sábado, 31 de enero de 2009

Limónov / Detenido en Moscú el líder opositor bolchevique en protestas contra la política anticrisis

Momento de la detención del líder opositor bolchevique en Moscú AFP


Detenido en Moscú el líder opositor bolchevique en protestas contra la política anticrisis

Eduard Limónov intentaba participar en una manifestación contra el Gobierno de Mevdévev


EFE
Moscú 31 ENE 2009 - 09:11 COT

El líder del proscrito Partido Nacional Bolchevique, el escritor Eduard Limónov, ha sido detenido hoy en Moscú al intentar participar en una protesta no autorizada contra las medidas anticrisis del Gobierno. Limónov ha sido arrestado en la céntrica plaza moscovita Triunfálnaya, cerca de la sede de la Duma o congreso de los diputados, donde antes ya se habían congregado miles de partidarios del Partido Comunista.
Limónov, cuyo partido fue ilegalizado en 2005 por el Tribunal Supremo, ha sido detenido en varias ocasiones en los últimos años durante actos de protesta contra el Gobierno. Varios jóvenes opositores asimismo fueron detenidos hoy en Moscú durante las concentraciones contra las medidas anticrisis del Gobierno convocadas por los comunistas y ultranacionalistas.
A su vez, en Vladivostok y otras ciudades siberianas se repitieron las protestas de finales de 2008 -las mayores contra el Kremlin desde 2005- contra el aumento de los aranceles para la importación de automóviles decretado por el Gobierno.

EL PAÍS




sábado, 10 de enero de 2009

Cortázar / Rayuela / Tapas


Julio Cortázar
TAPAS
Rayuela













Edición en inglés, 1967

Edición en italiano, 1969


'O Jôgo da Amarelinha' (Rayuela), de Julio Cortázar, edición en portugués de 1970

Edición en gallego

Edición en coreano

Edición en ruso

Edición en hebrero

Edición en turco

Edición en polaco
Edición en japonés, 1978

Edición en francés, 1979

Edición en alemán, 1981

Edición en neerlandés, 1996
Edición en rumano, 1998

Edición en búlgaro

Edición en japonés

Edición en húngaro

Edición croata, 2009

Edición  conmemorativa, 2013







viernes, 9 de enero de 2009

Ana Blandiana / “Si la justicia no hace memoria, la memoria debe hacer justicia"

 



La escritora rumana Otilia Valeria Coman, que firma como Ana Blandiana, en Madrid.

La escritora rumana Otilia Valeria Coman, que firma como Ana Blandiana, en Madrid.LUIS SEVILLANO

Entrevista con Ana Blandiana

"Si la justicia no hace memoria, la memoria debe hacer justicia"

CAROLINA ETHEL
Madrid - 09 ENE 2009 - 18:00 


"La gente respiraba la libertad a través de la palabra poética, mientras que ahora la palabra poética se ha banalizado", dice Otilia Valeria Coman (Timisoara, 1942). O Ana Blandiana, como se hace llamar desde que en 1978 le fuese prohibido usar el nombre de su padre, un sacerdote ortodoxo, declarado enemigo por el régimen estaliniano de Nicolae Ceausescu en Rumania. "Cada cosa tiene el precio de lo que has invertido emocionalmente en ella. Entonces un poema por el cual el autor era castigado tenía más impacto que un poema que se publica cuando las condiciones son más fáciles", dice sentada en la librería Antonio Machado del centro de Madrid.

