Con un palmarés escaso en mujeres y autores latinoamericanos, el Premio de la Crítica aún conserva la reputación
MARIBEL MARÍN Madrid 22 ABR 2017 - 13:39 COT
En el convulso panorama español de premios literarios, donde tan difícil es encontrar un galardón libre de la presión del mercado, el de la Crítica conserva aún el aura de prestigio. Con un palmarés escaso en mujeres y autores latinoamericanos pero inapelable en talento literario en las cuatro lenguas del Estado, congrega a premios Nobel, Nacionales... y hasta puede presumir de haber descubierto a autores como Eduardo Mendoza, Premio Cervantes 2017,con su primera novela (La verdad sobre el caso Savolta, 1975).
La muerte de un conejo gigante en un vuelo abre otra crisis en United Airlines
Dos semanas después del escándalo del pasajero expulsado de un avión a la fuerza, la compañía investiga las circustancias del suceso
El País
27 de abril de 2017
La muerte de un conejo gigante en un vuelo entre Londres y Chicago amenaza otra vez la imagen de la compañía United Airlines dos semanas después del escándalo por el desalojo a la fuerza de un pasajero de 69 años de un vuelo afectado por overbooking. El pasajero, arrastrado por el pasillo de la aeronave hasta conseguir expulsarlo, perdió dos dientes y necesitará una intervención quirúrgica en la nariz, afectada por una doble rotura.
El escritor donostiarra Fernando Aramburu en París. / DANIEL MORDZINSKI
Rencillas, odios, rivalidades, amor, sexo, alcohol y “muchos pecados”. Todo ese cóctel en una sola copa quizá sólo pueda servirlo el mundo de las letras y, más que ningún otro, el gremio de los poetas. Durante tres días y dos noches un grupo de ellos practicarán o sufrirán cada uno de esos sentimientos y experiencias en unas jornadas poéticas en un convento regido por monjas... Son las coordenadas de Ávidas pretensiones, sátira salvaje con la que el reconocido escritor vasco Fernando Aramburu ha obtenido el premio Biblioteca Breve de novela, que convoca Seix Barral.
Si no disfrutas corriendo, necesitas los trucos de este genio de la literatura
Hace justo diez años, el escritor japonés Haruki Murakami publicó un delicioso y pedagógico escrito sobre salir a correr
Oscar Tévez 27 de abril de 2017
El escritor Haruki Murakami (Kioto, Japón, 1949) empezó a correr por lo mismo que todos: quería salir del bucle compuesto por vida sedentaria-aumento de peso-falta de aire cuando se hace un esfuerzo. Y algo más, el tabaco. "Fumaba 60 pitillos al día. Los dedos me amarilleaban y todo el cuerpo me apestaba a tabaco", argumenta el escritor de obras como Tokio blues o After dark.Hace justo diez años (en 2007), Murakami publicó un delicioso librito llamado De qué hablo cuando hablo de correr (traducido al español por Tusquets). Este relato es a la vez pasional, inteligente y didáctico. De hecho, se ha convertido en un acicate para los que quieran correr. Y también para aquellos que no les motiva: el texto te incita a ponerte las zapatillas e intentarlo. Y también para los que no han hecho footing en su vida ni tienen la más mínima intención de practicarlo: la calidad literaria merece una lectura.
Murakami empezó a correr tarde, con 33 años. Y ya no ha parado.
Estas son algunas de las reflexiones del autor, que sirven como consejos para cualquier persona que salga a correr semanalmente... o que nunca haya salido, pero no lo descarte.
- En dos meses y medio Murakami adelgazó tres kilos. Así describe la sensación: "Me gustaría que imaginaran que van a una carnicería, piden tres kilos de carne y luego vuelven a casa caminando con ellos en la mano; tal vez así puedan hacerse una idea de lo que significa cargar con ese peso".
