Por un momento juro que llegué a creer que a Salud Hernández-Mora le iba a pasar lo mismo que a Rosa Elvira Cely: que el Gobierno la culparía de su propio secuestro por haberse atrevido a viajar al Catatumbo “a hablar con esos señores”; una zona de 4.826 kilómetros de territorio colombiano donde la presencia del Estado es muy frágil, y parece más una república independiente de las Farc, el Eln, el Epl, las bandas criminales y los cultivadores de coca, en medio de tremendas convulsiones sociales.
El Eln ya lo había advertido: no se compromete a dejar de secuestrar, de acuerdo con la exigencia del Gobierno para sentarse a conversar. El secuestro será uno de los puntos por discutir en la agenda de negociación. Como dice el padre De Roux, el Eln insiste en ponerles “condiciones a las condiciones” de la paz.
Lo que me aterra es la demora de la Inteligencia del Estado en confirmar que la emblemática periodista colomboespañola Salud Hernández, y los dos periodistas del RCN que se fueron a recorrer sus pasos, habían sido secuestrados por el Eln. Durante 6 días de incomunicación absoluta, todos temíamos lo peor, menos el Gobierno, que todavía pensaba que el silencio de Salud se debía a que estaba muy concentrada trabajando.