Cortázar habla sobre "El perseguidor" y Charlie Parker


CORTÁZAR
HABLA SOBRE «EL PERSEGUIDOR»
Y CHARLIE PARKER

De «Los cuentos: un juego mágico»,
charla con Omar Prego Gadea

JC: Vos sabés que en «El perseguidor» hay un episodio en donde Johnny cuenta cómo el tiempo queda abolido. Bueno, eso es absolutamente autobiográfico. Y además no solo me sucedía en la época en que escribía «El perseguidor» —y que en ese momento, en el orden del cuento me vino bien, entró esa intuición que tiene Johnny— sino que me sigue sucediendo. Por ejemplo, hace tres o cuatro días volví por el lado de la Place d’Italie, en el metro, y tenía que llegar hasta aquí, a la Gare de l’Est. Estaba en un estado de cansancio, de mala salud, como sabés, y muy distraído. Los estados de distracción (eso que se llama distracción) son para mí estados de pasaje, favorecen ese tipo de cosas. Cuando estoy muy distraído, en un momento dado es ahí por donde me escapo. Bueno, el otro día me pasó exactamente lo mismo en el metro. Entré en el metro, me senté, el metro echó a andar y yo empecé a pensar. Era el final de una conversación con un amigo; seguí pensando, le di vueltas a la cosa y aparecieron episodios del pasado, una serie de imágenes. El solo hecho de que yo te lo esté contando así ya está llevándonos unos cuantos segundos, ¿no? Pero eso siguió y siguió. Yo no tenía ningún control de tipo temporal, simplemente estaba perdido en una meditación. Y en un momento determinado sentí el golpe de los frenos, el tren se detenía. Miré la estación, suponiendo que ya debía estar muy cerca de la Gare de l’Est. Y era la primera estación después de aquella en que yo lo había tomado.
OP: Que si no me equivoco se llama Campo Formio.
JC: Sí. Es decir, se trata exactamente del mismo episodio de Johnny. Con un poco de trabajo yo podría reconstruir todo lo que pensé. Y te aseguro que en nuestro tiempo, en el que podemos medir con este reloj, eso nos llevaría por lo menos diez minutos. Y yo sé perfectamente que entre esas dos estaciones hay un minuto. Entonces, hay una especie de superposición de tiempos diferentes, que yo no puedo utilizar. Ojalá pudiera utilizarlos. Lo he pensado muchas veces con nostalgia, porque si yo pudiera multiplicar mi tiempo sería casi como ganar una especie de inmortalidad.
OP: Exactamente. Ahora bien, si pasamos de estos cuentos tuyos a «El perseguidor» se nota como una especie de ruptura. Tú dijiste en otra entrevista que no es ahí que tuviste por primera vez conciencia del peso, de la gravitación de un personaje, pero sí que en este cuento lo que importa es el personaje, que empezaste a tener una mayor visión existencial de la literatura. Lo que puede parecer paradójico es que tú no conociste al personaje en cuestión, a Charlie Parker.
            JC: No, yo no lo conocí personalmente, aunque sí estéticamente, porque me tocó vivir en el momento en que Charlie Parker renovó completamente la estética del jazz y después de un período en que nadie creía y la gente estaba desconcertada por un sistema de sonidos que no tenía nada que ver con lo habitual, se dieron cuenta de que allí había un genio de la música. Y entonces la anécdota de ese cuento es la siguiente: a mí me perseguía desde hacía varios meses una historia, un cuento largo, en el que por primera vez yo me enfrentaba con un semejante. Porque la verdad es que, como decís vos, hay una ruptura en «El perseguidor». En todos los cuentos precedentes, los personajes pueden estar vivos, pueden comunicarle algo al lector, pero si se analiza bien —es como en los cuentos de Borges— los personajes son marionetas al servicio de una acción fantástica.
OP: Son cuentos de situaciones.
JC: Claro. Cuentos en los que los personajes están situados, cada uno de ellos, pero no son lo determinante del cuento. Con una que otra excepción. Antes de «El perseguidor» yo ya había escrito algunos cuentos que no tienen nada de fantástico, que son muy humanos, como «Final del juego ». Eso ya eran caminos que se me iban abriendo. Pero la primera vez que se me planteó eso que vos llamás existencial —y es cierto—, es decir el diálogo, el enfrentamiento con un semejante, con alguien que no es un doble mío, sino que es otro ser humano que no está puesto al servicio de una historia fantástica, en la que la historia es el personaje, contiene al personaje, está determinada por el personaje, fue en «El perseguidor». ¿Por qué fue Charlie Parker? Primero porque yo acababa de descubrirlo como músico, había ido comprando sus discos, lo escuchaba con un infinito amor, pero nunca lo conocí personalmente. Me perseguía la idea de ese cuento y al principio con la típica deformación profesional, me dije: «Bueno, el personaje tendría que ser un escritor, un escritor es un tipo problemático». Pero no me decidía porque me parecía aburrido, me parecía un poco tópico tomar un escritor. Pensé en un pintor, pero tampoco me