Javier Reverte |
Muere Javier Reverte, maestro de la literatura de viajes
Era concienzudo, riguroso y observador. Demostró ser un escritor todoterreno capaz de abordar todos los géneros.
Raúl CondeMadrid, 31 de octubre de 2020
Uno de los libros favoritos de Javier Reverte era Inocentes en el extranjero, de Mark Twain. El escritor estadounidense sentenció: "Creo haber mirado con ojos imparciales y estoy seguro de haber escrito, por lo menos, con honradez, sea o no sensato, cuanto digo". Ésta máxima quintaesencia la trayectoria literaria y periodística de Javier Reverte, fallecido en Madrid, según informaron fuentes de la familia. Contaba 76 años y una carrera cuajada primero en el periodismo y luego en los libros de viajes, género del que se convirtió en un referente indiscutible. Arrastraba una grave enfermedad. Su último viaje fue a Turquía, para preparar el que iba a ser su último libro. Será incinerado y sus cenizas reposarán en Valsaín (Segovia) por expreso deseo del escritor.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mostró sus condolencias en Twitter: "Nos ha dejado el escritor y periodista, Javier Reverte. Su pasión por viajar plasmada en sus libros, lo convirtieron en uno de los grandes referentes de la literatura de viajes en nuestro país". "Nos queda su obra, su excelente literatura de viajes, aquella trilogía maravillosa sobre África", señaló José Manuel Rodríguez Uribes, ministro de Cultura. En la misma línea, la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ha asegurado que le da "mucha pena" la muerte del periodista. "Nos invitó a descubrir el mundo a través de sus libros de viajes. Inolvidable su 'Trilogía de África'. Mi pésame a su familia y amigos".
Nacido en Madrid en 1944, Javier Martínez Reverte -éste era su nombre completo, aunque siempre firmaba con su segundo apellido- estudió Filosofía y se diplomó en Periodismo por la Escuela Oficial de Periodismo de la capital. Realizó prácticas en las agencias Efe y Pyresa entre 1966 y 1967. Ejerció de redactor del diario Pueblo durante 1972 y, al año siguiente, fue nombrado subdirector, cargo que desempeñó hasta 1978. En todo caso, no fue un amante del periodismo sala. Detestaba el peso que la opinión ha adquirido durante los últimos años en los periódicos y solía decir que esta es una hermosa profesión a condición de ejercerlo "hasta una determinada edad".
Manu Leguineche, que fue uno de sus grandes amigos y con quien compartió no solo la inclinación por los viajes sino varios trabajos profesionales, acostumbraba a decir a los jóvenes plumillas que se acercaban a escuchar su magisterio a su casona de La Alcarria que la información internacional no le interesa a nadie en este país. Tanto Leguineche como Reverte, pareja de oro de un oficio en riesgo de extinción, empezaron a dar por vueltas por el mundo en una época en la que en España no viajaban ni los diplomáticos. Ambos contribuyeron decisivamente a forjar una visión cosmopolita y en gran angular de un mundo en llamas, a caballo de la guerra de Vietnam y la caída del Muro de Berlín.
Reverte fue corresponsal en Londres y París, y después enviado especial en los cinco continentes. Nunca mitificó la labor del reportero. "Al periodismo de guerra -afirmó- le rodea una aureola gloriosa arriesgada, pero hay en el oficio algo de fantasmada y fantasía. Muchos periodistas intentan repetir en los campos de batalla el modelo de las películas y las novelas, lo que podría llamarse the Heming-way of life, construyendo sus relatos a partir de su propio protagonismo".
La generación a la que pertenecía Reverte, sostenía él mismo, es la primera que viaja desde la caída del Imperio español. Concebía el periodismo como un género literario en sí mismo y de ahí comenzó a brotar su bibliografía. Bebió de las fuentes de Ciro Bayo y de los escritores realistas de la literatura estadounidense. Y, al cabo del tiempo y una obra que abarca más de 40 títulos, se convirtió en el Joseph Conrad de la literatura española.
Sus primeros libros fueron La aventura de Ulises (1973 y Giscard d'Estaing, presidente de Francia, pero su éxito de ventas le llegó con la trilogía dedicada a África: El sueño de África. En busca de los mitos blancos del continente negro (1996) -rechazado por seis editoriales hasta que se fijó en él Mario Muchnik-, Vagabundo en África (1998) y Los caminos perdidos de África (2002). Partiendo de la idea de que el periodista es un escritor, que cincela palabras y que busca comunicar una historia con una voluntad de estilo, Reverte pergeñaba sus libros a modo de grandes reportajes.
