jueves, 24 de julio de 2003

Siri Hustvedt / Todo cuando amé / Reseña





Siri Hustvedt

Todo cuanto amé

Trad. Gian Castelli. Circe. Barcelona, 2003. 453 págs, 24 euros

JOSÉ ANTONIO GURPEGUI
24/07/2003

“A Paul Auster” reza la dedicatoria de esta Todo cuanto amé y también a Paul Auster dedicó Siri Hustvedt su primera publicación, el volumen Los ojos vendados (1992). 


Ello puede inducir a pensar que Hustvedt toma a Auster como paradigma de la narrativa actual, pero no, las dedicatorias encuentran su sustento en el terreno familiar más que el artístico. Porque Hustvedt tiene su propia voz, y un estilo propio y singular como ya demostró en la anterior El hechizo de Lily Dahl (1996). Esta tercera Los ojos vendados es superior a la anterior pero los nexos entre una y otra resultan, cuando menos, llamativos. En El hechizo encontramos a una joven obsesionada con un pintor en este caso es el profesor y crítico de arte, Leo Hertzberg, quien se siente artísticamente atraído por la obra de un pintor desconocido, Bill Wechsler, con quien llegará a entablar una profunda relación amistosa. También volvemos a apreciar la atracción por narrar escenas cargadas de sensualidad, tragedias familiares, o los “flir-teos” con tramas próximas a la novela negra y escenas escabrosas, que maneja con la maestría de una consumada veterana pese a contar tan sólo con tres títulos.

Como ya se ha adelantado el argumento gira en torno a la amistad entre Leo y Bill. Bill es un pintor que se gana la vida trabajando por las mañanas y dedica las tardes a pintar. Pero la suya es una pintura que no encuentra acomodo en las galerías comerciales, se trata de cuadros de una mujer que titula autorretrato. Leo encuentra por casualidad uno de estos cuadros y lo compra -es el primero que ha vendido Bill- y se interesa por la identidad del autor. A partir de entonces comienza entre ellos una intima amistad, ambos con sus familias veranean juntos en Vermont e incluso Bill compra un apartamento en el mismo edificio donde vive Leo. Ahora, dos décadas después de los acontecimientos -la acción abarca el último cuarto del siglo XX- Leo, aquejado de “degeneración muscular” en los ojos, rememora como fueron aquellos años. él estaba casado con Erica, pero sentía una innegable atracción por Violet, primero modelo y después segunda mujer de Bill. Se había divorciado de su primera esposa, Lucille, cuando su hijo Mark tenía 4 años. Mark había nacido el mismo año que Matt, hijo de Leo y y Erica. Desgraciadamente Matt murió en un estúpido accidente en un campamento de verano y Leo “adoptó” a Mark como si fuera su propio hijo cuando Bill murió de un ataque cardiaco. Pero Mark lleva una vida especialmente turbulenta, las drogas están a punto de causarle la muerte y roba dinero a Leo, pero todo eso no es nada con el asesinato en que se ve involucrado. Y así llegamos a las ocho y media de la tarde del 30 de agosto de 2000, cuando Leo decide “dejar de mecanografiar para sentarme en mi butaca y descansar la vista. Lazlo llegará dentro de media hora para leerme” (450). 

La novela oscila entre dos polos claramente definidos, por una parte un pormenorizado tratamiento de las implicaciones del mundo del arte, por otra una subtrama, que termina imponiéndose, próxima al “thriller” psicológico. Estas dos variantes narrativas a primera vista tangenciales, logran armonizarse de manera que se complementan formando un conjunto armónico, sin disonancias; lo que se traduce en un claro exponente de la habilidad narrativa de Siri Hustvedt. Una autora que, sin duda, tiene todavía mucho que decirnos. 


EL CULTURAL




No hay comentarios:

Publicar un comentario