entusiasmaba mucho. Tenía que ser un individuo que respondiera a características muy especiales. Es decir, todo eso que sale de «El perseguidor»: un individuo que al mismo tiempo tiene una capacidad intuitiva enorme y que es muy ignorante, primario. Es muy difícil crear un personaje que no piensa, un hombre que no piensa, que siente. Que siente y reacciona en su música, en sus amores, en sus vicios en su desgracia, en todo. Y en ese momento murió Charlie Parker. Yo leí en un diario una pequeña biografía suya —creo que era de Charles Delonnay— en la que se daba una serie de detalles que yo no conocía. Por ejemplo, los períodos de locura que había tenido, cómo había estado internado en Estados Unidos, sus problemas de familia, la muerte de su hija, todo eso. Fue una iluminación. Terminé de leer ese artículo y al otro día o ese mismo día, no me acuerdo, empecé a escribir el cuento. Porque de inmediato sentí que el personaje era él; porque su forma de ser, las anécdotas que yo conocía de él, su música, su inocencia, su ignorancia, toda la complejidad del personaje, era lo que yo había estado buscando.
OP: Lo que habías estado persiguiendo. El perseguidor eras vos.
JC: Sí. Pero si yo no hubiera leído esa biografía o esa necrológica de Charlie Parker, tal vez no hubiera escrito el cuento. Porque estaba muy perdido, no encontraba al personaje.
OP: Un escritor en busca de su personaje. Pero además, por lo que yo sé, tuviste otras dificultades.
JC: Hubo una doble dificultad. La primera me concierne a mí. Yo empecé a escribir «El perseguidor» profundamente embalado y escribí casi de un tirón toda la primera secuencia, esa que transcurre en la pieza del hotel, cuando Bruno va a visitar a Johnny y lo encuentra enfermo, con Dédée. Eso toma unas veinte páginas, es bastante largo. Bruno le deja algún dinero y se va, se mete en un café y trata de olvidarse, con la ambivalencia típica del personaje. Y ahí me bloqueé. Al otro día quise seguir el cuento y nada. Releí las veinte páginas y nada. Quedé totalmente bloqueado, me era imposible seguir. Entonces metí todo eso en un cajón y pasaron tres meses, una cosa muy excepcional en mi trabajo de cuentista, porque a mí los cuentos me salen de un tirón. Pasaron tres meses, entonces, me dieron un contrato en las Naciones Unidas, en Ginebra. Tenía que pasarme tres meses en una pensión y me puse a sacar papeles. Entre ellos iban esas veinte páginas, pero yo no me di cuenta. Metí todo en una maleta y me fui. Hasta que un día, en la pensión, buscando no sé qué papel, salió eso. Después de tres meses vos te releés como si eso que estás leyendo fuera de otro, ¿no? Leí, y seguí, seguí, terminé las veinte páginas, me senté a la máquina, puse una hoja y en tres días terminé el cuento. Nunca me he podido explicar la razón del bloqueo y mucho menos la razón de que haya podido empalmarlo. Pero creo que si yo no contara esto nadie se daría cuenta de que el cuento estuvo interrumpido.
OP: Yo creo que no hay ninguna censura y los críticos no han dicho nada al respecto.
JC: Las censuras son literarias, cada capítulo está escrito en un tiempo de verbo diferente. Está hecho a propósito, porque son alusiones musicales. Y salió así hasta el final. En cuanto a la segunda dificultad a la que aludiste, ocurrió que a mí el cuento me gustó mucho. Por esa época me fui a Buenos Aires y se lo di a leer a un amigo a quien yo le tenía plena confianza, era uno de esos lectores privados que tienen muchos escritores. Lo leyó y como era un tipo que no tenía pelos en la lengua me dijo: «Tiralo». «Tiralo; es demasiado largo», me dijo. Y agregó: «No tiene sentido». Bueno, tuve la debilidad de desobedecerle y me traje el cuento de vuelta a París. Y entonces lo leyó Aurora (Aurora Bernárdez, la primera mujer de Cortázar) y le gustó enormemente. Esto no quiere decir que yo consulte mucho a otras personas; tal vez se trate de una extraña vanidad. Pero una vez que yo he conseguido lo que creo que tengo que conseguir, me importa un bledo que les guste o no les guste. De todos modos, lo di a leer a dos o tres personas. Ese cuento dio lugar a otro cuento largo, “Las armas secretas”, ahí ya se armó el libro y se publicó.
OP: Onetti me dijo que había sido uno de los primeros lectores de «El perseguidor» y que de inmediato te escribió una carta —él, que suele escribir muy pocas cartas— declarándote su total entusiasmo.
JC: Onetti hizo mucho más que eso. Esto que te voy a contar lo supe por Dolly Muhr (Dorotea Muhr, la mujer de Onetti). Onetti leyó «El  perseguidor», se fue al cuarto de baño de su casa y rompió el espejo de un puñetazo.
OP: Exactamente. Onetti nos contó eso un día a mi mujer y a mí, allá en Montevideo. Fue esa secuencia —vos empezás esa parte del cuento abriéndola con esa sola palabra, «secuencias»— de la muerte de Bee, la hija mayor de Johnny y Lan.
JC: Nadie ha tenido una reacción que me pueda conmover más.


