miércoles, 30 de junio de 2010

Louise Bourgeois / El amor y la muerte


Louise Bourgeois
Fotografía de Robert Mapplethorpe

Louise Bourgeois
TRES CITAS
El amor y la muerte
Desde pequeña asocié el acto sexual con la muerte. Mis padres se juraban amor continuamente. Y eso a mí me resultaba muy extraño porque mi padre era una persona promiscua que le era infiel a mi madre cada vez que podía y mi madre lo sabía. Ése era un rasgo muy peculiar de mi padre, porque este hombre promiscuo que se acostaba con medio mundo tenía por ideal la historia de Píramo y Tisbe. Pensaba que si él moría su esposa ya no querría vivir, aunque no estoy muy segura de que eso funcionara en el sentido inverso. A mi madre no le gustaban mucho esas tonterías pero mi padre decía cosas como: "¡Te quiero tanto que si te murieras yo también me moriría!" El día anterior tenía marcas de lápiz de labios en la cara. Mi padre siempre tenía la cara manchada de lápiz de labios. Las declaraciones de amor siempre tenían que ver con la muerte. Mis padres concebían el amor como algo diferente del sexo.

Louise Bourgeois
Fotografía de Robert Mapplethorpe
Los artistas
Hay muchísimos artistas, pero la mayoría son muy poco interesantes, porque la expresión personal no puede ser un fin en sí mismo o, mejor dicho, la expresión personal puede ser un fin en sí mismo pero no es interesante. Millones de personas toman el desayuno por la mañana, pero es muy difícil lograr que el desayuno sea interesante, desde un punto de vista objetivo. Trabajo muy duro y sin embargo nunca -¡nunca!- consigo que la gente entienda lo que quiero decir. Quiero que entiendan que la tenacidad es una virtud y un fin en sí mismo. Más aún, deberían entender que quiero equiparar el sexo al asesinato, el sexo a la muerte. Pero nunca entenderán el problema de esta ecuación. Debería ser menos dura conmigo misma. No debería seguir persiguiendo el misterio, pero el misterio está siempre ahí y sigo aspirando a resolverlo.

Louise Bourgeois
Fotografía de Annie Leibovitz
El matrimonio y los hijos
El matrimonio funcionó. Correcto. Pero Robert no quería tener hijos. Solía decir: "Ya me tienes a mí". Se molestó bastante con la idea. Pero después, cuando llegaron los niños, fui yo la que perdí el interés y él se hizo cargo del cuidado de los niños. Era un padre muy afectuoso. Los hombres son extraños. Se supone que era yo la que sería más dulce con los niños pero no fue así, él era más dulce con ellos que yo. En realidad no hace falta tener hijos. Dios sabe que el mundo no necesita más niños.

Fuente: adn cultura
De una entrevista de Donald Kuspit, con traducción de Graciela Speranza.


lunes, 28 de junio de 2010

Ruven Afanador / Un adicto a New York



Ruven Afanador
UN ADICTO A NEW YORK
Por Pilar Calderón


El fotógrafo colombiano más cotizado en el mundo de la moda– habla en tono íntimo de la ciudad que ha visto transformarse y los personajes que ha conocido.

Ruven Afanador_Mil besos
          
Su estudio es como él. Impecable, luminoso, vital. Blanco y negro, como sus fotografías y la ropa que usa. Lo encuentro sentado en el escritorio –una mesa ovalada de mármol diseñada por el finlandés Eeero Saarinen– en el que solo hay unos pocos objetos, los imprescindibles. Lo rodean sus personajes, aquellos que ha seducido y capturado a lo largo de una carrera de más de dos décadas, enmarcados en enormes fotografías en blanco y negro meticulosamente dispuestas en las paredes del amplio espacio, en el séptimo piso de uno de los renovados edificios de Chelsea en New York. La zona, antes industrial y de oficinas, es ahora una de las más apetecidas de la ciudad. En ella se congregan varios de los artistas más reconocidos y Ruven Afanador es —definitivamente— uno de ellos. Fotógrafo de modelos, artistas, músicos, jefes de Estado y celebridades, las imágenes capturadas por Afanador han sido portada de Vanity Fair, Vogue, The New Yorker, Rolling Stone, GQ, Elle y The New York Times Magazine.
            Su figura alta y delgada, la cabeza rapada y los pequeños lentes redondos me evocan de inmediato al Dalái Lama. Lo miro detenidamente y percibo también algo de su serenidad. Me acerco a él, algo prevenida. Me han dicho que es un poco vedette. Y también que es tímido. Soy consciente que depende de mí lograr escudriñar un poco en su alma y, sobre todo, en su espíritu neoyorquino. A pocos días de realizar en el Museo de Arte Moderno de Bogotá —MAMBO— una esplendorosa exposición retrospectiva de 80 de sus fotografías, Afanador y su visión sobre la New York que lo ha acogido serán el abreboca de nuestra edición especial sobre una ciudad que se reinventa permanentemente. Con su voz suave, sus maneras delicadas y su viva franqueza rápidamente va derrumbando la barrera imaginaria que suele levantarse entre entrevistado y entrevistador antes de empezar una sesión. Pienso que así debe hacer con sus personajes. Primero analizarlos cuidadosa y silenciosamente para después ir poco a poco cautivándolos hasta lograr la cercanía que los lleve a liberarse ante su lente.
           