- ¿En qué pienso cuando corro? Es una pregunta que se hace el escritor. Y se responde: "Los días que hace frío, pienso un poco en el frío. Los días que hace calor, pienso un poco en el calor. Cuando estoy triste, pienso un poco en la tristeza. Cuando estoy alegre, pienso un poco en la alegría".
-El grupo favorito del escritor para escuchar mientras correson los neoyorquinos Lovin’ Spoonful. En concreto se decanta por dos álbumes de los sesenta:DaydreamyHums of the Lovin’ Spoonful. “La escuches donde la escuches siempre es estupenda. No pretende mostrar más de sí que lo necesario”, justifica Murakami.- Cuando te pones a correr y no tienes claro la distancia que vas a hacer, sigue el consejo de Murakami: “Voy aumentando poco a poco(cada día) la distancia que recorro. Pero si aumento el ritmo acorto el tiempo de carrera. Procuro conservar y aplazar hasta el día siguiente las buenas sensaciones que experimenta mi cuerpo. Idéntico truco utilizó cuando escribo una novela larga: dejo de escribir en el preciso momento en que siento que puedo seguir escribiendo. Al día siguiente me resulta más fácil reanudar la tarea”.
- Todos los que salen a correr lo han padecido. Es ese momento en el que no puedes más e irremediablemente vas a parar. Pero, un momento, antes de pararte, en ese instante crítico, Murakami se repite mentalmente un mantra: "No soy un humano. Soy una pura máquina. Y, como tal, no tengo que sentir nada. Simplemente, avanzo". Así supera la crisis y sigue corriendo.
- Ventajas de correr frente a otros deportes. "No hacen falta compañeros ni contrincantes. Tampoco se necesita equipamiento ni enseres especiales. No hay que ir a ningún sitio especial. Con un calzado adecuado y un camino que cumpla unas mínimas condiciones, uno puede correr cuando y cuanto le apetezca". Y a Murakami se le olvida decir un dato muy a favor, con los tiempos que corren: es gratis.
- La soledad del corredor. El escritor relaciona su pasión por correr con el concepto de soledad: "Soy de los que prefieren estar solo. O, para expresarlo con mayor precisión, yo soy de esos a los que nos les produce tanto sufrimiento el hecho de estar solos". Pero se casó pronto, a los 22. Su momento de soledad lo disfruta ahora corriendo: "En mi interior siempre ha anidado el deseo de permanecer completamente solo. Por eso, el simple hecho de correr una hora todos los días, asegurándome con ello un tiempo para mí, se convirtió en un hábito decisivo para mi salud mental".
- Un tema controvertido: Murakami asegura que casi nunca hace estiramientos. “Nunca me he lesionado”. Lo achaca a su “constitución fuerte”.
- El autor de 1Q84reivindica con toda su alma la siesta. “Dormir un poco después de comer conserva la salud. Yo lo hago a menudo. Por lo general, después de la comida me entra sueño, así que me tumbo en el sofá y echo una cabezadita. Más o menos a la media hora me despierto”.
'Summer in the city', de Lovin’ Spoonful, la canción perfecta para correr, según Murakami.
- Una de las cosas que más le gusta al escritor es disfrutar de una cerveza después de correr. De hecho, mientras está en la carrera ya imagina ese momento. Y, después de la carrera, ocurre: “Me tomo una cerveza Amstel todo lo fría que quiero. Por supuesto, está buenísima. Pero la cerveza real no está tan buena como la que yo imaginaba y ansiaba fervientemente cuando corría. No existe en ninguna parte del mundo real nada tan bello como las fantasías que alberga quien ha perdido la cordura”.
- Cuando se prepara para un maratón el escritor sigue unas reglas, como no descansar dos días seguidos. "Los músculos son como animales de carga dotados de buena memoria. Si los vas cargando gradualmente y con mucho cuidado, los músculos se van adaptando de manera natural para resistir esa carga".