Cortázar con trompeta

De «La vuelta a Julio Cortázar en 80 preguntas»,
entrevista por Hugo Guerrero Marthineitz

H.G.M.: ¿Vio la película El Perseguidor que se hizo sobre un cuento suyo?
J.C.: Sí, la vi en un festival europeo. En esa película me gustó mucho la banda sonora. Entonces yo no sabía que el que tocaba era el Gato Barbieri, porque el Gato no tenía en aquel momento la justa fama que consiguió después. Yo sabía que había dos hermanos Barbieri, que uno había hecho los temas y el otro, los había tocado, pero no los conocía. Cuando vi la película, la música me impresionó, porque yo me estaba temiendo que se hiciese un simple pastiche de Charlie Parker. Puesto que el personaje, en alguna medida, encarnaba a Charlie Parker, los Barbieri tuvieron la extraordinaria habilidad y la honestidad de hacer una música muy original y que, al mismo tiempo, tenía un estilo. Era un homenaje, pero no un pastiche.


jueves, 8 de enero de 2009

Cristina Peri Rossi / Julio Cortázar


Cristina Peri Rossi

A medida que voy escribiendo este libro, que no pensaba escribir nunca, siento que el tiempo real es el pasado, el tiempo inmediato es el pasado, y cuando paro a descansar un poco –ya no fumo, Julio, ni siquiera el cigarrillo de después de hacer el amor, qué combate, al fin dejar de fumar fue como exiliarse de la nicotina, como tu muerte fue exiliarme de París y hasta de cierta manera de estar en Barcelona– me siento extraña, el miedo a no volver que nos asalta a los escritores, el miedo a quedarse en aquellas provincias inventadas, en la memoria que es un poco invención y un poco fantasía, pero si es lo único que nos queda de tantas palabras, de tantos paseos, de tanta vida. 

 

             Cuando conocí a Julio Cortázar, en París, en 1973, era un hombre melancólico. (¿Quién que lee no es un melancólico, quién que escribe no lo es?) Ya se sentía un exiliado y el golpe militar en Chile y en Uruguay lo había sumergido, de pronto, en una realidad semejante a la de Rayuela, con la sustancial diferencia de que los personajes de la novela podían regresar a Buenos Aires, y él, no, como yo no podía volver a Montevideo. Hay exilios políticos, y otros, sentimentales; son las separaciones, y para estos, no es necesario cambiar de ciudad. Julio Cortázar y Aurora Bernárdez, su primera y hasta entonces única esposa, se habían divorciado, hacía tiempo, ya, pero Cortázar arrastraba cierta tristeza, una nostalgia por ese matrimonio deshecho que posiblemente sólo le podía confesar a una mujer ("Cada día me es más difícil hablar con los hombres –me decía Julio. Con ellos, hay que hablar de temas; en cambio, me gusta conversar con las mujeres, tienen las emociones a flor de piel, y eso es muy importante para mí, porque los hombres de mi generación se creían muy machos, y el falso pudor les impedía hablar de sus sentimientos"). El divorcio lo había pedido Aurora, a consecuencia de la relación que Julio sostuvo con Ugné Karvelis, durante el primer viaje que hizo a Cuba, invitado por Fidel Castro, a partir del cual Julio Cortázar se convirtió en un escritor políticamente comprometido. (Lo había estado antes, en Argentina, pero entonces, estuvo comprometido en contra del peronismo; ahora lo estaba a favor de la revolución latinoamericana que parecía extenderse como una marea incontenible.) Ugné Karvelis era una mujer muy atractiva, con aspecto de walkyria, vivía y trabajaba en París –agente y asesora literaria– y era una buena embajadora de la Revolución Cubana; acerca de su belleza y de su valentía política corrían muchas leyendas, pero en 1973, la relación entre ambos ya estaba muy deteriorada, entre otras cosas, por los celos y el alcoholismo de Ugné. Julio no quería hablar de estos problemas, pero muchas veces se le veía silencioso y triste. Sufrí en carne propia los celos desmesurados de Ugné (esos celos no distinguían sexo, opción sexual ni tampoco a los amigos varones). No vivían juntos, aunque Julio dormía en casa de Ugné casi todas las noches. Además, era su agente literaria. Julio quiso que yo la conociera, aunque me advirtió: "Ugné es muy celosa. Te va a odiar. Olvídate de publicar en Francia: lo va a impedir". La velada en la que nos conocimos fue bastante penosa. Julio me había invitado a ver, en París, la representación de una de nuestras óperas favoritas, Turandot, realizada por una famosa compañía teatral de enanos y de enanas (salvo la protagonista, de estatura normal). Apareció acompañado por Ugné Karvelis. La incomodidad de ambos era evidente, y pensé que Julio había tenido que ceder para evitar un conflicto. Intenté tranquilizar a Ugné, pero me di cuenta de que el problema venía de lejos y que yo era, en ese momento, sólo una de sus manifestaciones. No hablaron una sola palabra entre ellos, ni antes, ni después de la función, ni tampoco en la cafetería adonde fuimos luego. Hacía mucho frío esa noche, en París, y los miembros de la compañía también buscaron refugio en la cafetería, lo cual animó un poco a Julio - y a mí, todo sea dicho–, porque la tensión que había entre ellos no era nada saludable. Como casi todos los depresivos, me hice la pregunta que no tenía que hacerme: ¿Qué le he hecho yo a esta mujer para que me odie? La pregunta correcta debió ser: ¿Qué le ocurre a esta mujer para que me odie? Ugné era una mujer muy guapa, una real hembra, y Julio, un hombre muy atractivo, que gustaba mucho a las mujeres; la relación sexual estaba servida, y el conflicto, también. Sé que Julio intentó suavizar la hostilidad de Ugné hacia mí, pero no lo consiguió. Tiempo después, cuando tuve que exiliarme en París y Julio estaba en Brasil, visitando a su madre de incógnito, la llamé para que me ayudara: yo era una compañera política indocumentada, perseguida por la Policía de Extranjería de tres países. La llamé por teléfono, tal como me había indicado Julio, desde Brasil, pero Ugné fue cortante: "Si tenés problemas, arreglate sola", me dijo, y dio por finalizada la conversación. Ugné no me brindó la menor ayuda, ni siquiera quiso verme; en todo caso, gracias a ella, aprendí una amarga lección: los celos de una mujer, por inmotivados que fueran, están por encima de la solidaridad y del compañerismo político. (Son muy amargas, las cosas que se aprenden en el exilio. Pero eso no es lo peor: lo peor es que, posiblemente, la experiencia no le servirá a otros. Todo tiende a repetirse, como en uno de los círculos de Dante.) Cuando Julio regresó de Brasil y se enteró de la actitud de Ugné sufrió un gran disgusto. Tuvo una de esas cóleras frías, heladas, tan profundas que nada basta para aplacarlas. No sé qué ocurrió entre ellos, porque era demasiado elegante como para contármelo, pero a partir de ese momento, sus relaciones fueron todavía más tensas; para huir del conflicto, y de París, comenzó a viajar con mucha frecuencia, a pesar de que detestaba el avión. Eran huidas, con el pretexto de un congreso, de una invitación a una universidad, pero, en realidad, Julio estaba buscando el amor que le faltaba y dejando atrás una relación cada vez más conflictiva, más peligrosa. "Soy un hombre solo", me dijo a menudo, y eso se le notaba a veces en la mirada, en los pasos.


