Edgardo Corazinksy |
CHARLA CON EDGARDO COZARINSKY
¿Te cuento un chisme?
Sábado, 02 Marzo 2013 08:09
Por Juan Terranova
La bestia equilátera está lanzando en estos días Nuevo museo del chisme, el ya legendario museo del chisme de Edgardo Cozarinsky con veinticinco anécdotas más. El libro lo prologa un ensayo El relato indefendible, “indagación única y preciosa del chisme como núcleo indispensable de la novela –en Henry James y Proust, sí, pero también como indicio informativo de cualquier narración–“. Le hice algunas preguntas a Cozarinsky sobre esta esperada reedición.
¿Cómo ves el libro ahora, en esta nueva reedición, después de tanto tiempo de aparecida su primera versión?
Solo lo veo a través de los demás, en este caso en la mirada de Natalia Meta y Luis Chitarroni, que insistieron en reeditarlo y aceptaron que lo ampliara.
De las anécdotas que incluiste en la nueva edición, ¿cuál es la que más te gusta, la que más a menudos recordás o contás?
La que sigue por la réplica final: Jorge Guinle, vástago de la poderosa familia brasileña que financió la construcción del puerto de Santos y durante nueve décadas guardó su concesión, murió en dorada estrechez. Una vez recuperado el puerto por el estado de Sâo Paulo en 1972, quedó como principal orgullo de la familia el hotel Copacabana Palace que habían edificado en Rio de Janeiro, donde fueron anfitriones de Franklin D. Roosevelt y Nelson Rockefeller. Legendario heredero de ese esplendor, el diminuto “Jorginho” (1m 60cm) fue un seductor cuya atención se focalizó en las estrellas de Hollywood: entre otras, aceptaron su asedio Hedy Lamarr, Veronica Lake, Rita Hayworth, Lana Turner, Ava Gardner y la incipiente Marilyn Monroe a los veinte años de edad. En 1962 “Jorginho” llegó al aeropuerto de Los Angeles con un conjunto de collar y aros de esmeraldas para la ya entonces consagrada Monroe. Al desembarcar se enteró del aparente suicidio de la estrella. Desconsolado, se refugió en su cuarto de hotel y pasó una noche de duelo y alcohol. A la mañana siguiente consultó su libreta de direcciones y llamó a Jayne Mansfield. Tras haber dilapidado la fortuna heredada, “Jorginho” vivió sus últimos años en un cuarto que el Copacabana Palace puso sin cargo a su disposición, así como los servicios de bar y restaurant. Imposibilitado de dar un paso fuera del hotel si no mediaba una invitación, declaró al periodista inglés que lo entrevistaba: “El secreto de ser rico es morir sin un centavo. Yo calculé mal: el dinero se agotó antes que la vida (The secret of being rich is to die penniless. I miscalculated - money run out before life).”
La idea de “museo” remite a lo antiguo, a lo estático, a lo que debe ser admirado, a lo público y lo sublime; la del “chisme”, a lo que está en movimiento, a lo fugaz y efímero, a lo que debe ser ocultado. ¿Cómo se logra la comunión de ambas instituciones?
Por la oposición, algo que siempre me atrajo tanto en lo escrito como en lo filmado: poner en contacto lo que no parece destinado a estarlo, ver qué chispa surge de frotar superficies dispares.
El pedo de Valery, la terquedad de la mujer de Chejov, los falsos baños de Caillois, ¿el chisme denuncia lo ridículo, el gaffe, el equívoco?
Así ocurre a menudo, aunque en general lo hace sabroso descubrir un aspecto desconocido, aun oculto, de la conducta o de las opiniones de un personaje.
¿Qué no puede faltar en una buena anécdota?
La diversión de quien la cuenta, la malicia sin maldad, la compasión sin patetismo.
¿Cómo sería una mundo sin chismes?
Impensable.
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