lunes, 13 de enero de 2025

Declan Donnellan / “Nos asusta nuestra temporalidad. Por mucho que sepamos siempre seremos perecederos"

 


TEATRO

Declan Donellan: "Nos asusta nuestra temporalidad. Por mucho que sepamos siempre seremos perecederos"


El director teatral regresa a Shakespeare para reflexionar sobre lo perentorio de nuestra existencia en un montaje en rumano que llega a los Teatros del Canal de Madrid


Actualizado 

Hace dos años, a mitad del proceso de producción de su aclamada versión de La vida es sueño para la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), Declan Donnellan (Manchester, 1953) tuvo que someterse a una intervención quirúrgica en el cerebro. «Es bastante interesante porque te hacen un agujero en el cráneo y luego a través del cerebro para sacar el líquido que está dentro». Nick Ormerod, su pareja al frente de la compañía Cheek by Jowl, le dijo lacónicamente tras la operación: «Bueno, al menos eso demuestra que tienes cerebro». Donnellan lo recuerda entre risas y lo celebra: «Han visto mi cerebro y existe». Pero la experiencia tiene para él otra lectura: «Es una nueva ráfaga del viento frío de la temporalidad. Y cualquier cosa que me haga sentir consciente de que estoy aquí de paso es positiva, me temo».

Los mecanismos del cerebro, sobre todo en lo referente a lo que sabemos y dejamos de saber, articulaban la versión de 'Edipo rey' que Donnellan montó con el Teatrul National Marin Sorescu de Craiova (Rumanía) y que llegó a los Teatros del Canal de Madrid hace justo un año. Ahora, con la misma compañía, regresa a este escenario como director de una versión en rumano de 'Hamlet', con diseño de Ormerod para la gran tragedia de William Shakespeare, del cual Cheek by Jowl ha puesto en escena una docena de títulos.

Como una espina dorsal, la duda recorre y articula ambos espectáculos. Si Hamlet se autocuestiona sobre la existencia en su frase eternamente repetida -«Ser o no ser»-, Edipo ve cómo su entorno fluctúa entre lo que sabe y lo que no quiere saber. «Considero que es mejor pensar en el conocimiento en términos de revelación», explica Donnellan en conversación con 'La Lectura'. «El conocimiento no es algo permanente; en otras palabras, tenemos que seguir aprendiendo cada día lo que ya sabemos. Puede parecer extraño, pero, de hecho, resulta tremendamente práctico, porque en nuestra sociedad tendemos a hacer del conocimiento un producto de consumo y a pensar que es algo que podemos poseer, cuando en realidad no es así: el conocimiento es el continuo descubrimiento de algo».

CONOCIMIENTO CONVERTIDO EN MERCANCÍA

Ser y conocer están, por tanto, íntimamente imbricados en la concepción creativa de Donnellan. Y esto es algo que no sólo funciona en textos de hace 25 siglos o 400 años, sino también en nuestro contemporáneo rechazo de todo lo que tenga que ver con lo que está fuera de nuestro control. «El motivo de esto es que a todos nos asusta y nos ofende la idea de nuestra propia temporalidad. Odiamos nuestra provisionalidad y mucha gente no cree que seamos en realidad transitorios», plantea el creador teatral. «Una de las maneras de apoyarnos, de intentar convencernos de que somos permanentes, es tener montones de cosas: coches caros, pisos bonitos, relojes ridículos... pero también todo tipo de cosas que convertimos en objetos. Una de ellas es el conocimiento, al cual convertimos en mercancía. Creo que es algo bastante peligroso, porque no es así como funciona el conocimiento. Lamento si esto suena enrevesado y pretencioso, pero tenemos que ser cuidadosos con el conocimiento, porque seguiremos siendo temporales. Por mucho que sepamos, seguimos siendo perecederos».

En lo que respecta a Hamlet, éste quiere certezas «y por eso monta una obra». El director se refiere a una subtrama dentro de la historia del príncipe de Dinamarca, quien tras la muerte de su padre y el ascenso al trono de su tío Claudio, hermano del finado, recibe una visita del fantasma de éste diciéndole que fue envenenado por Claudio. Para probar si esto es cierto, Hamlet decide montar en el palacio real de Elsinor una representación teatral, 'El asesinato de Gonzago', en el que un monarca recibe muerte por parte de un familiar, para así ver la reacción de Claudio. «Es fantástico cómo funciona la pieza dentro de la pieza. No sabe a ciencia cierta si el fantasma de su difunto padre es un demonio que ha vuelto para atormentarlo y obligarlo a hacer algo malo contra su tío. Así que toma una decisión: 'Sé qué es lo mejor que puedo hacer. Vamos a poner en escena una obra'». Como director teatral, Donnellan, encuentra este planteamiento como «un insulto bastante divertido, porque en lugar de ocuparse de las cosas importantes de la vida, Hamlet representa un espectáculo, lo cual puedo ver y pensar: 'Dios mío, eso es exactamente lo que yo hago'».