- La dieta de Murakami cambió cuando empezó a correr. Afirma que fue de forma natural, que era lo que le pedía el cuerpo: “Hice de los vegetales la base de mi dieta y obtenía las proteínas principalmente del pescado. Nunca me había hecho demasiada gracia la carne. Reduje el consumo de arroz y de alcohol, y empecé a emplear condimentos naturales. Los dulces nunca me gustaron”.
- El escritor se declara contrario a determinadas técnicas en las clases de Educación Física de los colegios: “Cada vez que veo en una escuela esa escena en la que todos los chicos son obligados a correr en la hora de gimnasia, no puedo evitar compadecerlos. Obligar a correr largas distancias a personas que no desean correr, o que, por su constitución, no están hechas para ello, sin ni siquiera darles una opción, es una tortura sin sentido”.
- Lo mejor para mantener el peso adecuando es correr. “Si haces ejercicio todos los días, tu peso ideal se acaba estableciendo de forma natural”.
- Sobre la siempre recurrente idea de que haciendo ejercicio se vive más, Murakami aporta una reflexión: "No importa si no vivo mucho, pero, mientras viva, quiero al menos que esa vida sea plena".
- Así superó el escritor su dependencia del tabaco: "Si te pones a correr a diario, dejar el tabaco es una consecuencia natural. Me costó mucho, pero correr a diario y fumar es incompatible. Creo que el deseo, tan natural, de querer correr cada vez más me motivó a la hora de aguantar sin fumar y me fue de gran ayuda a la hora de superar el síndrome de abstinencia".
- Y una reflexión final: reivindicar sus días de descanso sin ninguna excusa. Algunos días, el escritor se dice: “Hoy no me apetece correr”. Y punto.
Éramos como dos samuráis ofreciéndonos el cuello el uno al otro, por ver quién cortaba primero. Yo no tenía 20 y él, entonces, 40. Le debía respeto, era mi padre, pero hacía rato que yo no usaba esas convenciones. Era verano, yo estaba en el pueblo en el que nací, y no sé por qué discutimos aquel día. Nunca gritábamos, solo nos mirábamos de un modo en que yo jamás he mirado a nadie y él, supongo, solo a gente a la que ha querido matar. Lo dejé de pie en la cocina, tomé las llaves del auto, me subí y di marcha atrás para sacarlo del garaje chirriando, como en una mala película. Era un Torino, un auto de fabricación nacional, una bestia repleta de motor y caballos de fuerzas. Salí de la ciudad rumbo a la ruta, sin plan. Solo quería hacer algo, mover algo en el mundo. Escuchaba a todo volumen a Los Redonditos de Ricota, una banda que era mi Biblia, cuando se reventó un neumático. Venía un camión de frente. Frené como me había enseñado mi padre —mi padre— con la palanca de cambios, y terminé en la banquina, a metros de un canal. Usaba —uno no olvida esas cosas— un vestido floreado y alpargatas. Bajé. Me obligué a detener el beat de mi corazón. Abrí el baúl, saqué las balizas, la llave cruz, el gato, la rueda de auxilio. Unos nenes que estaban pescando se acercaron a ayudarme. Les dije que no hacía falta. Cambié el neumático, ajusté las tuercas, quité el gato, volví a ajustar las tuercas un poco más. Todavía con el recuerdo del auto removiéndose como un pez demasiado grande fuera de control, subí, lo puse en marcha, volví a la ruta. Y regresé a mi pueblo, despacio. “La ciudad siempre es la misma —decía Kavafis—. Otra no busques / —no la hay—, / ni caminos ni barco para ti. / La vida que aquí perdiste / la has destruido en toda la tierra”. La única salida de emergencia es la que llevamos dentro. Al menos, lo aprendí temprano.
“No voy a pedir perdón por la suerte. ¿Se pide perdón por la desgracia?”
MANUEL JABOIS
23 ABR 2017 - 05:56 COT
Ray Loriga (Madrid, 1967) vive cerca de la calle Génova, en Madrid. Su medida geográfica de todas las cosas, sin embargo, es el estadio Santiago Bernabéu.
