Wendy Guerra / Fotografía de Daniel Mordzinski |
Triunfo Arciniegas
A Wendy Guerra le gusta empelotarse
No se trata de una gran escritora, pero es bonita y le gusta empelotarse. Un lujo que ella puede darse. Tal vez su obra mejore cuando las revistas ya no la busquen para desnudarla sino para publicar sus textos. Por ahora, su cuerpo es su obra maestra.
No imagino a un lector con ganas de ver en bola a Marguerite Yourcenar o Alice Munro, para mencionar dos grandes escritoras. Uno va a sus libros, no a sus piernas.Tampoco imagino a una lectora con ganas de ver en cueros a Philip Roth o Milan Kundera.
Cada quien tiene sus maneras de llamar la atención. Unos con pataletas, otros con una obra sólida. Unos dicen (o decían) que hay que matar a García Márquez para pasar a la siguiente fase de la literatura o (léase Fernando Vallejo, el mismo que regala los premios a los perros) que hay que matar a todos los colombianos para mejorar el país, mientras Wendy Guerra enseña las tetas. Es decir, unos exhiben su monstruosa lengua o los huecos de su cerebro pero Wendy se decide por algo más hermoso.
Este fenómeno del desnudo sucede con franco descaro en el mundo de la música, y casi nunca en la literatura. ¿Por qué esa necesidad de desnudarse en un escenario para cantar? ¿El culo al aire mejora la voz? ¿La visión de unas tetas hace memorable una canción? No. Pero el escándalo es rentable. Dos cantantes se besan con fingida pasión ante el público, otra restriega el trasero contra un hombre y la otra enseña un pezón. La noticia dará la vuelta al mundo en los televisores, los periódicos y las revistas. Los publicistas conocen la importancia de mantenerse en el candelero, no importa el precio, y los publicistas están ahí para hacer dinero.
Pero vuelvo a la bella y qué dicha que siempre haya una bella. Leí una de sus novelas, Todos se van, y quedé sin ganas de leer otra suya. No diría lo mismo de su desnudez. Wendy Guerra es un precioso espectáculo. La lectura de su cuerpo es suficiente.
Triunfo Arciniegas
Bogotá, 4 de mayo de 2016
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