           A New York llegó en 1990, después de estudiar fotografía tres años en Milán. La ciudad no le era desconocida. Había viajado a ella varias veces desde Michigan, adonde se mudó a los 14 años con su familia. Su papá, un reconocido relojero de Bucaramanga —donde nació Ruven— movido por el sueño inevitable de todo padre de lograr un destino mejor para sus hijos, decidió dejarlo todo y mudarse con sus cuatro hijos —Ruven y tres hermanas— a los Estados Unidos. —Fueron días difíciles. Estaba muy joven. Fue un desprendimiento muy grande que me dolió muchísimo. Cuando empecé a estudiar me aculturé y no quise volver a Colombia durante muchos años —recuerda todavía con asomo de angustia.         

           Cuando desembarcó en la gran ciudad tenía 31 años y el firme propósito de ser un gran fotógrafo de moda. El contacto con una ciudad como Milán, donde la moda es una actitud que se respira y se transpira, había despertado en él una inquietud estética ligada muy fuertemente a la seducción en lo femenino y a lo clásico en lo masculino. “New York era un destino indispensable”, afirma. “Era muy joven, quería estar cerca de mi familia, que vive en el área de Washington, y New York era la base apropiada para ser fotógrafo de moda. Muchas de las revistas importantes tienen oficinas allí”. Como a muchos otros artistas en busca de identidad y oportunidades, la inmensidad de New York le habría de resultar fascinante pero también desbordante.
             “El impacto fue increíble. Me demoré muchos años en sentir que vivía en NY, y que no era un extranjero”. Sentir estremecerse la ciudad el 11 de septiembre y derrumbarse ante sus ojos dos de sus grandes íconos lo sacó de su enajenamiento. “Ver desde mi ventana ese hueco enorme en la torre del norte fue como pasar a otro universo. La vida cambió en ese momento. Entendí cuánto soy parte de la ciudad, que es mi casa, mi vida, y cuánto la quiero”.
             Como a muchos otros artistas en busca de identidad y oportunidades, a Ruven la inmensidad de New York le resultó fascinante pero también desbordante
             Durante semanas no tuvo valor para volver a mirar por la ventana. “Las Torres eran parte de la vista, un punto de referencia en mi vida. Cuando miraba por la ventana o iba en esa dirección, no podía definir dónde estaba. Sin darme cuenta las buscaba. Habían desaparecido pero seguían estando allí de alguna manera”. Y tampoco quiso trabajar. Algunos fotógrafos corrieron a trabajar en la zona, otros se ofrecieron como voluntarios. Pero Ruven se quedó petrificado, inmóvil. “No quería salir de mi apartamento. Sólo quería estar pegado al televisor y vivirlo de esa manera. Quería estar en mi casa y mi ciudad”.
            —¿Podría uno pensar que la transformación que está viviendo la ciudad tiene que ver con ese momento?
            —En New York han pasado muchas cosas, pero nunca se vivió una tragedia como esa, que yo creo tuvo mucho que ver con la enorme inocencia que reinaba en la ciudad. Ha sido esa inocencia precisamente la que ha ayudado a que se revitalice de la manera como lo ha hecho. Se han demorado mucho en la reconstrucción de la zona y ha habido muchos problemas, pero por fin este año se empezó a sentir que estamos saliendo de ese hoyo.
             Desde el gimnasio al que asiste, en el Pier 59 a pocas cuadras de su estudio, Ruven ha seguido día tras día el avance de la construcción del Freedom Tower, que ocupará el lugar del World Trade Center. “A veces estoy ahí por una hora y veo cuántas piezas enormes de hierro instalan y cuando regreso uno o dos días después, me subo en la misma máquina y puedo ver cuánto han avanzado. Tengo una marca en la ventana”, me confiesa. “Eso me inspira muchísimo. Ver renacer mi ciudad me parece algo extraordinario”.




