lunes, 19 de julio de 2021

Gilles Lipovetsky / Hasta los 17 años no leía nada

 


Gilles Lipovetsky

Hasta los 17 años, no leía nada

Jafet Gallardo 
5 de junio de 2018

El filósofo francés dice que la lectura no nos hace felices ni cambia nuestras vidas, sólo nos proporciona un placer pasajero. En todo caso, la masturbación es mucho más efectiva y el poliamor no es otra cosa que una manifestación de hedonismo.

(1) ¿La modernidad y el vacío son inseparables?

La modernidad como la analiza Nietzsche es inseparable del vacío, porque la modernidad es la muerte de Dios, es decir, una sociedad secularizada que ya no está organizada por la religión. Otros autores desarrollaron más esta misma concepción diciendo que la modernidad era el nihilismo. Esto quiere decir que es una sociedad que funciona con la racionalización. Por lo tanto, ya no hay valores, sólo la eficacia. Y por lo tanto, el vacío.

(2) ¿La eficacia se vuelve un valor?

No. Eso destruye los valores. Ser más y más y más productivo, no tiene sentido. Es una competencia interminable. Eso es sólo es una parte de la realidad, porque la modernidad es la producción y la creación de un cierto modo de valores: libertad, la igualdad, democracia, tolerancia. Por eso no hay sociedad moderna sin cierto tipo de valores. Y ésos son los valores que utilizamos para criticar: cuando hoy en día vemos a los Indignados, ellos denuncian el mundo actual en nombre de la justicia; cuando denunciamos ciertas formas de publicidad, porque ellas no respetan la honestidad; cuando la gente da dinero para las víctimas de las catástrofes, se sienten solidarios. Cuando la gente protesta para que los homosexuales puedan casarse o adoptar hijos es porque creen en un cierto número de valores. Es una visión demasiado simple el analizar la modernidad solamente en términos del nihilismo.

(3) ¿Entonces usted no piensa que ser moderno es estar vacío?

No. Y voy a darle algunos ejemplos vitales. Nos encontramos en plena hipermodernidad, nunca ha habido tanta creación de asociaciones de beneficencia, gente que ofrece su tiempo, que hace cosas y que quiere sentirse útil. Si fuéramos totalmente nihilistas, solamente existiría el negocio y los dólares. Obviamente el negocio es muy importante para todo el mundo, pero no es el “todo” de la vida.

(4) Modernidad, posmodernidad, hipermodernidad son demasiados conceptos. ¿Verdad que se puede ser feliz sin conocer ninguno de ellos?

Absolutamente. Nunca he pensado que el conocimiento brinde la felicidad. Tampoco la desdicha. Pero no comparto la opinión de mis amigos filósofos que piensan que la filosofía es la vía de la felicidad o que ayuda a ser feliz.

(5) ¿No es agotador filosofar todo el tiempo?

No, para mí no. Yo mezclo, como han visto en mis libros, el pensamiento con la vida cotidiana. No es una abstracción total. La abstracción total me provoca dolor de cabeza, porque no se comprende bien. Pero a mí me da placer el intentar comprender las cosas pequeñas: la moda, la pornografía, la publicidad. Eso me estimula. No sólo como consumidor. De hecho como consumidor no me estimula tanto. Pero para el pensamiento, sí.

(6) Porque el pensamiento es un tipo de lujuria.

No, desgraciadamente no (ríe). El pensamiento es trabajo, pero también es placer de vez en cuando. No siempre. Después de todo, hay pocas cosas que son siempre placer. Hay mucha gente que declara que se aburre en vacaciones. Y frente a la televisión, ¿siempre estamos gozando? Pero desde mi perspectiva, el gozo no es algo que podemos sentir siempre. Hay momentos en que para sentir placer hay que proponérselo o bien, se necesita cierto número de experiencias para poder gozar de él. Digamos que a alguien le gusta tocar el piano: si no se pasó horas estudiando, no experimentará el placer de tocarlo. Podrá tocar cualquier cosa, pero no sentirá placer. A menudo oponemos el placer y el gozo a la educación y el trabajo. Esto tiene sólo una parte de verdad. Porque puede haber un cierto tipo de placer que sólo existe porque uno tiene alguna experiencia.