Yo fantaseaba, a veces, con una reconciliación de Julio con Aurora aunque él la consideraba imposible. "La vida da muchas vueltas", decía mi abuela. Me acordé de esta frase cuando al final, en París, muerta Carol, la segunda esposa de Cortázar, Aurora Bernárdez lo acompañaba cariñosamente y se convirtió en su albacea. Sé, Julio, que el precio pagado fue altísimo, y además, estoy segura de que no te gusta que yo lo diga, pero era como si se hubieran reconciliado.

Cristina Peri Rossi
Julio Cortázar
Barcelona, Editorial Omega, 2001


FICCIONES


Poemas

miércoles, 7 de enero de 2009

Julio Cortázar / El tango de la vuelta


Julio Cortázar
EL TANGO DE LA VUELTA
Pat Andrea / La puñalada
Centro Virtual Cervantes




El martes 14 de febrero de 1984 se enterraba en París, en el cementerio de Montparnasse, a Julio Cortázar. Al día siguiente, según figura en el colofón, se terminaba de imprimir en Bruselas La Puñalada/El tango de la vuelta, un curioso libro del pintor holandés Pat Andrea y del propio Cortázar, cuya pista se perdió a partir de ese momento entre Europa y América, y del que 17 años más tarde se recuperarían 240 ejemplares.




La historia comenzó en Argentina, en marzo de 1975. Pat Andrea es un joven pintor holandés que llega a Buenos Aires justo el día después del golpe militar del general Videla. Allí vivió los ocho primeros meses de la dictadura, marcados por la conmoción del golpe de Estado y la feroz represión que se desató. En 1979, ya de vuelta en Europa y casi en estado de trance, trabaja en una serie de 34 dibujos que tienen como hilo argumental la sangre y los cuchillos, siempre clavados a traición, por la espalda.