Pregunta. ¿Por qué?
Respuesta. Viva donde viva tengo que llegar caminando en menos de una hora. Mi padre decía que después del Bernabéu la Tierra ya es plana.
McEwan y Swift son dos de los novelistas británicos que me han dado más satisfacción en los últimos años
MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO
17 MAR 2017 - 09:37 COT
1. Criada
De aquel brillante e irrepetible dream team de novelistas británicos surgidos en los ochenta (por nacimiento: Barnes, Rushdie, McEwan, Swift, Amis e Ishiguro), los que a lo largo del tiempo me han dado más satisfacciones como lector han sido McEwan y Swift. Estos días ando de suerte: tras haber disfrutado con Cáscara de nuez (Anagrama), en la que McEwan vuelve a ofrecer uno de sus tours de force narrativos al contarnos un thriller desde el punto de vista de un (inteligentísimo) feto, he pasado otra tarde estupenda con El domingo de las madres (Anagrama), de Graham Swift, que permanecerá mucho tiempo en mi recuerdo. Su título hace referencia al ya olvidado Mothering Sunday, que se celebra el cuarto domingo de Cuaresma y en el que era tradicional que los señores dieran permiso a sus sirvientes para que festejaran a sus madres. Lo que pasa es que Jane Fairchild, la criada huérfana que protagoniza esta genial novela corta, no tiene a quién festejar. Una providencial llamada telefónica (estamos en 1924: justo el año en que acaba la serie Downton Abbey, con cuyo contexto tiene tanto que ver esta historia) le “ordena” acudir a un placentero encuentro clandestino con el señorito Paul Sheringam, con el que la joven mantiene una relación secreta desde hace siete. Bien: ese día de las madres será fundamental para la posterior evolución de Jane. Un trágico suceso (es decir, un hecho excepcional que, mezclado con la historia de amor, justifica el subtítulo inglés de ‘Romance’) va a ocasionar un drástico cambio en la vida de la criada. De sentirse una especie de “fantasma” destinada a reproducir su destino (“no ver nada, no oír nada, mantener la boca cerrada”), Jane, que disfruta en sus ratos libres leyendo romances de Stevenson o Conrad que obtiene en la biblioteca de sus amos, se convierte en una “observadora profesional de la vida” de los otros y descubre que “las palabras eran como una piel invisible que envolvía al mundo y le conferían realidad”. De ese modo comienza una triunfante carrera como novelista. A los 98 años y después de haber escrito 19 novelas, la antigua criada habla en voz alta (pero no dice todo: la novela abunda en elipsis repletas de significado) de aquel lejano domingo en que todo cambió. Contada en tercera persona y en un medido estilo libre indirecto en el que resuenan, como ritornelos (al modo de Marías), determinados motivos, esta historia (casi) feminista de amor y superación dotada de gran intensidad erótica está a la altura de otras obras maestras del propio Swift como El país del agua (1983) o Últimos tragos (1996).
El elenco de la serie original de Colombia se vuelve a reunir en una adaptación teatral
ANA MARCOS
21 ABR 2017 - 08:05 COT
Betty, la fea, la original, la novela colombiana que llegó a las televisiones en 1999, ostenta todo tipo de récords, incluido un premio Guinness por su éxito. La historia de una joven economista que entra a trabajar a una empresa de moda se contó en 180 países y se adaptó 28 veces. Beatriz Aurora Pinzón era, para muchos, un ejemplo de superación: una chica fea y lista capaz de enamorar a un empresario y galán, y hacerse con el mando de un imperio en el que el físico cuenta más que el intelecto. Ahora, 17 años después de la última emisión, el elenco colombiano lleva a un teatro de Bogotá una nueva versión que, en realidad, es tan fiel a la original que parece un episodio de televisión, pero sobre un plató distinto.
Un paisaje se conquista con las suelas del zapato, no con las ruedas del automóvil.
