jueves, 27 de febrero de 2014

Javier Rodríguez Marcos / Lo que debemos a Constantino Bértolo




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Constantino Bértolo

Lo que debemos a Constantino Bértolo

Por: Javier Rodríguez Marcos | 27 de febrero de 2014

Dicen que Constantino Bértolo –editor, crítico, ensayista y, hasta ahora, director literario del sello Caballo de Troya en Penguin Random House- se retira. También dicen que la biografía de un editor es su catálogo. Se trata, por supuesto, de una figura literaria, pero sirve para entendernos. Lo mismo que sacar de la estantería un libro editado por él y leer la lista que, en la solapa, reza “Últimos títulos publicados”.

Si el libro es, pongamos, Mediterráneos, de Rafael Chirbes (Debate, 1997), esa solapa dirá que entre lo que los lectores debemos a Constantino Bértolo hay libros de V. S. Naipaul (mucho antes de que le dieran el Nobel), W. G. Sebald (antes de que se popularizada la fórmula Sebald) o Rick Moody (antes de que nadie hablase de los nuevos narradores estadounidenses).

Si el libro es El pasmo de Palermo, de Vincenzo Consolo (Debate, 2001), esa lista dirá que le debemos En la frontera y otros de Cormac McCarthyLa buena letra, del propio Chirbes;  o Padres nuestros, de Andrew O’Hagan.
Hay que tener lecturas y criterio para poner en circulación aquello que ahora parece que circula solo. También hay que ser de una pasta especial para, entre una tonelada de manuscritos,  saber ver los primeros libros de autores que ahora parece que siempre estuvieron ahí. Que Bértolo fuera el primer editor de escritores como Ray Loriga, Luis Magrinyà o Marta Sanz da una idea de su modo de usar eso que llaman olfato lector (en los antípodas de algo que él retrata con gracia: "¿De qué trata este libro?" "Trata de vender"). Si a esos le añadimos los nombres de Germán Sierra o Josan Hatero se comprende la labor que luego ha hecho en Caballo de Troya –ahora cumple 10 años- con autores como Mercedes Cebrián o Elvira Navarro, por no hablar de tantos latinoamericanos. “No hay brújula que no implique mapa”, ha escrito.
Las antológicas contracubiertas “anónimas” de esa colección son, además, una de las mejores pruebas de que el Bértolo editor nunca ha terminado de domesticar al crítico que sigue siendo, el que fue hace años en las páginas de este periódico, el que fue más tarde en revistas como Ladinamo. Tal vez por eso sea uno de los pocos editores interesados en recomendarle a un periodista literario un libro no publicado por él mismo.
“Un compromiso es siempre con alguien, y con alguien que pueda reclamar el cumplimiento de ese compromiso, de ahí que frases como ‘compromiso con uno mismo’, ‘compromiso con la literatura’ o ‘compromiso con el lenguaje’ sean vacías y lamentables. No creo posible ningún compromiso que no comprometa, es decir, que no ponga en riesgo nuestro sueldo o nuestro estatus social o profesional, nuestros intereses”. Estas palabras sacadas de uno de los ensayos de Constantino Bértolo retratan, puede que como su catálogo, a este editor nacido en Lugo en 1946 que dicen que se retira. Eso sí, no sabemos si igual que se retiraron los griegos de las murallas de Troya. Será que se jubila.



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