domingo, 25 de diciembre de 2005

Piedad Bonnett / "El perfeccionismo puede llegar a ser castrador"


Piedad Bonnett
Madrid, 2005
Foto de Ricardo Gutiérrez

PIEDAD BONNETT 

"El perfeccionismo puede llegar a ser castrador"

WINSTON MANRIQUE SABOGAL
Madrid 21 DIC 2005

Un sofá amarillo acoge a una mujer pequeña vestida de negro con voz y modales suaves y rostro de redondez juvenil. Habla de la historia del hombre nudo. De un Fedro contemporáneo atormentado ante la traición de su corazón. De quien tiene la voluntad como credo y se niega a vivir los sentimientos en Para otros es el paraíso (Alfaguara).
Quien habla es Piedad Bonnett (Antioquia, 1951), un nombre que en España no dice mucho, mientras que en Colombia no hay semana en que no suene en algún ámbito cultural. Es uno de sus mejores escritores por poemarios como De círculo y ceniza y El hilo de los días (premio Nacional de Poesía); Lo demás es silencioAntología poética (Hiperión); un mapa literario del Nobel colombiano El mundo según Gabriel García Márquez, y ésta su segunda novela, que se publica en España.

"En mi novela narro la historia de quien forja su fracaso al controlar su vida a costa del amor"

Sus libros exploran el amor, redescubren la infancia y delatan la pulsión de la muerte. Lo hace con situaciones cotidianas en versos íntimos, y ahora "en novelas con trama y tensión narrativa donde busco el lirismo y el lenguaje preciso". Le parece tramposo cuando un poeta promete escribir narrativa y lo que ofrece es prosa poética.
La llave para entrar en Para otros es el paraíso está en el umbral de la novela con la confesión tardía de Alvar, el protagonista: "Quizá sea un error construir una existencia sobre el poder de la voluntad". Surge así el retrato de un hombre perteneciente a una generación cargada de limitaciones de expresión afectiva. "De quienes privilegian el raciocinio frente a los sentimientos: es el hombre nudo, atado culturalmente a la racionalidad. No es algo fisiológico", dice la autora.
Alvar es la continuación de un personaje de la primera novela de Bonnett, Después de todo. Un Fedro que prefiere el llanto solitario ante la sola idea de que ese amor correspondido le atolondre el corazón y se opaque un día. "Es la historia de cómo un hombre apasionado por el saber, perfeccionista y sensible forja su fracaso al querer controlar su vida y sacrifica la vivencia del amor. Es un cobarde. Cree en la voluntad de hacer su vida como la piensa. Cuando la verdad es que el perfeccionismo puede llegar a ser castrador, un gran limitante", afirma la escritora en un hotel madrileño.
Olvida el personaje Alvar que una parte de la gracia del mundo se debe al azar, advierte Bonnett. Porque, agrega, "la vida es un acto de malentendidos y desencuentros donde el azar influye, y hay que darle una oportunidad porque lleva implícita una liberación. La voluntad hace y el azar deshace".
Parte de la culpa de la capacidad de sorpresa y exploración es del sentido común que "va contra la imaginación", afirma la narradora y poetisa. Sin negar que a él se debe parte del orden del mundo, porque "sería un caos si sucumbiéramos a todos nuestros deseos". Aunque insiste en "la importancia de dar oportunidades, despojarse de miedos". Vivir. Sentir. Intentar la conquista de un trozo del paraíso que no es sólo para otros. Ya lo dice el narrador frente al hallazgo del amor: "Prevemos el dolor, y sin embargo nos lanzamos a la aventura, pues la preferimos al domesticado tedio".
No Alvar. Él prefiere la comodidad, la monotonía conocida antes que repetir el proceso del amor. Lo hace, según Bonnett, por desencanto, descreimiento y escepticismo de ilusión, que se arrostra en torno a un hombre guapo y admirado. Es el lado triste de la belleza. "Nada subyuga y domestica más que la belleza", sentencia el narrador y lo confirma la autora: "No hay que olvidar que la belleza genera servidumbres". O puede convertirse en yugo, desatar el dolor y robar el aliento por su capacidad de obnubilar a quien la siente, la reconoce, la contempla.
Para otros es el paraíso transcurre en el mundo universitario. En el centro del saber, la pasión de Alvar. "Llevo 23 años como profesora universitaria y cada vez me desilusiono más de sus jergas y de las especializaciones que se suelen exaltar demasiado. Y a veces lo que encubren son mediocridades. La Universidad está penetrada por la impostura al tener el prurito del conocimiento".
"Pero estamos para enseñar, por eso reivindico al maestro del renacimiento que no necesita escribir papers cada dos meses para validarse". Entonces esa mujer de voz suave, vestida de negro en la esquina de un sofá amarillo, se vuelve vehemente: "Las vidas no tienen que justificarse sobre grandes obras. Tú puedes tener una vida sencilla de conocimiento y eso la justifica".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 21 de diciembre de 2005

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