            

           De ser una ciudad de todos, pero de ninguno, New York se convirtió en el centro de las miradas de propios y ajenos, y hacerla resurgir, en un propósito común. –Es paradójico ver cómo evoluciona la historia de una ciudad. Durante mucho tiempo trataron de que el área de las Torres fuera atractiva para los neoyorquinos y nunca realmente se logró. Ahora, con todas estas transformaciones, seguramente se convertirá en una zona muy deseada–.
           —¿Qué cambió en su manera de ver las cosas a través del lente?
           —Uno siempre cambia por las cosas que lo afectan. El año pasado murió mi papá. Fue la primera vez que alguien de mi familia moría, que tenía esa experiencia y eso también me cambió. No es que uno pueda definir su fotografía por todo lo que sucede a su alrededor, pero uno sí mira las cosas de otra manera.
           Cuando empezó, entre sus ambiciones no figuraba hacer retratos de personajes. Su foco estaba puesto en la moda. –Después de algunos trabajos me di cuenta de que mientras las actrices querían ser modelos, las modelos querían ser actrices y que en el fondo, todas querían ser celebridades–. Ese paso le ha permitido conocer mucha gente. Por su lente han pasado personajes como Sarah Jessica Parker, Al Pacino, Tina Fey, Michael Jordan, Salma Hayek, Jeniffer López, Céline Dion, Robert De Niro, Antonio Banderas, Lenny Kravitz y Diane von Furstenberg, entre muchos otros. Hace poco fotografió a la familia presidencial de Gabón y a la Duquesa de Alba. “Es un personaje por el que siempre he sentido fascinación y finalmente pude hacerle un retrato”, cuenta con el entusiasmo propio de quien logra una meta largamente buscada.
          



         De sus retratos pocos son realmente neoyorquinos. Los actores y modelos, que son el corazón de su trabajo, no tienen hogar. Sarah Jessica Parker es quizás uno de los más neoyorquinos y de los que más ha fotografiado. “Se parece a su personaje en la serie, pero su intelecto es mucho más interesante, posee un lenguaje bellísimo”. Courtney Love, Al Pacino y Diane von Furstenberg se suman a la lista de habitantes de esta ciudad cautivados por la mirada aguda e irreverente de Ruven, quien con los años ha logrado penetrar en el mundillo de los habitantes de esta gran ciudad, a veces tan cercana y otras tan huraña. “El neoyorquino es muy curioso y está en permanente contacto con la gente. En esta ciudad, por más que quieras vivir en un mundo privado, no hay forma de evitar el contacto con los demás”, señala con gran seguridad.
           —De tantos personajes que han pasado por su lente, ¿cuáles le han dejado huella?
           —Patti Smith, una artista increíble —cantante, escritora y fotógrafa— con un look muy masculino. Tiene la esencia de downtown New York. Y Oprah Winfrey. De ella aprendí la importancia de dejar un legado. Me inspiró para volver a Colombia el año pasado y enseñar durante una semana en la UNAB de Bucaramanga algo de lo que he aprendido. Fue una experiencia muy especial. Entendí la satisfacción de pasar a otras personas lo que sabes.
             “En NY, si puedes hacer lo que te gusta y vivir de eso te vuelves adicto a la ciudad. No paras de sacarle todo lo que te puede dar”
              Durante muchos años Ruven no quiso volver a su país natal. Pero su llegada a New York le marcó el camino de regreso. Al año de mudarse hizo su primera portada para la revista Time. El editor mencionó que era colombiano y al día siguiente lo llamaron de una cadena de televisión de Colombia a hacerle una entrevista. “Esa llamada me impresionó mucho. Despertó algo que estaba dormido y tres meses después regresé. Ahora voy generalmente dos veces al año. Me encanta ir, pero cuando estoy allá siento que ya no pertenezco a ese lugar”.
            La New York que vive ahora, tampoco es la misma. Recién llegado caminaba la ciudad de arriba abajo mil veces, con la emoción de descubrirlo todo. Iba a fiestas, desfiles, museos… Los afanes de su carrera, sin embargo, han cambiado su relación con la ciudad. “Lo que me gusta ahora es irme con mi pareja a Central Park en los fines de semana y ver pasar a la gente, relajada y sin afanes. No salir, ni siquiera a restaurantes. Y de vez en cuando ir a cine al Lincoln Plaza. La vida de uno en estas ciudades cambia mucho con el tiempo. A New York la gente viene buscando poder hacer lo que le apasiona, y si puedes hacer lo que te gusta y vivir de eso, te vuelves adicto a la ciudad. No paras de sacarle todo lo que te puede dar”.



