Alberto Moravia |
Alberto Moravia
"Mi vida siempre ha estado influida por las cosas que no quería"
GABRIELA CAÑAS
Madrid 13 MAY 1986
Alberto Moravia está de moda en Italia. En estos momentos cuatro obras suyas se anuncian en las carteleras de su país. Moravia, que estuvo en Madrid la pasada semana, asegura a sus 79 años que la caraderística fundamental de su vida es que ha estado mas influida por las cosas que no quería que por las que quería."No quería la guerra y hubo guerra", dice. "No quería el fascismo y hubo fascismo. No quería enfermedad y he tenido enfermedad".
Se han estrenado dos comedias suyas en Milán y Roma, El Ángel de la Información y El Cinturón.Otras dos obras, Date la vuelta y Háblame y una versión teatral de su novela la ciociara, llevan meses en cartel. Cuando se le pregunta si hay algún nexo entre las cuatro obras, luce su seca ironía: "Sí, que las he escrito yo".
Pregunta. A usted le gusta mucho viajar.
Respuesta. Los viajes se basan en el exotismo. Se busca en otras partes lo que se cree que no se puede encontrar en casa. Por ejemplo, Stendhal estaba enfermo de exotismo italiano, y Merimee de exotismo español.
P. ¿El viaje es una fuente literaria o es una fuente de vida?
R. Es una fuente de vida.. nunca he escrito novelas sobre África, pero he hecho viajes bastante complicados. Por ejemplo, por dos veces he recorrido el río Congo. He hecho el viaje de Conrad en Corazón de Tinieblas, y el viaje de Gide, Voyage a Congo, pero no he escrito novelas sobre el Congo, sólo artículos. Todas mis novelas se desarrollan en Roma y en sus alrededores.
P. ¿Es el viaje una evasión de la vida cotidiana?
R. No. No es una fuga, es un extrañamiento. Un viaje es un trauma, un choque. El viaje no es agradable. muchas veces lo desconocido es desagradable, pero a mí me sienta bien a la salud. Me divierto mucho, pero de una manera no turística. Es como una prueba. Por ejemplo, en Zaire tardé 16 horas de viaje para hacer 200 kilómetros. Dormí en el suelo o comí de lata, de pie, en la selva. Allí no hay hoteles, no hay gasolina, sólo existen los misioneros, que son pobres y viven en unas habitaciones rudimentarias.
Amor, amigos, muerte
P. ¿Es decadente la vida europea?
R. No es decadente, es cómoda.
Alberto Moravia escribió su primera novela, Los indiferentes, cuando todavía no había cumplido los 17 años. Todavía recuerda hoy que comenzó a escribirla en octubre de 1925. "Mi padre era arquitecto, pintor diletante. La mía era una familia burguesa normal. Yo soy el que no era normal. Durante mi niñez y juventud estuve enfermo. Tenía tuberculosis ósea y pasé cinco años en cama, así que leía mucho".
Su gran actividad literaria comenzó después de la II Guerra Mundial, cuando produjo Agostino, El desprecio, La campesina, El aburrimiento, La romana... Alberto Móravia no tiene descendencia. "Nunca he podido tener un hijo porque con mi primera mujer, Elsa [Morante], hubo la guerra y unos acontecimientos que nos impidieron tener uno. Luego, cuando quisimos tener hijos, también hubo otros problemas... Me gustan mucho los niños, pero no siento la necesidad de tenerlos".
Su novela La vida interior, publicada en 1979, fue secuestrada en Italia por obscena. Su última novela, El hombre que mira, está muy relacionada con su honda preocupación sobre la energía nuclear preocupación que trasladó al Parlamento Europeo como miembro del mismo.
Ahora está escribiendo una novela "sobre la necesidad de la familia". Se trata de una necesidad que tampoco siente él particularmente. "Supongo que si existe la familia es que existe la necesidad".
Alberto Moravia, casado desde enero con la tudelana Carmen Llera, de 31 años, estuvo en Madrid para hablar de su propia literatura y de su amigo Pier Paolo Pasolini. Hace ahora 10 años, Moravia vino a España para hablar también del cineasta. "Yo era muy amigo de Pasolini. Estuve con él cuatro veces en África; en Marruecos, en Tanzania, en Mafi y en Nigeria. Y también estuvimos una vez juntos en la India".
La amistad es para Alberto Moravia "una forma de estar juntos sin hablar"; es posible que por ello se cierre en frases tajantes cuando habla de su amigo.
P. ¿Qué es lo que más le atraía de Pasolini?
R. Que era completamente distinto a mí.
P. ¿En qué?
R. En todo.
P. ¿Qué cosa valora de la amistad?
R. Es una: forma de estar juntos sin hablar.
P. ¿Le molesta hablar, explicarse?
R. No, pero para comunicarse a través de la amistad no hacen falta palabras. Me gustaba hacer cosas con Pasolini, como viajar.
P. ¿La pérdida de una amistad es también la pérdida de una parte de sí mismo?
R. Cierto. La muerte de Pasolini fue una catástrofe. Pasolini no tenía muchos amigos. Yo tampoco tenía entonces muchos amigos. Él era uno de ellos.
P. ¿Cómo ve usted la muerte?
R. No veo la muerte. Es el final de la vida. Si no hay vida no hay muerte. Si no hay muerte no hay vida. No lo pienso más. He estado a punto de morir muchas veces; por lo menos tres. He tenido muchas enfermedades. La última vez estuve a punto de morir por una flebitis, y me di cuenta de que no me importaba morir. Hay formas sencillas de morir, como el infarto, que te quedas y ya está. Sin embargo, hay otras que llevan consigo inyecciones, curaciones..., formas que te vuelven imbécil, por lo que no te das cuenta de que te mueres.
P. Lo peor es la decadencia...
R. Sí. Pero se muere de enfermedad, no de decadencia.
P. Dijo usted una vez que los artistas rara vez son revolucionarios.
R. El arte es conservador. Conserva la realidad; la coloca fuera del tiempo. Por eso el artista tiende a ser conservador, pero como está muy cerca de la naturaleza también es revolucionario, porque la naturaleza no es conservadora.
P. Es una contradicción.
R. Pero nosotros vivimos de contradicciones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de mayo de 1986
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