sábado, 23 de noviembre de 2002

Edith Wharton / El arrecife / Vía de infelicidad

Edith Wharton 

EL ARRECIFE

Vía de infelicidad


JOSÉ MARÍA GUELBENZU
23 NOV 2002


Un diplomático en ejercicio, George Darrow, que espera reunirse con un amor de juventud, ahora viuda reciente, Anna Leath, recibe una carta de ésta en la que pospone la inmediatacita de ambos en Francia. Impaciente e inquieto, Darrow embarca para París a pesar de todo. En el camino encuentra a una joven a la que conoció de pasada cuando ella era medio secretaria de una mujer adinerada, y vulgar,la señora Murrett, a cuyo círculo acudía el diplomático. Entre los dos se producirá un corto encuentro que pronto se deshace. Cuando, al fin, Darrow se reúne con Anna en la casa de campo de su madre, Madame de Chantelle, varios día más tarde,aquélla le presenta a la nuevainstitutriz de su hija Effie: es la muchacha con quien Darrow tuvo la aventura de París, Sophy Viner.



EL ARRECIFE

Edith Wharton Traducción de Juan Jesús Zaro Alba. Barcelona, 2002 392 páginas. 19,80 euros

El arrecife, novela inédita en España hasta hoy, pertenece a la gran época de producciónnarrativa de su autora, la que vade 1910 a 1920. Es un decenio que se abre con Ethan Frome, contiene la novela que comentamos, Las costumbres del país y Estío y se cierra con La edad de la inocencia. De 1907 es su otra única novela -corta- de ambiente francés: Madame de Treymes. El arrecife está dividida en cinco partes, la primera de las cuales tiene por protagonista a Darrow, luego se comparten puntos de vista y en las dos últimas partes, Anna Leathse erige en la referencia absoluta de la novela.
He comenzado por contar el primer planteamiento del conflicto para dejar claro enseguidael fondo melodramático de esta historia, en especial cuando empieza a complicarse con la entrada en escena del hijastro de Anna, Owen. El gran crítico norteamericano Alfred Kazin opinaba, a propósito de la recurrentecomparación literariaentre Edith Wharton y Henry James, que mientras "para James, los problemas emocionales de sus personajes fueron la expresión representativa de un mundo más vasto de habla, modales e instinto, cuya significación era lógica y universal (...) para Wharton (...) la novela se convirtió en complicada expresión del ego". En este melodrama encontraremos un relato de victimización, como gustaba Kazin de calificar el modo de Wharton.
Sophy es una muchacha de clase media baja que debe subsistir por sus propios medios. , sin excesivas esperanzas de cambio.Cuando ella tiene que recordarle a Darrow que lo conoció en casa de la señora Murrett mientras él perseguía a lady Ulrica Crispin, le dice, significativamente: "Todos (el servicio) éramos invisibles para sus ojos, pero nosotros veíamos". Para Sophy, la aventura con Darrow es una oportunidad única de tocar el gran mundo con las puntas de los dedos. El entramado de detalles, observaciones y actitudes que teje Wharton dibuja la situación puntada a puntada a medida que su labor de bordadora avanza y el resultado es un serio dibujo. Si no hay gran hondura, hay un diseño y ejecución muy bellos, con elipsis como la del capítulo final de la primera parte, verdaderamente extraordinarias.

La vida anterior de Anna

Leath se resume en dos opiniones, la de su extinto marido, el señor Leath, según el cual "la vida era como un paseo por un museo perfectamente adornado" y la de una Anna que, metida en su burbuja, acaba "resignándose a la idea de que la 'vida real' ni era real ni era vida". Sophy, en cambio, sí que es la vida real, a conciencia y desde abajo. Y Darrow representa al elemento masculino que se mueve entre su mundo social y el mundo real. Como la situación se complica gracias a Owen, el hijastro de Anna, fruto del anterior matrimonio de su marido, nos vamos de cabeza a un melodrama en el que el lío sentimental se bate a brazo partido -porque Edith Wharton no tenía un pelo de tonta- con la novela de actitudes admirablemente observadas.
Hasta que... en un arranque de temperamento, la autora se juega el todo por el todo -ya lo venía tramando de todos modos- , eso es evidente, pero al fin da el salto-y se va por el personaje de Anna Leath. Ella es, respecto de la realidad y complejidad de la vida, una insustancial; pero no lo es respecto de sus sentimientos. Y ahí es donde Wharton se luce: las dos últimas partes son el camino de Anna Leath hacia su infelicidad y la de los demás debido a su imposibilidad de comprender el mundo y comprenderse a sí misma fuera de los límites que se ha impuesto, pero lo que su figura tiene de grandeza dramática y desolación está exprimido al máximo y la novela se cierra en alto, mereciéndose con todos los honores pertenecer a ese decenio dorado de la narrativa de Edith Wharton.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 23 de noviembre de 2002

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