Isabelle Huppert |
Isabelle Huppert admite que se le dan bien los papeles de perversa
La actriz francesa interpreta a una malvada en 'Gracias por el chocolate', de Chabrol
Madrid 1 ABR 2001
Tiene un aire ingenuo y casi místico, pero con un leve cambio de mirada en sus ojos almendrados puede revelar todos los misterios de una despiadada asesina. Recién cumplidos los 46 años, Isabelle Huppert acaba de estrenar en España Gracias por el chocolate, su último papel de dulce perversa a las órdenes de Claude Chabrol. Una de las mejores actrices francesas ha declarado esta semana: 'Debo admitir que se me da bien hacer el mal en la pantalla'.
El Instituto Francés de Madrid dedica un ciclo durante los meses de marzo y abril a la filmografía de esta intérprete menuda e intensa que ha desfilado por películas como La encajera, Madame Bovary o La ceremonia y que ha trabajado a las órdenes de algunos de los mejores realizadores europeos en una lista que va de Bertrand Tavernier y Jean Luc Godard a Joseph Losey y los hermanos Taviani. En un coloquio con periodistas españoles, Isabelle Huppert manifestó que los actores son 'como animales, como caballos que saben en qué sentido quiere el director que vayan'.
A pesar de que en algunas de sus más brillantes creaciones ha encarnado a mujeres perversas, Isabelle Huppert -que ha rodado 62 películas en 30 años- no muestra predilección por un tipo de papel concreto. 'Al fin y al cabo', señaló, 'las películas o los papeles obedecen más a una cuestión de ritmos que de géneros. Así pueden darse comedias lentas o dramas rápidos'.
En la cima del cine europeo desde hace años, Huppert ha rodado poco en Estados Unidos. 'He trabajado en tres o cuatro películas en América, pero ninguna ha sido un éxito precisamente. De todos modos, Estados Unidos no representa una obsesión para una actriz francesa. El sueño americano existe, pero es muy relativo'. Al hilo de esta reflexión, Huppert confesó que le apetecería más trabajar en el cine asiático. 'El mapa del mundo cambia', dijo, 'y algunas de las propuestas más interesantes ahora vienen de Asia'.
Su reciente visita a Madrid ha significado la primera vez en que Isabelle Huppert ha presentado una película en nuestro país. 'Lo cierto', explicó, 'es que las actrices francesas trabajan poco en España. Durante mucho tiempo ha funcionado un eje de coproducciones entre Francia e Italia, pero esa colaboración no ha incluido a España'. Esta actriz, premiada y adorada en media Europa, nunca ha recibido una oferta para trabajar en una película española.
Estrenado el pasado viernes en las salas españolas, Gracias por el chocolate es un filme de intrigas e historias ocultas en un ambiente burgués de Suiza. Su director, Claude Chabrol, ha definido así el espíritu de la película: 'Intentamos ilustrar esta idea de la perversidad desmontando las certidumbres más evidentes de nuestra sociedad. La idea fundamental de Gracias por el chocolate es que todas las certidumbres se van desvaneciendo a medida que el relato avanza'.
La ironía como salsa
A su vez, la Huppert califica su personaje como el de una mujer triunfadora, rica y aparentemente feliz. 'Pero en el fondo', apostilla la actriz, 'se siente vacía y huérfana porque no puede acceder al mundo de sensaciones creativas de su marido, que es un famoso pianista. En realidad, se comporta como una niña que no hubiera crecido'. A juicio de Isabelle Huppert, Gracias por el chocolate traza dos mundos, el de aquellos que tienen acceso a la creación artística y aquellos que no.
La película, en cuyo reparto acompañan a Huppert el veterano Jacques Dutronc y la debutante Anna Mouglalis, contaba con otro título en una fase inicial. 'Pero al final', contó la protagonista, 'Chabrol optó por Gracias por el chocolate. La ironía de Chabrol a lo largo del filme es como la salsa del chocolate. A mí me gusta el título, porque el chocolate es el hilo conductor y cada uno puede soñar lo que quiera con el chocolate. Se dice que es afrodisiaco, se puede preparar con leche, negro, con almendras...'.
A orillas de un plácido lago suizo, Isabelle Huppert interpreta a la propietaria de una fábrica de chocolates, una sustancia tan dulce como indigesta. Siempre depende de las combinaciones en su elaboración. Esa dualidad eterna es la que, una vez más, ha bordado esta actriz francesa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de abril de 2001
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