“Quien sostiene que Helmut Newton trataba a las mujeres como objetos, está completamente equivocado”, dice Denis Curti. Curti es el comisario de una exposición sobre el fotógrafo en el centro por excelencia de este arte, la Casa Tre Oci, en la isla de la Giudecca, al sur del centro histórico de Venecia. Le llovieron críticas de los movimientos feministas, afirma Curti porque fue el primer fotógrafo de moda “interesado en sacar a las mujeres de la cocina y del cuarto de planchar; asumió muchas responsabilidades y decidió mirar el mundo desde u puno de vista muy preciso, a veces incómodo”.
Newton (Berlín, 1920-Los Ángeles, 2004) le quitó la ropa a sus modelos de modo elegante, erótico, pero sobre todo, con gran dosis de ironía. El maestro de la fotografía del siglo pasado estuvo obsesionado toda la vida por encontrar un estilo que involucrase al espectador en sus imágenes, claramente pensadas como relatos inconclusos. Ese es el hilo conductor de la exposición organizada en coproducción con la Fundación Helmut Newton de Berlín, la Fundación Venecia y Civitá Tre Venecie. Bajo el título, Helmut Newton, Fotografías: Mujeres blancas, Noches de insomnio, Grandes desnudos; se exponen 200 imágenes salidas de los libros homónimos, los únicos comisariados por el mismísimo Newton, en los setenta.
Nacido en una familia acomodada de origen hebreo, a los 12 años compró su primera cámara de fotos. Las leyes raciales nazis le obligaron a vagar por el mundo muy temprano: fue refugiado temporal Singapur (1938), y de allí fue expulsado a Australia. Debido a su nacionalidad alemana, los australianos le encarcelaron por un breve periodo, más adelante conoció a la artista y fotógrafa June Brunnel, en arte, Alice Springs. Posteriormente, en la capital francesa inició una larga carrera en revistas de moda que le lanzaron al firmamento: en los setenta sus fotos publicitarias, retratos y desnudos eran los más caros del planeta. Newton y Brunnel -hoy nonagenaria- vivieron juntos más de 50 años, hasta la muerte del artista en un accidente de tráfico al timón de su Cadilac. Sucedió el 23 de junio de 2004, en Los Ángeles.
Autorretrato con la esposa y la modelo, la imagen más famosa de Newton y símbolo de la muestra, resume la genialidad y el estilo elegante presente en toda su obra. Tomada en 1981, retrata una modelo desnuda; detrás, el fotógrafo -lleva un abrigo primaveral que antes cubría la piel de la modelo- y, delante de ellos, a la izquierda del espejo, una mujer cincuentona, vestida y con cara de aburrida, mira la escena. La señora con ropa resulta ser la esposa del artista, June Brunnel, que había quedado con su marido para ir a comer. Cumplidos los deberes en el plató publicitario, Newton armaba su proyecto personal. Al lado de la imagen en cuestión, Denis Curti -comisario de la exposición junto a Mattias Harder, conservador de la Fundación Newton de Berlín- pone el acento sobre este punto: “Usaba tres cámaras fotográficas: una a color, una en blanco y negro y una polaroid. Era daltónico y usaba la polaroid como la usan en el cine para recordarse de cada escena. Aprovechaba todas las ocasiones del plató fotográfico publicitario que, posteriormente empleaba para ambientar sus desnudos; pero no improvisaba nada: tenía en mente las imágenes que iba a buscar”.
El final de la Segunda Guerra Mundial es una fecha clave en su vida. Finalizado el conflicto bélico, colaboró unos años en la revista Playboy. Tal experiencia fue fundamental en su carrera, comenta Curti. “Para los fotógrafos, Playboy era un laboratorio de experimentación y a él lo marca profundamente: hace un erotismo que no es ni vulgar ni pornográfico; juega siempre con el veo y no veo”. Como ejemplo, cita la imagen publicitaria, en la cual aparece una mujer sobre una cama y cuyo seno parece de mármol. Newton amaba construir escenas falsas que parecen verdaderas, asegura Curti: “Newton le dice a la modelo que tiene poco seno, entonces le saca fotos publicitarias con las tetas fingidas y luego hace una foto irónica. Uno entiende que es un juego”. (Risas). Esta es la herencia de Playboy: el juego, la ironía”.
El modo de mirar el mundo de Newton, irónico y erótico hacen un guiño al ojo del visitante en las salas luminosas que acogen la muestra. Hay modelos en cueros, y, de foto en foto, el espectador se pregunta si es verdad o no, hay maniquíes que hacen el amor en un sofá y, solo después de unos minutos se comprende que es solo un juego. Al parecer Newton amaba mucho a las mujeres. Sus protagonistas son la esencia de la belleza imperfecta: curvas redondas, axilas sin depilar, algunas delgadas, pero no anoréxicas. El mejor reconocimiento a las féminas, según Curti se encuentra en la serie de jineteras desnudas: hay mujeres de cuatro patas, listas para ser cabalgadas. “Se trata de una broma. Uno se pregunta: ¿dónde están los hombres que quieren cabalgar las mujeres? No aparecen por ningún lado. Hay solo mujeres (Risas). Es el gran homenaje de Newton a las mujeres, porque su erotismo es irónico, feliniano y también ingenuo. ¡Qué viva la ingenuidad y no la vulgaridad!, zanja el comisario.
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