Vanessa Paradis
Foto de Ruven Afanador

           Sensible y de lágrima fácil como su padre, que murió el año pasado, Ruven es un hombre de familia que visita a su madre Isabel, de 85 años, con frecuencia. “Trato de ir dos veces al mes”, asegura. Le dedicó el libro de Mil besos —para él representa la fuerza de la mujer— y le tomó para la publicación una foto que significó una experiencia sublime. “Tenerla en mi estudio al otro lado de mi lente fue algo tan especial… Me afectó a mí más que a ella”, dice con voz entrecortada mientras observa una pequeña fotografía de su padre que tiene frente a sí en el escritorio. “Una amiga me dijo que tener algo de él cerca, me ayudaba a desprenderme”, agrega.
            Entre los momentos más gratificantes que le ha dado New York está, sin duda alguna, la presentación de su último libro —Mil besos— en el otoño de 2009. La obra, que celebra a las mujeres del flamenco en provocativas fotografías, es un incitador reto a las definiciones de género y belleza. “Para el opening traje de Sevilla a algunos de mis personajes y vinieron muchas personas importantes entre clientes, diseñadores, artistas, familia y amigos. ¡Fue una fiesta total! Después nos fuimos a El Faro, el restaurante español más antiguo de Manhattan, donde un amigo hizo una original decoración con papel de hojas del libro y las cantaoras bailaron y cantaron con una maravillosa mujer de color que suele estar en el metro. La mezcla, la fuerza creadora y la conexión entre estas mujeres generó un momento bellísimo y sublime... ¡Algo que solo podía suceder acá!”.


domingo, 27 de junio de 2010

Jeame Ventura / Nostalgia de Praga


Josef Sudek

Jeame Ventura
Misteriosa perspectiva compartida
NOSTALGIA DE PRAGA

Ayer fui a dar un paseo para disfrutar de una soleada tarde primaveral de Barcelona. Regresé a casa dos horas después con unas nuevas sandalias y dos cd's de sinfonías de Dvorák. Me senté delante del ordenador y puse el primer disco, dispuesto a disfrutar de la música del fabuloso compositor checo. Mientras las melodías iban llenando el ambiente de mi casa, cogí "Toda la belleza del mundo", esas memorias de Jaroslaf Seifert que he vuelto a releer de nuevo. Buscaba la parte en la que el poeta describe su encuentro con cierto fotógrafo checo de cuyo nombre no me acordaba. No tardé en encontrarlo. Efectivamente se trataba de Josef Sudek. Con el nombre anotado, me dispuse a buscar en Google imágenes suyas, tenía curiosidad por ver alguna de las fotografías de las que habla Seifert en sus memorias. Enseguida apareció en la pantalla ese anciano de barba blanca acarreando su voluminosa cámara con su único brazo. Esas imágenes me trasladaron de nuevo al relato de Seifert sobre su encuentro con Sudek en Petrín. A medida que iba pasando una fotografía tras otra podía imaginar los largos paseos del viejo artista por la bella Praga en busca de la mágica imagen.

Fotografía de Josef Sudek

              De repente me quedé estupefacto. Entre las evocadoras naturalezas muertas captadas por el venerable anciano empezaron a aparecer algunas de sus instantáneas de Praga. ¡Muchas de ellas eran imágenes de la ciudad vista a través de las ramas de los árboles de sus jardines! No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Nunca hasta entonces había visto fotografía alguna de Sudek. Pero esas imágenes de Praga a través del ramaje desnudo de los árboles sí que las había contemplado muchas veces: ¡yo mismo llevo años haciendo esas fotografías en mis viajes invernales a Praga! La música de Dvorák seguía inundando mis oídos mientras mi vista se llenaba una y otra vez con las instantáneas de aquella mágica ciudad agazapada tras las grises ramas de los viejos árboles de Petrín o tomadas desde el parquecillo de Strelecký. Una vez más volvió a mí la emoción de sentir la magia de Praga que tantas veces me ha permitido disfrutar la ciudad desde que la conocí hace ya unos cuantos años y de la que me enamoré enseguida. Y ahora, por enésima vez Praga me guiñaba el ojo de nuevo, recordándome nuestra íntima y secreta unión. Esa intimidad de la que muchos artistas checos han gozado a lo largo de los siglos, así como también algún que otro extranjero, más allá de la típica postal del bello Puente de Carlos o el enigmático reloj del Ayuntamiento.