(7) Cuando era niño, ¿cómo imaginaba a los filósofos?

Lo recuerdo muy bien. Antes de que yo comenzara a hacer filosofía, ni siquiera sabía de qué se trataba, así que no tenía ninguna ambición filosófica. Incluso, para hacer una confidencia aquí y darle optimismo a ciertos padres, yo nunca leía. En la vida, cuando se tiene una pasión, las cosas cambian. Pero hasta los 16 o 17 años, no leía nunca. Como puede verse, la vida no está trazada.

(8) ¿En este mundo moderno ser un filósofo es un lujo?

Sí. Porque no tiene una utilidad. Es una dicha. La lectura no te va a hacer feliz, pero te puede brindar un momento de felicidad al comprender algunas cosas. No te va a cambiar la vida: sigues con tus problemas, con tus hijos, con tu trabajo, nada cambia. Pero hay un placer casi estético al decir “sí, ya entiendo”.

(9) ¿Sería usted tan amable de explicar qué cosa hace un filósofo?

El filósofo reflexiona sobre cosas que no necesariamente son útiles, pero que le dan un sentido a las cosas y que el ser humano también necesita. Puedes mirar la publicidad, las películas, sin preguntarte muchas cosas. Pero también puedes mirar una película, ir al supermercado e intentar comprender cómo es todo eso. El pensamiento es el lujo del sentido.

(10) El humano está lleno de lujos a pesar de que conoce su destino final. Voy a llevarlo a un terreno burdo. La masturbación es un placer cuyo final ya conocemos…

(interrumpe) La masturbación no es un lujo (ríe). Hay mucha gente rica… (bromea)

(11) Usted no es de los que cree que el fin del mundo llegará de la mano del individualismo y la economía de mercado.

No, pienso que existen problemas de gran amplitud. Soy optimista en la razón. Sé que no está de moda, hoy más bien tenemos escepticismo, crítica; por ejemplo, la ecología dice que vamos hacia el abismo o el desastre con la contaminación y el clima. Estoy fascinado por el poder inventivo de la inteligencia humana, que gracias a la ciencia y a la técnica resuelve todos los días problemas que uno pensaba imposibles. Hay una frase de Marx, que no es uno de mis autores, pero que dice: “la humanidad sólo se plantea problemas que pueda resolver”. Sé que hoy esto es muy criticado, pero me parece que esa frase aún es justa.

(12) ¿La gran debacle será entonces ambiental?

No me adhiero al catastrofismo de los ecologistas, que quieren hacernos dejar de gozar, una actitud que nadie quiere, excepto ellos. Nadie quiere renunciar, salvo los ecologistas, y sólo en su discurso. [Baruch] Spinoza dice en alguna parte que no sabemos lo que puede un cuerpo. Yo iría más allá y diría: “no se sabe lo que puede la razón”. Cuando uno ve en tan pocos años, en un siglo, la exploración del espacio, la transformación de los tejidos, de los seres vivos, de las plantas, de la tierra, podemos considerarlo con una visión catastrófica, pero también podemos ver el ingenio humano, que resuelve los problemas cada vez que se encuentra entre la espada y la pared. Reconozco que eso es un fondo de individualismo, pero no estoy de acuerdo con el Papa: para él, el individualismo es el diablo. Para mí no lo es.

(13) Vivimos en una época de velocidad que parece exagerada. Esa velocidad, ¿existe también en los sentimientos?

Probablemente. Suele decirse que hoy tenemos fidelidades sucesivas. Antes, hacíamos un proyecto para toda la vida y hoy tenemos compromisos de una duración determinada, más cortos. Pienso que esto se debe a una sociedad que “solicita”. En una sociedad cerrada, donde cambian muy pocas cosas, en un pequeño pueblo, hay una decena de mujeres con las que te puedes casar. Hoy en día tienes millones. Y a eso añádele Facebook (ríe). Simplemente, el imaginario es más rápido.

(14) ¿Cómo es el amor y la sensualidad en esta época en la que la velocidad parece haberse convertido en un valor?

