Lima: años noventa
Todo es magistral en 'Cinco esquinas', obra que transparece la sabiduría maliciosa de un veterano y su inventiva inagotable y nueva
4 MAR 2016 - 13:08 COT
En 1990, los candidatos Alberto
Fujimori y Mario Vargas Llosa contendieron por la presidencia de Perú. Como es
sabido, ganó el primero, pero el año 2000 se produjo la caída del dictador y
vinieron los tiempos de bonanza que comentan los acaudalados personajes de
Cinco esquinas en un capítulo titulado ‘¿Happy End?’, quizá porque en política
no hay nada feliz del todo o porque sus vidas individuales están a punto de
enredarse en un lío que puede ser suculento o lamentable. No es verdad lo que
el autor ha inventado en la novela como final de Fujimori y de su siniestro
jefe de operaciones, el Doctor (que se llamaba Vladimir Ilich Montesinos, era
militar de carrera y abogado fullero, además de uno de los personajes más
siniestros del muy poblado infierno latinoamericano del último siglo), pero la
justicia poética tiene verosimilitud moral, que es lo que importa. La venganza,
ha debido de pensar el autor al evocar los días de su antiguo rival, es manjar
que se sirve frío.
Sus dos últimas novelas han regresado
a Perú. Lo advertimos en el uso de sabrosos modismos y en la precisión de los
nombres de lugar, recorridos o detalles, que delatan lo grato del retorno y que
quizá sean también una cortesía hacia los lectores peninsulares poco
familiarizados con el callejero de Lima o la gastronomía peruana. El héroe
discreto (2013) fue un gozoso reencuentro con Piura, la ciudad del final de su
niñez, y con un país que se había convertido en una sociedad próspera y más
abierta. Cinco esquinas repasa un tiempo doloroso y el espacio que vivió en su
juventud bohemia: aquel es el de la decadencia de Fujimori en los años de
hierro del terrorismo; el espacio es el céntrico enclave urbano que da título a
la novela, que en los años sesenta comenzó su decadencia en beneficio de la
periferia urbana. Los personajes de la obra se reparten entre el viejo barrio
donde habitan los periodistas que publican cuanta carroña encuentran por cuenta
del Doctor; en los barrios elegantes viven los millonarios. Ni unos ni otros
son lo que parecen porque en las novelas de Vargas Llosa suele haber una prueba
moral que, debidamente superada, redime de culpas pasadas: la Retaquita no es
solamente una periodista que compensa su desastrado físico con la agresividad,
sino la que convertirá el reporterismo bajuno en arma de redención colectiva;
Enrique Cárdenas, víctima de un repugnante chantaje, no es un millonario
ocioso, sino un empresario honrado que seguirá prosperando cuando la miseria
acabe. También la Retaquita conoce su recompensa y quizá la tenga incluso el
pobre viejo Juan Peineta, la víctima de todo, pero que logrará el indulto del
asesinato que no cometió. Quizá ese perdedor que fue recitador de poesías y,
para su desdicha, se convirtió en payaso del Trío Los Chistosos sea la más
conmovedora figura de esta novela.
El libro encierra, como otros del
escritor, una gran variedad de registros: político, dramático, burlesco… Y no
falta una historia de sexo, que es una de las mejores que ha escrito en ese
género de pornografía suave (como un manga dieciochesco de Hokusai) que, desde
que Alberto Fernández escribía novelitas eróticas para sus compañeros del
colegio Leoncio Prado (en La ciudad y los perros), viene siendo una constante
de su escritura. Aquí trata de un dúo amoroso femenino que acaba en trío, a
través de escenas de una comedia erótica que parece flotar siempre sobre la
sordidez del ambiente. En cuestiones de Eros no hay culpas, ni egoísmos, ni
castigos: la transgresión reaviva amores desgastados y ayuda a recobrarse
moralmente a la víctima de un chantaje; quizá al final resuelva en un atrevido
cuarteto lo poquito que les falta a todos para lograr la felicidad. Los muchos
registros están admirablemente revueltos en esta novela, como en el capítulo
‘Un remolino’, donde Vargas va juntando los hilos en forma de escenas
fragmentadas que se suceden sin pausa en un magistral accelerando de la acción,
ya de cara a su final. Pero, en rigor, todo es magistral en esta novela que
transparece la sabiduría maliciosa de un escritor veterano y la inventiva
inagotable y nueva del que nos deslumbró hace algo más de medio siglo.
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