Cuando Elisabeth Franck, una galerista belga, vio los dibujos, propuso a Andrea que buscara a alguien que le firmara un prólogo, con idea de editar un libro. Andrea acudió a ver a Julio Cortázar, con quien quedó para ver los dibujos en un pequeño cuarto que el artista tenía entonces alquilado cerca de la Place Pigalle, en París. «Recuerdo que me pareció un tipo enorme, cuando entró tuvo que agacharse para no darse en la cabeza con la puerta. Estaba claro que era mucho mayor que yo, pero sin embargo mostraba una extraña apariencia juvenil, iba vestido con una parka, de manera muy informal. Vio los dibujos despacio, y le encantaron».



            
             Cortázar acepta hacer un texto para el libro, pero anuncia a Andrea que no será ni un prólogo, ni una presentación, sino un cuento que le entregó cinco meses más tarde, y que se titulaba El tango de la vuelta. El texto, traducido al holandés y al francés, se publicó en sendas ediciones de 400 ejemplares, en 1982. Fue entonces cuando la editora se planteó publicar también el libro en inglés y en español que debieron imprimirse en los años siguientes, ya que a Pat Andrea le llegaron los ejemplares «de autor» que justificaban la tirada. Lo cierto es que hay un momento a partir del cual los hechos empiezan a difuminarse; Elizabeth Franck sufre una profunda crisis de la que no conseguirá recuperarse. Abandona la galería, cambia de domicilio, y desaparece durante largas temporadas.
Tras la muerte de Franck, los libros, que nunca llegaron de hecho a distribuirse, desaparecieron definitivamente más allá de algunos ejemplares que aparecieron en la galería y que se distribuyeron en librerías y mercados de ocasión. Nadie en los siguientes quince años volvió a tener noticias del libro.




En la edición del año 2000 de ARCO, la galerista madrileña Eugenia Niño tiene una conversación con Celia Birgagher, directora de una revista de arte, quien le habla de unas cajas de libros que guardaba en Miami, y que Elisabeth le había confiado en depósito diez años atrás. La galerista española, que sabía de la existencia del libro por Pat Andrea, decidió hacerse cargo de ellos.
Los libros llegaron a Madrid en julio de ese año, en seis cajas de cartón, algunos, los menos, dañados y con marcas de humedad. En total, se salvaron 240 ejemplares. Nadie sabe cuántos se editaron, ni dónde está el resto. Todo parece indicar que Elisabeth Franck envió al menos una parte de la edición a Florida para distribuirlos desde allí. Al desentenderse de sus negocios, los libros quedaron definitivamente olvidados.
En noviembre de 2005 los 34 originales de Pat Andrea se expusieron en el MACUF —Museo de Arte Contemporáneo Unión Fenosa—, en La Coruña, con motivo de una exposición antológica del pintor.






martes, 6 de enero de 2009

Julio Cortázar / Retratos


Julio Cortázar , 1967
Foto de Alicia D'Amico
                                     
Julio Cortázar 

RETRATOS

Al cumplirse el 90 aniversario del nacimiento de Julio Cortázar y el 20 de su fallecimiento en 2004 se realizó una gran muestra titulada Presencias en el Centro Cultural Recoleta, Sala Cronopios dedicada al escritor argentino.

La revista Archivos del Sur publicó dos homenajes  y fotografías del escritor y textos de distintos autores en el portal de www.quadernsdigitals.net. Por distintos problemas técnicos estas  muestras no están visibles actualmente en la revista.




Julio Cortázar, 1968
Foto de Sara Facio
                                    
“Dejé la Argentina y me instalé definitivamente en París. 
Tenía 37 años; gran parte de mi vida había transcurrido en Argentina 
y me llevé mi casa a cuestas: Argentina.”

Julio Cortázar


Julio Cortázar con Carol Dunlop
                                   
Julio Cortázar, de padres argentinos, nació en Bruselas en agosto de 1914 y falleció en París en febrero de 1984. Su obra es considerada como la más innovadora dentro de la narrativa hispanoamericana del siglo XX, y su vida multifacética sigue representando hoy uno de los ejemplos más vivos y actuales de la cultura argentina. Su labor como escritor, brillante cuentista y renovador de la novela, ha trascendido las fronteras de nuestro país donde creció, se formó y vivió hasta los 37 años, cuando se trasladó definitivamente a París.
Esta muestra que se presentó por primera vez en la Feria del Libro de Bogotá y  recorrió  América Latina y Europa durante los años 2004-2005.