La velocidad es algo incompatible con la sensualidad. La velocidad provee gozos. El gozo de la velocidad como tal, en nichos muy precisos. Pero globalmente, en el “coger”, en el turismo, en la comida, ¿cómo puedes tener un goce sensual si lo haces rápido? Es como beber un vaso de agua a toda velocidad. Sí, te hace bien, pero no implica placer. La sensualidad exige cierta lentitud, es un arte del tiempo. Pienso que en una sociedad de la velocidad hay que rehabilitar un cierto arte de la lentitud.

(15) ¿El poliamor es un regreso al comunitarismo o es una muestra de individualismo exacerbado?

Es una prueba de individualismo ampliado. Porque es algo elegido. Mientras que el comunitarismo antiguo es el poder de un grupo sobre los individuos, en el otro las cosas vienen por gusto. Pueden gustarte intercambios múltiples, es una forma de rechazar sentirte atrapado en una relación exclusiva, de poder llevar un juego complejo, difícil, pero que pienso que es legítimo y no me choquea. Pero me parece una manifestación típicamente individualista y hedonista.

(16) La modernidad exige nuevos valores. ¿Cuáles son?

No los exige, está fundada en nuevos valores. Desde el siglo XVIII, la modernidad se construye como un sistema de valores: libertad e igualdad. Los valores democráticos. La aventura de la libertad no ha terminado.

(17) Su trabajo es pensar. ¿Cómo ha cambiado eso la forma en que la gente se le acerca?

Sabe, la mayor parte del tiempo estoy en mi casa, encerrado, trabajando. La gente tiene la gentileza de invitarme. Cuando puedo, asisto, y me reciben generalmente muy bien. Eso infla el narcisismo. Uno se siente contento de ser apreciado. Quizás eso multiplica el círculo de las relaciones que uno tiene y eso es más agradable que ser alguien anónimo.

(18) ¿No es raro ser famoso por pensar?

Sí, pero uno no lo vive así. Comprendo la pregunta. Desde el exterior, sí. Pero por dentro, no eres eso. Por dentro, uno tiene sus problemas personales, un libro que está haciendo, un pasaje difícil, la persona que uno ama no está ahí o se están separando. Mil preguntas más que hacen que no seas esa imagen de ti mismo. Esa imagen es un placer, pero no es todo. Ahora intento responder a una escala sociológica. Su pregunta tiene sentido, porque es cierto que la celebridad, la fama mediática antes no tocaba a los intelectuales. Y eso es una situación de la hipermodernidad.

(19) Las drogas, ¿a cuál etapa ­–modernidad o hipermodernidad– pertenecen?

En esencia, pertenecen a la modernidad, con los artistas. Están los textos de Baudelaire. Hay ciertas manifestaciones en el mundo moderno, ciertos artistas que vieron en las drogas el medio de la creatividad, para estimular la imaginación. Pero en la hipermodernidad, hay dos cosas que cambiaron respecto de esta actitud inicial: primeramente, se trata de un puro nivel de hedonismo, no a nivel del arte. La gente se mete cocaína para divertirse, para pasársela bien, no para escribir un poema. Es simplemente para el gozo. Y en segundo lugar, se ha vuelto hipermoderno porque se ha hecho un fenómeno de masas. Antes eran un pequeño número de artistas e intelectuales, muy restringido; hoy las proporciones son gigantescas.

(20) ¿Le molesta haberse convertido en una suerte de oráculo de la hipermodernidad?

“Oráculo” suena muy gentil, pero yo trato cada día de descifrar poco a poco, para comprender un poco mejor. Pero quiero subrayar que no me he pronunciado mucho sobre el futuro. Tengo creencias, pero en cuanto a ser un oráculo y decir lo que va a pasar, yo no doy lecciones ni soy moralista. El oráculo tiene muchas certidumbres. En cambio yo, en mis libros, digo una cosa pero inmediatamente muestro la otra faceta de las cosas. La hipermodernidad es conflictiva. Ésta es una sociedad que no cesa de desgarrarse a sí misma. Entramos en la velocidad, pero de repente queremos lentitud. Hay contradicciones permanentes.

PLAYBOY



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