Muerte y resurrección de Sánchez Mazas
David Trueba rueda la adaptación de la novela de Javier Cercas 'Soldados de Salamina', basada en un dramático suceso real del escritor y teórico de la Falange
3 DE MAYO DE 2002
Entre los árboles del bosque, a ras de suelo, la brisa balancea la hierba y levanta ligeramente alguna hoja caída. La calma es absoluta. Entre las hojas y el barro alcanzamos a ver una bala de fusil, una manta abandonada, una bota sucia y húmeda, jirones de una bandera republicana, también una gorra de soldado que ahora arrastra el viento.
Trueba: 'Convertir un personaje masculino en femenino crea más tensión, más interés'
Fontseré: 'Creo que a Sánchez Mazas hay que situarlo en su contexto histórico'
Javier Cercas: 'Para ser fiel a mi novela, la película de David debe traicionarla'
Entre los árboles del bosque, a ras de suelo, la brisa balancea la hierba y levanta ligeramente alguna hoja caída. La calma es absoluta. Entre las hojas y el barro alcanzamos a ver una bala de fusil, una manta abandonada, una bota sucia y húmeda, jirones de una bandera republicana, también una gorra de soldado que ahora arrastra el viento. Unas gafas rotas, varadas junto a una piedra al fondo de un arroyo de agua. Un promontorio de tierra, entre los árboles. Entrevemos los cuerpos apilados de una cuarentena de hombres, muertos, apenas tapados por un liviano manto de tierra'.
Así comienza el guión de Soldados de Salamina, la adaptación cinematográfica del libro de Javier Cercas en el que se narran las indagaciones de un periodista en torno a un episodio dramático en la vida de Rafael Sánchez Mazas a finales de enero de 1939. El escritor y teórico de la Falange formaba parte de la cuarentena de prisioneros franquistas del ejército republicano que fueron fusilados días antes de que las tropas rebeldes culminaran la ocupación de Cataluña. Sánchez Mazas y otro prisionero lograron sobrevivir ocultándose en el bosque del Collell (Girona). Así lo contó Cercas en un libro que se ha convertido en uno de los grandes éxitos de ventas y crítica (200.000 ejemplares vendidos en diez meses) y que ahora lleva al cine David Trueba como director y guionista-adaptador del filme.
Ariadna Gil y Ramón Fontseré son sus protagonistas. La primera interpreta el papel de la periodista que, desde la actualidad, reconstruye las peripecias de quienes vivieron el final de la guerra civil en el santuario de Santa María de Collell, habilitado entonces como prisión republicana, un trabajo de investigación literaria y periodística que le permitirá superar una profunda crisis personal. El segundo, Fontseré, un actor formado durante 20 años en la compañía de Els Joglars, es Rafael Sánchez Mazas en esta adaptación cinematográfica presupuestada en 3.600.000 euros (unos 600 millones de pesetas).
3 de abril de 2002. El numeroso equipo técnico y artístico está comiendo en el santuario, un sobrio edificio que sufrió una serie de reformas y ampliaciones hasta convertirse en una funcional residencia para quienes desean silencio, recogimiento o aire sano. Santuario, cárcel y reposo del guerrero urbano inmerso en un frondoso bosque en los alrededores de Sant Miquel de Campmajor, a unos 30 kilómetros de Girona. Llueve persistentemente. Cuando técnicos y actores deciden adentrarse por el ya embarrado bosque para proseguir el trabajo, la lluvia es torrencial. Se rueda el fusilamiento de los cuarenta prisioneros. Tiros, sangre y heridas trucadas. Lluvia y barro reales a los que se suman, paradójicamente, la lluvia artificial procedente de un camión cisterna, indispensable al parecer para su visualización en la pantalla. Se repite la escena, se filman planos generales desde tres cámaras y, después, planos parciales, detalles. El barro llega a la altura de los tobillos. Los fusilados son ya parte integrante de la tierra. Al acabar la jornada el director decide duplicar la paga de la figuración.
Javier Aguirresarobe, director de fotografía del filme y uno de los mejores de su profesión (es el autor de la fotografía de Los otros, de Alejandro Amenábar, y Hable con ella, de Pedro Almodóvar, entre otras muchas), despliega su equipo en unas condiciones casi dramáticas. La tensión de la escena no podía tener una ambientación natural mejor. Después se supo que aquel día y por aquella zona se habían recogido 210 litros de agua por metro cuadrado. Unos kilómetros más al este se llegó a los 300 litros. Figueres casi incomunicada, viviendas inundadas... El Ampurdán y el Gironés habían sobrevivido a uno de los días más lluviosos de los últimos cien años mientras un grupo de locos y un par de mirones recreaban para el cine el fusilamiento de cuarenta prisioneros de guerra y la extraordinaria salvación de dos de ellos.
'Lo que más me excitó de la novela de Cercas es su trama contemporánea', comenta David Trueba. 'La lucha de alguien deprimido que encuentra en la peripecia de otros una razón para vivir, una idea de justicia. Creo que el libro trata fundamentalmente de alguien que descubre que estar vivo es un regalo que no se puede despreciar'. Sobre la posible interpretación de que Soldados de Salamina se trata de una película de la guerra civil, es decir, sobre un tiempo y un país cada vez más distantes del presente, señala que 'en la película, como en la novela, la peripecia durante la guerra civil ocupa un 20% del total, es una metáfora con gran valor de resonancia sobre la trama contemporánea que es la fundamental'.
