BEATRIZ DE MOURA Barcelona. 2 NOV 1991
Los que, directa o indirectamente, frecuentamos el llamado mundo del libro sabemos hasta qué punto escasean en nuestro país los buenos críticos literarios -y yo diría, incluso, los críticos literarios a secas-. Miguel Garcia Posada es, a mi juicio, uno de esos pocos. Por eso nunca pensé que llegaría el día en que le dirigiría una carta para polemizar con él acerca de una crítica, que considero algo superficial, a una traducción mía de la novela de Marguerite Duras El amante de la China del norte.Después del elogio encendido de este libro, García Posada termina así su crítica, publicada el 26 de octubre en el suplemento Babelia de EL PAÍS: "Los diálogos son cortantes, y al mismo tiempo fluidos, orales, nada manieristas. Lástima que la traducción no siempre esté a la altura del original. La versión española está plagada de galicismos, especialmente sintácticos, que son los que más chirrían". Dos preguntas: ¿se refiere él a los diálogos en francés o a los ya traducidos al castellano?, y ¿habrá leído detenidamente el original francés?
Porque, mire usted, señor García Posada, ¡todo el texto en francés de Marguerite Duras chirría! Ella misma comenta públicamente las "incorrecciones" voluntarias, meditadas, reiteradas de su texto. En una reciente entrevista concedida al número que está en la calle de la revista Ellede España vuelve a repetirlo. Contrariamente a El amante, en la que el lector leía -oía- el texto como una música, aquí la historia está contada por voces que, todas ellas, por razonas diversas, distorsionan sintácticamente el francés: la niña, porque es niña y se siente "de allá"; el Chino, porque su francés es imperfecto, y cuando está colgado de opio, aún más; el hermano pequeño, simplemente porque es "diferente"; Thanh, que es de Siam, según la propia autora en la novela, habla "la lengua de Thanh". Esas rarezas sintácticas -esa étrangeté-, al borde de la incorrección, aunque chirríen, son perfectamente legibles, inteligibles.
Limar o edulcorar en mi versión al castellano estas rarezas deliberadas de la autora hubiera sido una traición grave. Lo que probablemente a los franceses les resulte exótico, al señor García Posada, en castellano, le resulte galicismo sintáctico. Si esto, a un lector español, le resulta exótico, aunque perfectamente legible, ¡creo haber conseguido mi propósito!-
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