Aurora Bernárdez y Julio Cortázar
En un bazar de la India

El Centro Cultural Recoleta y la Secretaría de Cultura, se sumaron  a la Fundación Internacional Argentina en la  producción  y en su presentación en Buenos Aires.
El objetivo de este proyecto es lograr que quienes conocen la obra Julio Cortázar se acerquen a nuevas facetas de su vida y de su obra, pero fundamentalmente, seguir impulsando este acercamiento a nuevos lectores a una de las obras más originales de la narrativa iberoamericana.
La propuesta es recrear el universo presente en sus obras y en la propia vida del escritor, como así también reflejar otros aspectos como su relación con la literatura, el cine, la música, las artes visuales, la política y el box, que tuvieron un papel esencial en su vida.


Julio Cortázar
Marsella,  Francia, 1982
Esta iniciativa contó  con el apoyo de la viuda y única albacea del escritor, señora Aurora Bernárdez, y la colaboración de quienes fueran algunos de sus amigos más cercanos.
La exposición ha sido concebida con un lenguaje fundamentalmente audiovisual, desarrollando un recorrido por la vida y obra de Julio Cortázar, inspirado en el clima de su producción literaria, sus preocupaciones y obsesiones, las que se reiteran a lo largo de toda su obra, lo fantástico, el azar, el pasaje, la realidad que se oculta tras la realidad cotidiana.


Julio Cortázar
En una pensión de la Provincia de Buenos Aires
                                     
En distintas áreas se pudo  tener acceso a datos biográficos, su obra, sus pasiones, sus contemporáneos, el contexto socio-político y cultural de la época, textos inéditos, ediciones de libros, fotografías, videos, películas, un disco compacto con la música que escuchaba el autor de Rayuela, con temas de jazz, tango y música clásica, ambientaciones, se irán hilvanando con el propósito de ofrecer al visitante la más amplia y respetuosa información acerca de este gran escritor argentino. La totalidad de los textos que se leyeron  en la exposición son citas de la obra de Julio Cortázar.


Cortázar con David Viñas y Francisco Fernández Santos , Cuba, 1967

Archivo: Casa de las Américas 





Cortázar con Roberto Fernández Retamar, Casa de las Américas, Cuba, 1979

Archivo: Casa de las Américas



En Buenos Aires, diciembre de 1983- Archivo: Mario Paganetti - foto: Mario Paganetti


Julio Cortázar (1914 – 1984)
Autobiografía en frases

1914 - “Soy argentino, pero nací en Bruselas en agosto de 1914. Mi nacimiento fue producto del turismo y la diplomacia; a mi padre lo incorporaron a una misión comercial cerca de la legación argentina en Bélgica Me tocó nacer en los días de la ocupación de Bruselas por los alemanes, a comienzos de la Primera Guerra Mundial.”.

1916 - “...entre el año y medio y los tres años y medio viví en Barcelona hasta que en 1918, una vez terminada la lucha, la familia pudo volver a la Argentina.”

1918 - “Tenía casi cuatro años cuando mi familia pudo volver a la Argentina... Crecí en Banfield, pueblo suburbano de Buenos Aires”

1920 - “Yo tenía seis años cuando mi padre se fue de mi casa, para siempre”.

1928 - “Estudios secundarios en Buenos Aires: maestro normal en 1932. Profesor normal en letras en 1935”.

1932 - “Soy maestro, me recibí en la Escuela Normal Mariano Acosta, de Buenos Aires”.

1937 – “Busqué el camino de la Universidad, la Facultad de Filosofía y Letras, en la rama de letras y fue en ese momento en que comprendí que no, que no podía hacerlo, que tenía que utilizar ese título que ya tenía, había sido maestro primario durante un tiempo”.

“Mi dirección –hasta nueva orden- es: Hotel “La Vizcaína” Bolívar, F.C.Sud.”

1938 - “En el caso de ese tomito de poemas (Presencia), no hubo ningún arrepentimiento porque fijate, fue una edición que se hizo con una tirada absurda: 250 ejemplares y que estaba destinada en realidad a los amigos.”

1939 -  “Soy ciudadano confirmado en la muy progresista ciudad de Chivilcoy, con 16 horas en la Escuela Normal”.

1944 - “Estoy en Mendoza desde el 8 de julio, enseñando Literatura Francesa y de Europa Septentrional en la Facultad de Filosofía y Letras de esta Universidad de Cuyo.

1945 - “Amargas experiencias sufridas en 1945 me probaban suficientemente que nuestra Facultad estaba privada de esas garantías éticas que tornan posible y fecunda una labor voluntariamente consagrada al estudio”.

1946 - “...me voy a la Cámara del Libro donde naturalmente se me va toda la tarde”.

