha liado mucho las cosas, así que ahora estamos peor que nunca". No es muy difícil adivinar el tono del documental que se propone llevar a cabo.
De todos los realizadores, Allen parece el menos capaz de separar trabajo y vida privada. Incluso el más ardiente defensor del estructuralismo tendría que reconocer el continuo y pesado tráfico que se produce entre las dos parcelas de su vida. Sus películas son un reflejo de su hábitat. A menudo, sus personajes se ven envueltos en asuntos engañosos, como le ha ocurrido a él, y encogen, como ha hecho él a lo largo de 40 años. La ansiedad hace mella en ellos, ya sea mediante una súbita revelación o mediante tratamiento, y el resultado es que sus propias fobias pasan a formar parte de sus vidas.
Como si esto no fuera suficiente, él mismo interpreta a muchos de sus héroes, o antihéroes. Las actrices se salen de la pantalla, y como en el caso de Louise Lasser (¿Qué hay de nuevo Pussycat?, 1965) se casan con él. En los casos de Diane Keaton (Annie Hall, 1977) y Mia Farrow (Comedia sexual de una noche de verano, 1982), las dos actrices se decantaron por enamorarse y colaborar con él.
Cualquiera que esté esperando que su trabajo actual refleje este tema no ha visto Maridos y mujeres (1992) ni Manhattan (1979), ya que ambas películas tratan sobre los problemas que surgen entre el personaje de Allen y una mujer más joven que él.
Allen está en algún punto entre la obsesión por el trabajo que heredó de unos padres depresivos y su propia obsesión por los tratamientos psicológicos. Si hubiera dominado el primer factor, la vida de Allen habría sido productiva pero aburrida, y si lo hubiera hecho el segundo, nunca habría encontrado la forma de aceptar su visión del mundo. Tal y como es, Allen es el dueño de su propia vida tanto como sus alter-egos en la pantalla son los esclavos de las suyas. Como diría él, "es fascinante, muy interesante", porque con el aspecto que tiene, parece una de esas criaturas excesivamente nerviosas, nos ha conquistado totalmente.


"Acusarme de haber abusado de una niña es una estrategia muy típica en estos casos y suele dar buenos resultados"