La sabiduría suprema es tener sueños bastante grandes para no perderlos de vista mientras se persiguen.
Leer, leer, leer todo, clásicos, desconocidos, buenos, malos, ver cómo escriben, leer y absorberlo. Luego escriba. Si es bueno lo conservas, sino lo tiras por la ventana.
Jorge Luis Borges dijo en una vieja entrevista que el problema de los jóvenes escritores de entonces era que en el momento de escribir pensaban en el éxito o el fracaso. En cambio, cuando estaba en sus comienzos sólo pensaba en escribir para sí mismo. "Cuando publiqué mi primer libro", contaba, "en 1923, hice imprimir trescientos ejemplares y los distribuí entre mis amigos, salvo cien ejemplares, que llevé a la revista Nosotros. Uno de los di rectores de la publicación, Alfredo Bianchi, miró aterrado a Borges y le dijo: "¿Pero usted quiere que yo venda todos esos libros?" "Claro que no", le contestó Borges, "a pesar de haberlos escrito no estoy completamente loco". Por cierto, que el autor de la entrevista, Alex J. Zisman, que entonces era un estudiante peruano en Londres, contó al margen que Borges le había sugerido a Bianchi que metiera copias del libro en los bolsillos de los sobretodos que dejaran colgados en el ropero de sus oficinas, y así consiguieron que se publicaran algunas notas críticas.Pensando en este episodio recordé otro tal vez demasiado conocido, de cuando la esposa del ya famoso escritor norteamericano Sherwood Anderson, encontró al joven William Faulkner escribiendo a lápiz con el papel apoyado en una vieja carretilla. "¿Qué escribe?", le preguntó ella. Faulkner, sin levantar la cabeza, le contestó: "Una novela". La señora Anderson sólo acertó a exclamar: "¡Dios mío!" Sin embargo, unos días después Sherwood Anderson le mandó decir al joven Faulkner que estaba dispuesto a llevarle su novela a un editor, con la única condición de no tener que leerla. El libro debió ser Soldiers Pay, que se publicó en 1926 -o sea, tres años después del primer libro de Borges-, y Faulkner había publicado cuatro más antes de que se le considerara como un autor conocido, cuyos libros fueran aceptados por los editores sin demasiadas vueltas. El propio Faulkner declaró alguna vez que después de esos priineros cinco libros se vio forzado a escribir una novela sensacionalista, ya que los anteriores no le habían producido bastante dinero para alimentara su familia. Ese libro forzoso fue Santuario, y vale la pena señalarlo, porque esto indica muy bien cuál era la idea que tenía Faulkner de una novela sensacionalista.
Estábamos en el pueblo de Oxford, Misisipí, en el sur de Estados Unidos, reunidos en una conferencia internacional sobre Yoknapatawpha y William Faulkner, conmemorativa de los veinte años de la muerte del novelista. Yoknapatawpha sólo existió en la imaginación de William Faulkner y constituye el espacio ficticio de casi todos sus cuentos y novelas. Todas las regiones imaginarias de la narrativa moderna -la Santa María, de Juan Carlos Onetti, y el Macondo, de García Márquez- provienen de esta idea faulkneriana, concebida un poco antes de 1930, en ese pueblo de Oxford, de inventar, además de un conjunto de personajes, toda una geografía novelesca. En la literatura, la capital del condado se transformó en Jefferson, pero Jefferson, el pueblo de Mientras yo agonizo, de Luz de agosto, de Sartoris, se parece notablemente a Oxford. Tiene la misma corte de justicia en el centro de la plaza, el mismo banco en la esquina, fundado en la realidad por un coronel que fue abuelo del escritor, y un esbelto monumento al soldado de la Confederación, el bando sureño derrotado en la guerra civil de 1861. Los lugareños pronuncian "Yoknapatofa", y éste era el nombre indígena de uno de los ríos vecinos, afluente del Misisipí.