lunes, 27 de abril de 2015

Cesare Pavese / Indisciplina



Cesare Pavese
INDISCIPLINA

El borracho deja atrás las asombradas casas.
No todos se atreven a caminar borrachos
a la luz del sol. Tranquilo cruza la calle
y podría atravesar los muros, que los muros están ahí.
Sólo un perro se pasea de aquel modo, pero un perro se detiene
cada vez que siente a la perra y la huele con cuidado.
El borracho no mira a nadie, ni siquiera a las mujeres.

Por la calle la gente, molesta al verlo, no ríe
y no quiere que esté el borracho, pero muchos tropiezan
por seguirlo con la mirada, de nuevo mirando al frente
maldiciendo. Tan pronto pasó el borracho,
todos en la calle se mueven más lento
bajo la luz del sol. Si alguien corre
como antes, ese alguien nunca será el borracho.
Los otros miran, sin distinguir, a las casas y al cielo
que continúan estando, aunque nadie los vea.

El borracho no ve ni cielo ni casas,
pero sabe que están, porque tambaleante camina un tramo
claro como las franjas en el cielo. La gente confundida
no comprende para qué están las casas
y las mujeres no miran a los hombres. Todos
tienen cierto miedo a que de repente la ronca
voz explote cantando y los persiga por el aire.

Cada casa tiene una puerta, pero es inútil entrar.
El borracho no canta, pero tiene un camino
donde el único obstáculo es el aire. Suerte
que de este lado no haya mar, porque el borracho
caminando tranquilo entraría en el mar
y, desaparecido, seguiría en el fondo el mismo camino.
Afuera la luz siempre sería la misma.


Cesare Pavese
Trabajar cansa, 1933


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