viernes, 16 de noviembre de 2018

Salman Rushdie / Joseph Anton / Reseña



SALMAN RUSHDIE / JOSEPH aNTON
MEMORIAS DE UN PERSEGUIDO

Un alegato en defensa de la libertad y el arte

“World Press Review”, una publicación norteamericana con la que colaboré durante algunos años y que fue editada entre 1974 y 2004, publicó una vez un exhaustivo número dedicado a China. En su memorable presentación del material, los editores dijeron “lamentar si la revista había dado más información de la que sus lectores deseaban tener”.
Algo similar podía haber dicho en el prólogo a sus memorias tituladas “Joseph Antón” el escritor indio-británico Salman Rushdie. El libro de 686 páginas en la edición Mondadori en español es increíblemente detallista. El escritor parece ansioso por no dejar detalle alguno de su vida sin revelar. Muchas páginas de su libro están dedicadas a amigos muy caros al escritor pero cuyo interés para lectores distantes es muy relativo. Algo similar podría decirse de sus minuciosos relatos acerca de complicadas negociaciones editoriales que difícilmente logren interesar a más de una pequeña parte de los lectores. A pesar de estos excesos, el libro se lee con la tensión y el interés con que se lee una novela de suspenso.
¿Por qué? En primer lugar por la sinceridad con la cual el escritor narra su historia, incluyendo los detalles más íntimos de su vida privada. Salman Rushdie tuvo cuatro mujeres, cada una de ellas tan interesante como complicada, y fue padre de dos niños de mujeres diferentes en distintas etapas de su vida. Asimismo fue un escritor de gran éxito, ganador del codiciado Premio “Booker” el galardón literario más codiciado en Gran Bretaña. Por lo demás, la personalidad de Rushdie es de gran interés por la singular combinación de la cultura absorbida de niño y adolescente en su India natal y la adquirida en el país en el que estudió y construyó su hogar, Gran Bretaña. Escritor célebre, disfrutó de la amistad de otros escritores célebres, desde Harold Pinter a Mario Vargas Llosa, y desde Susan Sontag a Paul Auster, por lo cual nos brinda con naturalidad y sin jactancias un sugestivo testimonio acerca del mundo literario no solo londinense sino internacional. Pero el tema central del libro es sin duda el testimonio de su vida como fugitivo en su propio país luego de haber sido condenado a muerte por el Ayatollah Ruhollah Khomeini, el líder iraní que llegó a su país para terminar con el reinado del duro modernizador de su país, el Shah Reza Pahlevi y terminó siendo un líder mucho más cruel e intolerante que el monarca derrocado.
Rushdie cuenta los detalles de su vida errante, de sus constantes cambios de domicilio, de los detalles de la furiosa campaña del mundo musulmán, incluyendo los radicados en la propia Inglaterra, de la muerte de su traductor al japonés y del atentado contra su traductor noruego, así como la de actos de violencia provocados por musulmanes en manifestaciones contra su libro en distintas partes del mundo. Particularmente interesante es el relato de las ambiguas relaciones del escritor con sus protectores-carceleros de la policía y el Servicio Secreto británico. Cada tanto los jefes de estos organismos lo ponían al tanto de las novedades y éstas durante mucho tiempo fueron muy malas. El régimen iraní había lanzado sus sicarios en su busca para matarlo. No había la menor chance de un ablandamiento: el “establishment” clerical de Irán era categórico : Salman Rushdie debía morir. En algún momento, pareció existir la posibilidad de un acuerdo diplomático secreto.
En Teherán había un gobierno considerado reformista y moderado y al parecer dio algún signo positivo indicando que podría desactivar las células terroristas, aunque nominalmente la famosa “fatwa” (edicto religioso musulmán) que lo condenó a muerte seguiría vigente desde el punto de vista oficial. Lamentablemente no tardó en venir el balde de agua: el poder real, clerical, de línea dura, había vetado la iniciativa. En algún momento de debilidad pensó que podría ganar la “buena voluntad” de sus perseguidores con declaraciones “políticamente correctas sobre el Islam”. Pronto vio que no solo ganó nada, sino que todo intento de rendición solo podía ser contraproducente. Con mucha sensatez optó por la vía inversa: la movilización de la opinión pública mundial en forma enérgica y organizada. No le fue fácil convencer a sus protectores-carceleros, pero finalmente estuvieron de acuerdo en que aparezca de sorpresa en actos de defensa de su libertad no solo en Gran Bretaña sino también en otros países, con la condición de escapar por la puerta trasera ni bien terminado su discurso. La lucha fue larga y difícil. Finalmente Rushdie descubrió que tenía mayores chances de vivir desapercibido en una urbe como Nueva York que en Londres y optó por cambiar definitivamente de domicilio con una gran secuela de complicaciones familiares.
¿Qué es lo mejor del libro? Hay muchas anécdotas sobre polémicas literarias y no literarias sumamente interesantes. Hay detalles curiosos acerca de sus crónicas dificultades domésticas en una vida amorosa muy llena de gozo pero también de dolor. No faltan referencias picantes a sus nada fáciles relaciones con los policías a cargo de su custodia. Pero indudablemente los fragmentos más valiosos y significativos del libro son los Rushdie dedica a exaltar el valor de la literatura y el arte, que para él son sinónimos de LIBERTAD con mayúscula. Por ello, nada mejor que terminar esta nota transcribiendo uno de esos pasajes :
“ La literatura intentaba abrir el universo, aumentar, aunque fuera solo un poco, la suma total de que para los seres humanos era posible percibir, comprender y por tanto, en último extremo, ser. La gran literatura llegaba a los límites de lo conocido y empujaba los límites del lenguaje y la forma para crear la sensación de que el mundo era más grande, más amplio que antes. Sin embargo, en estos tiempos se arrastraba a los hombres y a las mujeres hacia una definición cada vez más estrecha de sí mismos, se los alentaba a considerarse solo una cosa: serbio o croata, israelí o palestino, hindú o musulmán, o cristiano, bahaísta o judío, y cuanto más estrechas se volvían sus identidades mayor era la probabilidad de conflicto entre ellas. La visión de la naturaleza humana presentada por la literatura inducía a la comprensión, la solidaridad y la identificación con personas distintas a uno mismo, pero el mundo empujaba a todos en la dirección opuesta, hacia la estrechez, el fanatismo, el tribalismo, el sectarismo y la guerra. Era muchos los que no querían un universo abierto, quienes, de hecho, preferían cerrarlo lo más posible, y por eso cuando los artistas se acercaban a la frontera y empujaban se encontraban con la resistencia de poderosas fuerzas. Y aún así, hacían lo que tenían que hacer, incluso a costa de su propia tranquilidad y a veces, de su vida.”




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