               Por un momento volví a mi Praga Mágica a la que acudo fiel a la cita de cada invierno que hemos establecido desde hace algúnos años . Pero ese guiño cómplice todavía no había dicho su última palabra. En busca de nuevas fotos de Sudek que me devolvieran aquella magia pragense, apareció de repente ante mi atónita vista una fotografía aparentemente sin nada especial. Creo que se me paró hasta el corazón al contemplar esa imagen. Se trataba del tocón de un gran árbol talado en medio de lo que parecía una pendiente boscosa. Realmente no podía creer lo que mi vista mandaba a mi cerebro. En mi última visita a Praga este pasado invierno, fui dando un paseo hasta Petrín, como siempre hago varias veces cuando visito la ciudad. Me gusta especialmente pasear por esa colina solitaria en esa época del año y perderme entre sus sinuosos senderos, rodeado de viejos árboles. Es allí, uno de mis lugares preferidos de Praga, en donde dejo volar la imaginación hacia mundos fantásticos. Pues bien, como decía, este invierno, vagando sin rumbo fijo por el monte Petrín, llegué hasta un pequeño claro entre la arboleda desde el que se podía contemplar el Hradcany al otro lado de la montaña. Reinaba allí el silencio y la paz adecuadas para poder sentarme un rato y dejarme invadir por la magia de Praga. Buscando un sitio en el que sentarme econtré en la cima de una pequeña pendiente en la parte más alejada del camino, el tocón de un viejo árbol talado. Enseguida aquel tocón me llamó en silencio, ofreciéndose para que pudiera reposar sobre él y escribir sobre ese mágico momento. Acepté solícito y agradecido esa amable invitación y allí permanecí durante un tiempo indefinido, empepándome de la belleza y la espiritualidad que siempre espero encontrar y en todas las ocasiones lo consigo, cuando estoy en Praga. Después, cuando llegó la hora de volver a la realidad, regalé a ese tocón una foto que hice con mi cámara, para poder así llevarme ese instante mágico a Barcelona y poder disfrutar de él hasta mi nueva cita con Praga.
             

 ¡Cual fui mi sorpresa ayer al descubrir ese tocón fotografiado muchos años atrás por el genial artista! En realidad no sé si se trata del mismo árbol talado, es posible que no sea así, pero para mí lo verdaderamente emocionante fue descubrir que alguien más a parte de mí disfrutó de la magia de un viejo tocón. Y también que no sólo yo veo Praga a través de las ramas desnudas de sus árboles.





sábado, 26 de junio de 2010

Thomas Rusch / Moda y belleza



Thomas Rusch
MODA Y BELLEZA

Thomas Rusch es un fotógrafo nacido en Freiburg, en el sudeste de Alemania, en 1962. En la actualidad vive y trabaja en París aunque pasa largas temporadas en Hamburgo. Rush es famoso por sus fotografías de moda y belleza, destacando también sus retratos y su trabajo en publicidad. Con un tremendo portfolio y una destacada lista de clientes, sus imágenes han sido merecedoras de diversos premios y numerosas exhibiciones. También ha publicado varios libros.


Rush trabaja con un contenido donde la belleza, el erotismo, la moda e incluso el fetichismo, forman parte de su sello de identidad. Hay también cierta tendencia hacia una parte más oscura y provocadora que rompe de alguna forma con los estereotipos comerciales de su trabajo. No es simple fotografía de moda, Rush busca acercarnos a un contenido mucho más amplio, respetando los conceptos pero permitiendo que nuestra mirada vaya un poco más lejos.

Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Aunque Thomas Rush nos deja en su web una más que interesante muestra de su trabajo más comercial por el cual es altamente reconocido a nivel mundial, y con el cual hemos ilustrado este post, no podemos pasar por alto su obra más personal y su vertiente más artística que hemos encontrado aquí. Es su apuesta más arriesgada y tal vez menos conocida, pero altamente recomendable.  Una muestra de diversas series que ha realizado a lo largo de su carrera.

Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
“Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©
Thomas Rusch©


http://www.enkil.org/2010/07/21/thomas-rusch-fashion-and-beauty/