1949 - “Los Reyes... la idea de ese texto me vino en un colectivo. Fue, estoy seguro, lo que los ingleses llaman a visitation. Esa misma noche empecé a escribir, a verme escribir más bien, y terminé el texto al otro día por la tarde. Yo estoy convencido de que fui usado, de que alguien hizo ese libro con mi mano”.

1951 - “Dejé la Argentina y me instalé definitivamente en París. Tenía 37 años; gran parte de mi vida había transcurrido en Argentina y me llevé mi casa a cuestas: Argentina”.

“Cuando publiqué los primeros cuentos, los de Bestiario, los primeros publicables, noté en el lector algo que sentí al escribirlo, es lo que podríamos llamar una pulsión”.

1953 - “Aurora [Bernárdez] y yo, unidos por los santos lazos del matrimonio (nos casamos en la Marie del trezième, en plena Place d´Italie.”

1959 -  “...Las armas secretas, la angustia omnipresente a lo largo de todo un día me obligó a trabajar empecinadamente hasta terminar el relato”.

“Sí (toco la trompeta), para gran desesperación de mis vecinos”.

1960 - “… sospecho que este libro (Los Premios) desconcertará a aquellos lectores que apoyan a sus escritores preferidos, entendiendo por apoyo al deseo y casi la orden de que sigan por el mismo camino y no salgan con un domingo siete”.

1963 -  “Cada uno ayuda como puede a lo que ama. Cuando los cubanos me invitaron, pensé que mi única contribución útil a lo que estaban haciendo en Latinoamérica era participar intelectualmente en algunas de sus tareas”.
“...LLEGO RAYUELA. STOP. MUY CONMOVIDO. STOP. O BIEN: ACUSO RECIBO LADRILLO. STOP. ¿YO ESCRIBI ESTO? STOP. ABRUMADO POR PESO DEL ARTEFACTO. STOP.

1967 -  “...yo me he ocupado de eso en algunos textos sueltos en La vuelta al día en ochenta mundos”.

1968 - “... me acuerdo de la mañana en que terminé 62. Me había levantando a las seis, después de una mal sueño, para escribir las últimas páginas”

“Ayer recibí el tomo de Ceremonias. Ha quedado muy realmente bien, es una bonita edición.”.

“Mi vida futura se hará con alguien a quién vos conocés (Ugné Karvelis), porque la visitas con frecuencia en la rue Sebastien-Bottin”.

1970 -  “Acabo de volver de Chile, donde fui a solidarizarme con el gobierno de Allende; fue un viaje improvisado, que decidí en dos días al descubrir que de todas maneras no era posible estar ausente en momentos en que un país del Cono Sur se lanzaba a una tentativa socialista”.

1972 - “Me alegra que hayas sentido tan bien lo que busqué asomar y arrimar en la Prosa del observatorio”.

1973 - “...[he] ido a la CGT de los Argentinos para decir que los derechos del libro (de Manuel) servirían para ayudar a los presos políticos”.

1975 - “Tengo un pie en el avión que me lleva (en compañía de García Márquez) a México, donde desde el 18 al 21 romperemos lanzas una vez más por el pueblo chileno. Te imaginarás el trabajo que se me ha juntado, puesto que hace apenas un mes estuve en el Tribunal Russell, reunido en Bruselas (también por los problemas latinoamericanos)”.

1976 - “...los ticos [costarricenses] me planeaban un viaje a Solentiname y al él [Ernesto Cardenal] le parecía irresistible la idea de venir a buscarme...”.

1981 – “el gobierno francés decidió en uno de sus primeros actos otorgarme la ciudadanía que los gobiernos anteriores me habían negado dos veces...”.

1982 - “...es también perfectamente posible que ahora, en los últimos cuentos que he escrito, estos de Deshoras, yo me ubique con mayor facilidad, con mayor intensidad, en períodos de mi vida ya muy lejanos: la época de estudiante, la época de los recuerdos de infancia”.

 “Carol [Dunlop, su tercera esposa] murió el dos de este mes, y yo vivo como en una pesadilla perpetua, sin comprender, sin aceptar. Pero me hizo bien encontrar su tarjeta, fue como una presencia amiga en esta soledad.”.

1983 - “Para mí, la orden de Rubén Darío no es solamente esa alta distinción sino que representa algo así como el fin de un larguísimo viaje por la tierras y mares del tiempo”

1984 - “Si entro una tercera vez, Luis [Tomasello], ya no salgo. Si esta pelea fuera a siete rounds, la gano. Pero a doce no creo”.

A la edad de 70 años muere en París el 12 de febrero de 1984.