A través de diferentes hallazgos, Donnellan y Ormerod han intentado abordar la naturaleza profunda de la humanidad que subyace en los textos teatrales. En 'La vida es sueño', de Calderón, concibieron una telecomedia entre puertas que se abrían y cerraban. En 'Edipo rey' ubicaron la acción en una sala sin butacas por la cual el público corría siguiendo a los personajes. Y en este 'Hamlet' han dispuesto una pasarela como la de los desfiles de moda, con su 'front row' incluida. En todos los casos se trata de personas que representan algo ante los demás. «En el caso de los dos espectáculos con el Teatrul National Marin Sorescu, se trata de dispositivos que intentan acercar al público lo máximo posible al actor», dice su artífice.

ACTUAR O NO ACTUAR, ÉSA ES LA CUESTIÓN

Para el fundador de Cheek by Jowl, «el genio de Shakespeare queda patente en el hecho de que entiende que lo más cerca que podemos llegar a estar de ser en la vida real es actuando». El bardo inglés «logra entender que lo que hacemos es actuar y, algo que nos resulta muy extraño, que es la actuación la que nos da vida».

No se trata de la típica ensoñación artística, se defiende Donnellan. «En la teoría cuántica, cada vez con más frecuencia los físicos están llegando a la conclusión de que la naturaleza del universo es la de la representación», asegura. «El universo cambia continuamente, lo cual no nos gusta mucho, pero también el universo tiene que actuar él mismo para existir. Nadie lo entiende, yo ciertamente no atisbo a comprenderlo, pero me obsesiona. Porque cuanto más miro a la gente y cuanto más me contemplo a mí mismo, más pienso que la representación no tiene que ver con mentiras, como dijo Platón, sino que es nuestra única manera de aproximarnos a algún tipo de existencia».

Es significativo, subraya el director, «que la gente, a menudo de manera inconsciente, quiera criticar la actuación y a los actores -y sólo les gusten estos cuando son ricos y famosos-, pero que en realidad el proceso real de actuar más bien revele un secreto escondido, porque muestra que la interpretación es central para nosotros». Tomando como ejemplo al protagonista de este montaje, Donnellan afirma:«Vlad Udrescu tiene que interpretar a Hamlet, eso es correcto, es obvio. Pero lo que es menos obvio es que Vlad tiene que interpretar a Hamlet interpretando a Hamlet. En otras palabras,los personajes se interpretan a sí mismos». Shakespeare no sólo es «brillante» en este aspecto sino que también habla de ello desde una edad muy temprana (tenía 35 años cuando empezó a escribir la tragedia danesa). «Fue extremadamente precoz al descubrirlo», se rinde el director ante el autor. «A mí me ha llevado mucho más tiempo, te lo puedo asegurar», reconoce con un deje divertido.

Más allá del idioma, otro aspecto que comparten estas aproximaciones a Edipo y Hamlet es la investigación en torno a los orígenes de la crueldad y la violencia: «Cuando vemos las noticias, seguramente éstas nos recuerdan que los seres humanos somos básicamente animales violentos. También somos animales maravillosos con la aptitud de amar, pero cada uno de nosotros es capaz de una violencia indescriptible». Y apunta entonces a la máxima que dice que «odiamos a los demás porque nos odiamos a nosotros mismos».

Apenas un par de meses después de la presentación de este 'Hamlet', Donnellan se reencontrará con el público español, con Shakespeare y con la Compañía Nacional de Teatro Clásico merced a una producción de 'Los dos hidalgos de Verona' que se estrena en el Teatro de la Comedia de Madrid el 10 de abril. Más allá de la coincidencia de nombres propios, el director y dramaturgo establece la conexión entre sus cuatro últimos espectáculos en nuestro país: «Todas ellas son obras de teatro que muestran seres humanos, tratan sobre seres humanos y creo que también tratan sobre cómo los seres humanos actúan siendo ellos mismos. En ellas vemos a personas cambiar de opinión y darse cuenta de que han cometido errores terribles». Un recuerdo de aquello que somos y que en demasiadas ocasiones olvidamos.


EL MUNDO


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