40 años en busca del octavo pasajero
Un documental en el festival de Edimburgo analiza orígenes, claves e impacto de 'Alien', la célebre película de Ridley Scott
Tommaso Koch
Edimburgo, 28 de junio de 2019
Faltaba algo y Dan O’Bannon lo sabía. Sin embargo, no conseguía descubrir qué. Una y otra vez, su borrador se estrellaba contra la página 29: más allá, solo había niebla. Memory, el proyecto que escribió en 1971, hablaba de un grupo de astronautas que viaja por el espacio. Cuando su nave recibe una señal, investigan su procedencia. Aterrizan en un planeta que acaba influyendo sobre ellos. Y punto. El filme no podía terminar ahí, pero O’Bannon no veía la salida. Por lo menos, el huevo embrionario de Alien, el octavo pasajero estaba colocado: solo necesitaba que se acercara una buena idea para asaltarla.
Intervino, entonces, un trío peculiar. El morbo de Crohn, que O’Bannon comenzó a padecer, le dio dolores casi mortales pero también una inspiración. Su pasión por los insectos llevó su mente hacia las avispas parásitas. Finalmente, compartió sus ocurrencias con su amigo y guionista Ronald Shusett. Pocos días después, este aportó la luz: “¡Un alienígena viola a uno de los astronautas! Salta sobre su cara y le deja su semilla“. Concordaron que, después, emergería de su pecho. O’Bannon lo celebró: “Creo que ya lo tenemos todo”. El resto es historia.
El propio Shusett lo recuerda en Memory: The Origins of Alien, un documental de Alexandre O. Philippe que se proyecta estos días en el festival de cine de Edimburgo –al que este diario ha sido invitado por la organización-. El filme pone la lupa sobre la génesis y el impacto de la obra maestra de Ridley Scott, de cuyo estreno se cumplen 40 años. A través de entrevistas con miembros del equipo original y expertos, vídeos de archivo de O’Bannon o H. R. Giger, el artista que ideó el aspecto del xenomorfo –ya fallecidos ambos-, y fragmentos del guion, Memory: The Origins of Alien analiza las claves que contribuyeron a forjar el mito. Se subraya la influencia de Lovecraft, de las furias de la mitología griega, de filmes como El enigma de otro mundo o Terror en el espacio, o del cómic Semillas de Júpiter. O se rememora cuando Scott se encerró en un cuarto a leer el guion y desde fuera solo se le escuchaba repitiendo: “¡Joder!”, “¡Joder!”.
Y eso que, antes que los tripulantes de la Nostromo, muchos intentaron abatir a Alien. O’Bannon y Shusett necesitaban un dinero que nadie estaba dispuesto a darles, por más que vendieran su obra como “Tiburón, en el espacio”. Aquello era distinto y daba vértigo a los inversores. Finalmente, tras demasiados noes, apareció la compañía Brandywine. Aunque sus responsables metieron mano al guion, chocando con los creadores originales. El propio Shusett les reconoce sin embargo que introducir el androide Ash fue brillante.
Las conexiones de Brandywine con Fox, que había rechazado el proyecto, y sobre todo el éxito en taquilla de Star Wars en 1977, subieron a bordo también a la major. O’Bannon fue descartado para la dirección, que recayó en un joven que había asombrado a la industria con Los duelistas. A Ridley Scott se debe también mucho de la leyenda de Alien: su ritmo lento –“durante 45 minutos no ocurre nada”, defiende un experto en el documental-, las apariciones mínimas del xenomorfo –apenas cuatro minutos-, la incomodidad constante, las repetidas alusiones sexuales. En Memory, se cuenta que Scott, aburrido ante las dudas de Fox, dibujó todo el storyboard de la película. Cuando lo entregó a la compañía, le duplicaron el presupuesto, hasta superar los ocho millones de dólares. El trío decisivo fue completado por H. R. Giger, quien dibujó las inquietantes formas de Alien, inspirándose, entre otras cosas, en Tres estudios para figuras en la base de una crucifixión, de Francis Bacon.
De ahí Giger sacó, en parte, la forma de la criatura en la secuencia del pecho. Para Ridley Scott, de aquel momento dependía todo el filme. Tanto que el reparto hubo de esperar en otra sala, durante horas, a que el plató estuviera listo, incluida la marioneta que debía romper las entrañas y la camiseta de Kane. Los intérpretes sabían a grandes rasgos qué ocurriría, pero su reacción de sorpresa es tan real como el disgustoso olor que inundaba la habitación. Veronica Cartwright, que interpretaba a Lambert, recuerda que se vio de golpe empapada de sangre, y hasta se resbaló. Yaphet Kotto (Parker) se pasó la tarde sin hablar con nadie.
Desde entonces, sin embargo, millones de cinéfilos han debatido sobre ello. Y sobre el filme. Una estudiosa afirma en Memory que “Alien va de la culpabilidad de la sociedad patriarcal: la fantasía del embarazo masculino, la penetración, la violación…”. La cineasta Axelle Carolyn recuerda la casualidad de que Ripley fuera una mujer –O’Bannon escribió los personajes sin especificar su sexo- pero destaca: “Es delirante que no tengamos tantos papeles femeninos tan buenos”. Otros entrevistados de Memory ven una crítica al imperialismo (el mismo año en que se estrenó Apocalypse Now) o la reflexión sobre la clase obrera. Al fin y al cabo, Alien no habla de princesas y caballeros: se centra en trabajadores, que se llaman por sus apellidos, cumplen órdenes y luchan por sobrevivir. “Es un filme realista”, se atreve uno de los entrevistados de Memory. “Star Wars nunca sería posible. Alien, en un futuro, sí”. Cuesta considerarla una buena noticia.
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