jueves, 28 de junio de 2012

Poetry Slam / El club de los poetas vivos

Foto de Guy Le Baube

Poetry Slam

El club de los poetas vivos
La poesía ha salido de la modorra de las academias y ha tomado los bares. Una liga de poetas está en marcha para aquéllos que quieran hacerse oír por una audiencia con ganas de que la poesía rompa su intimismo. Pasen y reciten… 
Por CARLOS DÁVALOS 

   La camarera pide a los que están de pie que por favor se sienten para que la dejen circular. No queda un solo asiento libre en el café Libertad 8 de Madrid. Las luces están apagadas pero un reflector queda encendido sobre un estrado. Sobre el escenario hay una chica de pelo rojizo que frunce el ceño antes de sonreír. A su lado hay un poeta o un slammer, como prefieran llamarlo. Ella lo presenta. Lleva gafas de pasta y el cabello ensortijado. El público enmudece antes de que el poeta empiece a recitar. Lo hace con gracia, con cierto carácter histriónico. Por momentos, el público se ríe. Cuando termina, la gente aplaude y lanza gritos. Por las mesas se va pasando una pizarra pequeña para que cada una ponga una puntuación. Ha llegado la hora de votar al poeta que ahora se retira y deja paso al siguiente.




   El Poetry Slam es una competición poética donde cualquiera puede participar y en la que cada noche hay un ganador. Desde hace dos años, los Poetry Slams se vienen llevando a cabo todos los meses en Madrid, “aunque ahora también se organizan en Barcelona, Granada o Jaén”, dice Eloisa Suárez que hasta hace poco fue la presentadora y organizadora del evento en la capital. El primero de todos se hizo en 2008 gracias a una iniciativa del instituto Goethe y en él trajeron a poetas de Alemania y Francia. “El evento tuvo tanto éxito que se decidió implantar de manera regular”.
   Pero el origen de los Poetry Slams data de mucho tiempo atrás, de mediados de los años 1980, cuando Marc Smith, un poeta americano que trabajaba como constructor, decidió comenzar una serie de recitales de poesía en un conocido bar de Chicago de nombre curioso (se llamaba sala Colócame) buscando dar forma y contribuir a los bares de micrófonos abiertos; es decir, donde la gente podía subirse al escenario y recitar libremente sus poemas. La idea de Smith estuvo influenciada por el arte punk y una legendaria disputa entre un poeta, Jerome Salla, y un músico, Jimmy Desmond. Ambos acudían a este circuito paralelo que ya existía en algunos bares y pubs estadounidenses donde la participación del público era tan importante como la del poeta. Una noche de 1980, luego de recitar sobre el escenario, Salla casi es agredido por Desmond, que desde el público le había lanzado una silla sobre la cabeza. La intervención del dueño del Colócame lo evitó, pero Salla retó públicamente a diez rounds poéticos a Desmond. Poco tiempo después montaron un ring en el bar, ambos se disfrazaron de boxeadores, pusieron jueces y hasta chicas en bikini que iban anunciando los rounds con pancartas. Salla ganó las dos veces que se enfrentaron y fue así como Marc Smith cogió la idea e hizo de la competición algo regular. Agregó la palabra Slam, que quiere decir “torneo”, y hasta ahora.
   “En países como Alemania es algo ya muy asentado, hay torneos nacionales que incluyen a Suiza y Austria, y la gente vive de eso”, dice Eloisa, que días después de esta entrevista partiría a Berlín en busca de nuevos horizontes. “Me voy a Alemania porque aquí en España no hay trabajo, si esto del Slam pagara me quedaría, además me gustaría ver como está la escena Slam en Berlín”.



Agrandar el círculo
Las reglas son sencillas y permiten que los poetas compitan en igualdad de condiciones: deben utilizar sus propios textos, sin música, con libertad de tema, pero con un tiempo límite de tres minutos. Uno de los poetas que más veces ha ganado y que más constancia ha mostrado es Rubén Prada, madrileño de 33 años que, de lunes a viernes, se desempeña trabajando en el departamento de recursos humanos de una empresa de logística farmacéutica. Escribe poemas desde los 15 años y descubrió en esto del Slam una buena forma de dar rienda suelta a su creatividad literaria. “El Poetry Slam me ha ayudado a tener menos miedo escénico en las presentaciones que tengo que hacer en la empresa, cuando me toca hablar delante de trabajadores, directores o de un equipo de trabajo. Me ha ayudado a soltarme y a tener mayor desparpajo al enfrentarme a este tipo de retos profesionales”, asegura Prada. “Creo que hay un punto de conexión entre las artes escénicas y el mundo empresarial; al final estás vendiendo un producto, en este caso se trata de un poema”. Por eso sabe qué tipo de poemas pueden funcionar mejor encima del escenario: “Los que funcionan suelen ser los que tienen un enganche fácil y emocional con el público, los que utilizan la palabra de forma efectista, fáciles de captar, porque al final el público los oye recitados y no tiene tiempo de releerlos, ni de pensar en lo que está oyendo. Tiene que provocar un efecto inmediato”.
   Ángela Angulo, de 51 años, es otra de las poetas. Apenas lleva tres presentaciones, pero una de ellas le bastó para ser la más votada del público y por ello fue elegida junto con Prada para representar a Madrid en un torneo nacional realizado en Barcelona con motivo del Kosmópolis. “Empecé muy tarde con eso de la poesía, apenas hace tres años, y me vino a la cabeza de repente. Luego empecé a organizar recitales con amigas y me empezó a gustar y comencé a ir a recitales poéticos”. Antes de apuntarse por primera vez al Slam estuvo asistiendo como espectadora durante un año, hasta que un día no pudo resistir más y se animó a subir. “Hay algo que hace que me encante estar encima del escenario. Voy con un poquito de nervios pero me encanta”.
   Entre los poetas hay algunos que ya no están más. César Blanco se hacía llamar “el poeta 21”, haciendo referencia a los veintiún gramos de peso que todos los seres humanos perdemos al morir. En febrero de 2010 había estado trabajando en un poema acerca del 23-F y del que hablaba con bastante entusiasmo a sus colegas. Lo tenía previsto recitar esa misma semana. Vivía en Vallecas y era artesano. Un día antes del recital, justo el mismo 23 de febrero, murió de un problema de corazón. “Una vez vino al Slam con varios peces de diferentes tamaños, incluidos una red de pesca y un barquito construido. Su trabajo de artesano estaba siempre relacionado con el mundo de la pesca y el mar, el mar aparecía mucho en sus poemas”, dice Rubén Prada, que tuvo oportunidad de hablar con él un día antes de su deceso.
   “Nosotros no hacemos restricciones, de ningún tipo; puede subir al escenario cualquiera que crea tener un buen poema y sepa que lo puede interpretar bien, que puede ponerlo en escena, porque de lo que se trata no es sólo de tener un buen poema, sino también de saber escenificarlo”, dice Eloisa Suárez.
   Dentro de poco saldrá un libro recopilatorio con los mejores poemas de esta primera etapa. “El Slam tiene que crecer. Hemos estado dos años en Madrid germinando este proyecto y lo que tiene que hacer ahora es madurar, expandirse, que sea una escena sólida. Se está pensando en hacer talleres en escuelas y universidades, y también proponer un Slam nacional aquí en Madrid, como ya ha ocurrido en Barcelona. Participar en una serie de eventos extraordinarios como La noche de los teatros, ese tipo de cosas. En otras palabras, agrandar el circulo de difusión y de actividades”.
   La cita es el último miércoles de cada mes. Más información en poetryslammadrid.blogspot.com.




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