Lejos de llevar una vida patética o ensalzada por el público, estamos ante un caso excepcionalmente representativo del sueño americano. Gracias a su talento natural y a una sorprendente capacidad de trabajo, Allen ha llegado a la cima. Tal vez no sea exactamente guapo, pero en una ocupación como la suya esta circunstancia hace que la hazaña parezca aún más heroica. Y se ha unido a una mujer que tiene menos de la mitad de su edad. No le importan las acusaciones de incesto, no le importa que Soon-Yi fuera una huérfana a punto de morir de hambre en Corea, no le importa que la mujer que la rescató sea la misma mujer que ahora se enfrenta a él. Por lo que respecta a esta mujer, tampoco lo hizo tan mal, y casi todos los hombres le envidiaban. Está bien, ella también ha tenido su vida, pero con ex maridos como Sinatra y Previn, ¿qué podía esperarse? Tal vez el sueño se haya desvirtuado un poco, como puede esperarse en este caso, pero todos los elementos están ahí.
Mientras su vida privada está en las primeras páginas de todas las revistas, su trayectoria profesional ha alcanzado las mayores cotas. Desde que su relación se convirtió en un asunto público, ha terminado Maridos y mujeres, Balas sobre Broadway, Misterioso asesinato en Manhattan, Poderosa Afrodita, y Todos dicen I love you. El secreto, como él afirmó al principio, está en que no le importa absolutamente nada lo que piense la gente. Este es un rasgo que puede hacerle aparecer como un ser frío e indiferente, pero que es sólo el triunfo de una mente pragmática. Porque, ¿de qué sirve el autocontrol cuando te das cuenta de que no tienes ningún poder sobre las reacciones de los demás? Cuando declaró que no podría importarle menos lo que la prensa y el público opinara sobre su relación amorosa, estaba sosteniendo la misma opinión que tiene sobre los críticos cinematográficos.
"Cuando dije que las críticas no tienen ninguna importancia para mí, no lo dije por arrogancia. No me importa porque no hay nada que pueda hacer. Si a los críticos no les gusta algo, no pienso cambiarlo. Siempre hago las películas lo mejor que puedo, y no puedo hacer nada más que lo que ya hago".
Cuando tenía veintipocos años, era otra cosa, y la mayoría de sus personajes masculinos, judíos y neoyorquinos, estaban completamente imbuidos de las neurosis de su propia juventud. Allen se puso en tratamiento para curarse la ansiedad y el pánico. "No vi ninguna razón para no intentarlo, y me ha ayudado mucho en todos estos años. Aunque no me ha ayudado tanto como yo pensaba que iba a hacerlo, desde luego ha contribuido a la estabilidad de mi personalidad, a pesar de su insignificancia".
Hay un momento en el que Allen deja de mostrarse indiferente a las críticas. Y es en el tema de sus padres. Su madre, a sus 90 años, le regaña por lo largo que tiene el pelo, por el corte de sus pantalones y por otros detalles de su aspecto. "Eran los típicos padres judíos superprotectores", explica. "Tenían muchos miedos que yo nunca comprendí. Siempre estaban pensando en lo que iban a comer, algo sobre lo que yo nunca me he parado a pensar. Siempre hemos vivido en apartamentos grandes con primos y tíos porque era más barato".
-¿Qué les parece su éxito y toda la controversia que ha surgido en su entorno?
-Les divierte, pero no lo entienden. Lo divertido es que yo nunca he sido un personaje controvertido.
-Me refiero al asunto de Soon-Yi.
-Ah bueno, cuando el asunto salió en los periódicos, mi madre tenía 86 años y mi padre 92. No le dieron importancia, simplemente se preguntaron por qué la gente decía cosas tan horribles. Pero tampoco fue muy diferente a hace 20 años, cuando alguien criticaba mis películas.
-¿Qué tal se llevaban con sus compañeras?
-Les gustaba mi mujer, Louise Lasser, estaban como locos con ella. Y también les gustan mucho Diane Keaton y Mia. También les gusta Soon-Yi. Nunca han tenido ningún problema con las mujeres con las que he tenido relaciones formales.
A pesar de ser repetitivas, estas últimas palabras las pronuncia de forma lenta y pensativa. Hay algo a la vez cómico y conmovedor en su seriedad. Me recuerda a otro chico judío de gran talento, Yehudi Menuhin, cuando en su setenta cumpleaños declaraba sin el menor rastro de ironía: "Mi madre está bastante preocupada por mi futuro".
De su relación con Soon-Yi afirma: "Es buena suerte, sólo buena suerte... eso es lo interesante de las relaciones. Si lo piensas racionalmente, esto era lo que necesitaba en mi vida, y toda mi vida he salido con actrices, todas tenían un aspecto determinado..."
La indiferencia vuelve a aparecer en su voz y su rostro vuelve a llenarse de melancolía: "Mi ex mujer Louise se parecía a Mia, las dos se conocieron y ambas lo reconocieron, y si me hubiera preguntado le habría dicho que lo que yo busco es un cierto aspecto físico, un cierto tipo de mujer. Luego aparece alguien como Soon-Yi, que viene de la Luna, bueno, de Corea, y por alguna extraña razón, esa es la relación que parece funcionar. Es divertido y emocionante, y para mí, desde luego, sorprendente".
La felicidad es el éxito de la negación. Parece la doctrina de un escapista, y en cierto modo es precisamente eso. Pero en el contexto de su propia vida, esto se convierte en una declaración bastante más compleja. Sus propias películas son negaciones temporales, y especialmente la última, Todo el mundo dice I love you, que tiene un poco de fantasía musical. En ella hay también un pequeño coro de personas de Nueva York que parecen haberse puesto amablemente delante de la cámara y que forman parte de la intimidad pública de Allen. Aparece el padrastro rico, el abuelo senil, la mujer radical y chic, y los niños temibles. También aparecen las sesiones de tratamiento espiadas en las que la figura de Allen consigue información sobre Julia Roberts, la mujer de sus sueños. Pero, ¿son estos sueños una tentación para un mal emparejamiento?
Como Dennis Potter, Allen utiliza canciones muy conocidas para sacar la historia adelante y, en un momento determinado, hacer algunos comentarios sobre el estado emocional de un personaje. El naturalismo resultaría extraño en un mundo rodeado por el aparato del teatro musical, y aún así esta película parece declarar de forma más cruda que cualquier otra de sus obras el papel fundamental que tiene la ilusión a la hora de mantener la cordura. Como consecuencia de esto, aunque no es una nueva versión explícita de la historia de Allen-Farrow, es tan autobiográfica como cualquiera de sus anteriores películas.
Cuando estaba con Mia Farrow, Allen solía decir que le gustaría que todo el mundo cantara en la vida como si estuviera en un musical, como si esto fuera un pasaporte para un mundo mejor y más feliz. Probablemente estaba mintiendo, o por lo menos riéndose de sí mismo, ya que su genio peculiar es calcular de forma precisa la importancia de los dos mundos, y saber que cada uno es soportable debido precisamente a la presencia del otro.
"En La rosa púrpura de El Cairo -recuerda- Mia interpretaba a un personaje que se ve obligado a elegir entre la fantasía y la realidad. Tienes que elegir la realidad, porque si eliges la fantasía te estás deslizando hacia la locura". Ahora parece que estamos oyendo al fantasma de Bogart que traspasa su filosofía de la vida y de las mujeres al personaje de Allen al final de Sueños de un seductor. En La rosa púrpura de El Cairo ocurre algo parecido. Mia Farrow interpreta a un personaje incompetente, tan zarandeado por la vida y envuelto en las fantasías del cine que casi no puede vivir su propia vida. En ambas un héroe de la pantalla arropa la película para instruir a algún personaje de Allen.
"No se puede vivir en ese mundo de fantasía irreal", continúa diciendo, "porque te volverías loco. Hay que vivir en el mundo real, y cuando ella elige la realidad, ésta le hace daño". Durante un momento, olvido si este ella se refiere a la camarera o a Mia Farrow.

LA REVISTA / EL MUNDO



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