Susanna Clarke |
Susanna Clarke: "Nunca pensé que podría volver a escribir un libro"
La autora vuelve tres lustros después con 'Piranesi', una novela borgiana sobre el sentido de la fantasía que acaba de recibir el Women's Prize for Fiction 2021. El 16 de septiembre estará en las librerías.
Este es el enigmático punto de partida de Piranesi (editada por Salamandra), una de las novelas más originales, misteriosas y fascinantes que ha dado el género fantástico en los últimos años. Piranesi es también el regreso triunfal de Susanna Clarke (Nottingham, 1969) tras más de 15 años de silencio editorial.
La escritora británica se dio a conocer en 2004 con la monumental Jonathan Strange y Mr. Norrell, que más tarde tendría versión televisiva a cargo de la BBC (se puede ver en Filmin). Seis meses después de publicar aquel novelón ambientado en una versión alternativa de la Inglaterra del siglo XIX, en la que la magia ancestral volvía a la luz, Clarke empezó a sentir un agotamiento abrumador al que a menudo se unían migrañas, náuseas y fotosensibilidad. A lo largo de estos años ha recibido varios diagnósticos, incluyendo la enfermedad de Lyme, el virus de Epstein-Barr o el síndrome de fatiga crónica, por lo que sigue semiconfinada en su casa de campo de Derbyshire, entregada por entero a la literatura cuando sus síntomas remiten.
«Me sentí increíblemente agradecida y feliz de haber podido terminar de escribir Piranesi, algo que pensé que nunca volvería a hacer», explica la autora por correo electrónico.
¿Puede entenderse entonces Piranesi como una reflexión sobre la soledad producto de su larga enfermedad? «Evidentemente, hay paralelismos entre la situación del protagonista y la de una persona como yo, pero la enfermedad no fue el germen del libro».
Eso ocurrió mucho antes, dice, remontándose a principios de los años 80. «Cuando tenía 20 años me fascinaban los relatos de Borges, en particular Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, La biblioteca de Babel y La casa de Asterión. La extraña atmósfera de esos cuentos se apoderó de mí. Tenía en mi mente esta imagen borgesiana de una gran casa con escaleras y habitaciones, algunas de ellas abandonadas, y mareas que las surcaban poniendo en gran peligro a cualquiera que viviera allí».
A la creación de ese laberinto sin minotauro también contribuyeron los grabados del arquitecto italiano Giovanni Battista Piranesi. Quien da título al libro y nombre al protagonista influyó decisivamente en las descripciones que hace Clarke de La Casa, inspirada en buena parte «en la atmósfera melancólica de sus ruinas y sus extraordinarias cárceles imaginarias».
También hay un singular componente autobiográfico en ese mundo que Piranesi parece condenado a explorar una y otra vez. «Cuando era adolescente vivía en Bradford, una ciudad postindustrial del norte de Inglaterra. Allí había muchísimas fábricas en las que antes se producía tela de lana, pero casi ninguno de los edificios estaba ocupado en la década de los 70. Permanecían inmensos, vacíos y ruinosos, con las ventanas llenas de cielo. Me encantaba estar rodeada de esas construcciones y el dramatismo que emanaba de ellas».
Para Clarke, «la literatura es, sin duda, una forma muy potente de magia: tiene el poder de transportar a los lectores a cualquier parte del mundo o fuera de él». Sus raíces en el género fantástico provienen de su infancia y adolescencia, una época en la que «siempre quería escapar a otros mundos. Me encantaba ese tipo de literatura: Las crónicas de Narnia de C. S. Lewis o la trilogía de Terramar de Ursula K. Le Guin. En cierto modo, todo era muy real para mí. Todavía me resulta difícil darme cuenta de que nunca he caminado por Narnia o por la isla de Selidor en Terramar, porque son lugares que imagino con todo detalle».
Crear sus propios mundos y realidades, sin embargo, le pareceuna experiencia «más frustrante. En el momento en que un escritor termina de crear un mundo, éste pertenece al lector, y ya no puedes volver a visitarlo de la misma manera. Es como un arquitecto que entra en un edificio que ha diseñado: no deja de comprobar si los ascensores funcionan bien y si ha colocado las ventanas en el lugar correcto».
Si el personaje principal de su novela entiende la escritura «como el hábito de la precisión y el esmero», Clarke describe su búsqueda de inspiración de manera parecida al deambular de Piranesi por esas salas infinitas. «Es como vagar por un paisaje mientras recoges cosas que vas encontrando y las examinas con detenimiento. Lo que buscas son aquellas ideas que resuenan con fuerza, que parecen tener raíces hundidas en el subconsciente y en los sueños».
Una tarea que ella realiza de manera desordenada y que describe como «bastante extraña. Aprovecho la escena, el personaje o el acontecimiento que más me preocupa en cada momento, escribo esa parte y la perfecciono hasta que está bastante acabada. Puede que no sepa lo que ocurre entre medias, así que luego tengo que volver al principio y tratar de hacer una narración coherente con todos los trozos, y esa suele ser la parte difícil del proceso». Un gigantesco rompecabezas al que luego se sumará el lector, subyugado también ante la «inconmensurable hermosura» de esa casa que es Piranesi.
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