Aquellos espectadores del filme que hayan leído previamente el libro de Cercas se sorprenderán del cambio de sexo del periodista-narrador. Si el personaje del texto puede connotar algunos rasgos autobiográficos de su autor, en la película se modifica al desempeñar el papel una mujer (Ariadna Gil). 'El cambio de sexo del protagonista es algo que surgió de una larga conversación con Cercas', explica David Trueba. 'El personaje central del libro está inmerso en una crisis vital, en una duda, acorralado casi biológicamente. Creo que toda esa batalla se expresa en la persona de una mujer mucho más gráficamente que en un hombre. Además te liberas de tópicos como que sólo los hombres se interesan por el pasado o que son los únicos que sufren crisis sexuales y sentimentales. Convertir un personaje masculino en femenino otorga a la trama, en casos concretos, más tensión, más interés, nuevos perfiles. Howard Hawks lo hacía habitualmente en sus películas, cambiaba personajes masculinos por femeninos. Lo hizo en Luna nueva logrando un acierto histórico al transformar a la pareja de periodistas hombres de la obra teatral original en un hombre y una mujer y además divorciados. Otros ejemplos clásicos de personajes escritos para hombres que al ser adaptados para mujeres multiplicaron su fuerza por mil podrían ser, por citar sólo alguno rápido, el de Sigourney Weaver en Alien o el de Jodie Foster en El silencio de los corderos'.
Sin duda otro de los posibles aciertos de la adaptación al cine de Soldados de Salamina, es su reparto. La intervención de Ramón Fontseré -el fantástico Pujol, Pla o Dalí de los últimos montajes de Els Joglars- en el papel de Sánchez Mazas puede ser una gran revelación. Su caracterización es espléndida y su idea sobre el personaje, atractiva y lúcida. 'Creo que es un hombre al que hay que situar en su contexto histórico. Es una persona de cambio de siglo, que ha visto muchas guerras, que era muy culto, que frecuentaba las tertulias que había en Madrid, en aquellos cafés en los que en una parte estaban los falangistas, en otra los socialistas, que se conocían todos, incluso a veces colaboraban en las mismas revistas literarias, participaban conjuntamente en proyectos culturales, convivían y se toleraban los unos a los otros... y eso lo jodió la guerra civil. En este país siempre andamos a la greña. Yo a este hombre, a Sánchez Mazas, le veo como a un idealista, como alguien que aspira a que todos se unieran, a que desaparecieran los separatismos, los nacionalismos, con esa idea del imperio, es verdad, pero unidos. Algo parecido a lo que en cierta ocasión dijo Pla de José Antonio Primo de Rivera, que también lo veía como a un idealista. Leyendo sus poemas, sus libros, lo primero que se desprende es que no era un bestia, que no era un descerebrado, que era un hombre fino, con una cierta ironía: un mediterráneo con acento vasco'.
Por su parte Javier Cercas, el autor del libro, que asiste con una constancia y entusiasmo infrecuentes al rodaje con el espíritu de quien se acaba de encontrar inesperadamente con un fantástico juguete y ante el que adopta la actitud del disciplinado ayudante para todo y en ningún caso la de quien se considera propietario de la idea, responde a algunas de las preguntas que plantea su condición de creador adaptado a otro lenguaje del original: 'Asisto todo lo que puedo al rodaje de la película, y la verdad es que lo paso estupendamente y que aprendo muchas cosas. En cuanto a David Trueba, lo conocí una noche de hace años, en compañía de Guardiola y de Figo. Somos amigos. Sus películas me gustan mucho; también sus novelas. Así que cuando me propuso llevar al cine mi libro me puse contentísimo. No sé pensar en nadie que pudiera hacer ese trabajo mejor, por muchas razones, entre otras su talento y su juventud insultantes'.
'Por supuesto', añade, 'he leído su guión, que me parece excelente. Naturalmente, el guión no sigue al pie de la letra la novela; hubiera sido un error: no sé nada de cómo se hace una película, pero lo que sí sé es que, para ser fiel a mi novela, la película de David debe traicionarla, sencillamente porque David tiene que hacer su propia interpretación de ella -que nunca será la mía, ni la de ningún otro lector: la maravilla de los libros es que cada uno los lee a su modo- y porque el lenguaje de la novela y el del cine son distintos'.
'Una de las cosas que más me gustan del modo en que David hace su trabajo es que siempre elige la solución más arriesgada, que a mi juicio es siempre la más fructífera; sólo un ejemplo: en vez de trabajar sólo con actores profesionales, David hará que aparezcan en pantalla algunos personajes reales de mi novela, interpretándose a sí mismos, lo que es una forma de absoluta fidelidad a ella y entraña -huelga decirlo- un riesgo considerable. Por lo demás, algunos de los cambios que, respecto de la novela, hace el guión de David me parecen muy certeros; otros son simplemente obligados. El más aparatoso de ellos es el cambio de sexo del narrador y protagonista. Las razones que para hacerlo esgrime David son convincentes. Le interesa el punto de vista femenino sobre la guerra civil, mucho más infrecuente que el masculino. Le interesa hacer visible un tema que, aunque absolutamente fundamental, en la novela está sólo insinuado: el de la continuidad entre padres e hijos (la urgencia por tener uno suele ser, en una mujer de treinta y tantos años como la protagonista de David, mucho más apremiante que en el hombre de la misma edad que protagoniza mi novela, por razones puramente biológicas). Y en cuanto a mí, ¿cómo va a parecerme mal que el Javier Cercas de la novela, suponiendo que sea yo -lo que ya es suponer-, lo interprete Ariadna Gil, que es mucho más guapa y más lista que yo? En suma, lo único que me fastidia es que, a la vista del guión y del rodaje, la película de David va a ser tan buena que, en cuanto se estrene, la gente no va a volver a acordarse de mi novela. Qué se le va a hacer'.
Es probable que tras su estreno nadie se acuerde de la novela pero es casi seguro que los que leen ya la habrán comprado para entonces. Ventajas del éxito editorial.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 3 de mayo de 2002
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