El recorrido por África cautivó a los lectores por la capacidad del autor para plasmar la realidad que azotaba a este continente con testimonios del presente, pero también con un acopio extraordinario de historias del pasado. "A un viaje -subrayaba- hay que ir documentado, llorado, solo, ligero de equipaje, con espacio para la improvisación y con sentido del humor". En sus libros mezcla el pretérito con la crónica de la actualidad. Desarrolla historias desde la curiosidad periodística de quien va a los sitios, ve, escucha y cuenta. Su prosa irradiaba sencillez, verdad, ternura, perspicacia y humor.
En 'El ojo sentimental' (2003), donde se preguntaba cuál era la esencia del viaje, concluía que la esencia misma es la mirada del viajero. De ahí que impregnara de una "armonía sentimental" la colección de fotografías que reunió en ese volumen. En opinión de Manuel Rivas, cuando tienen valor, el periodismo y la literatura sirven para el descubrimiento de la 'otra verdad', del 'lado oscuro', a partir del hilo de un suceso. Para el escritor periodista o el periodista escritor, la imaginación y la voluntad de estilo son las alas que dan vuelo a ese valor". Reverte nos descubrió muchos rincones. Y ahí está, para dar fe de ello, desde la trilogía novelada que dedicó a Centroamérica ['Los dioses bajo la lluvia' (1986, Nicaragua), El aroma del Copal (1989, Guatemala) y 'El hombre de la guerra' (1992, Honduras)] hasta Corazón de Ulises (1999), a partir de un viaje a Grecia, Turquía y Egipto.
En 2004 publica El río de la desolación. Un viaje por el Amazonas (2004), donde narra su viaje por este río y en el que contrajo la malaria, enfermedad que casi le cuesta la vida. El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá (2009) o los más recientes Canta Irlanda. Un viaje por la Isla Esmeralda (2014), Un otoño romano (2014), Un verano chino (2015), New York, New York... (2016) y Confines (2018) también destacan entre sus obras de viajes. La última en publicar fue Suite italiana (2020), un sugerente recorrido por Venecia, Trieste y Sicilia.
Además de consagrarse como un maestro de los libros de viajes, demostró ser un escritor todoterreno capaz de abordar todos los géneros. Publicó varios poemarios -el primero, Metrópoli, aparecido en 1980-, dio testimonio en un ensayo del "mercado de la muerte" que dinamitó la ex Yugoslavia -Bienvenidos al infierno. Días de Sarajevo (1994)- y, junto a su hermano Jorge Martínez Reverte, también periodista, escribió 'Soldado de poca fortuna' (2001), memorias de Jesús Martínez Tessier, padre de ambos, recluso en el campo de concentración de Miranda de Ebro al acabar la Guerra Civil y ex combatiente primero en el bando republicano y después en la División Azul, previo paso por la taquigrafía del diario falangista Arriba.
Por "La noche detenida (2001) ganó la primera edición del Premio de novela Ciudad de Torrevieja de Plaza y Janés. En su narrativa también sobresalen "Todos los sueños del mundo"; una de sus novelas más leídas después de la trilogía africana; El médico de Ifni (2005); y Venga a nosotros tu reino (2008).
También trabajó en televisión. Dirigió el programa informativo de TVE Maldito domingo, en 1988, participó en A vista de pájaro y, basada en su libro Lord Paco, grabó para la televisión pública la serie 'Muerte a destiempo', dirigida por Javier Macua. También fue reportero de En portada, el espacio que dirigía su hermano Leguineche en TVE. En Radio Nacional de España fue colaborador del programa Escrito en el aire. Colaborador de varios periódicos y de revistas como Interviú, durante los últimos años escribía en la Tercera de Abc.
En 1995, después de su experiencia en la guerra de los Balcanes, que cubrió junto a Leguineche, Reverte escribe que "la gran mayoría de periodistas intentan informar lo mejor posible arriesgando lo menos posible. Algunos se juegan la vida -por obligación profesional algunos cámaras y fotógrafos, nunca los cronistas- y unos pocos tratan de montarse su propia aventura para ser recibidos como héroes a la vuelta. Estos últimos son malos periodistas. Los otros, los que suelen escribir más a menudo de las víctimas de la guerra que de las peligrosas batallas en que se ven envueltos, son los representantes de un noble oficio, por lo general mal pagado, y que provoca el nacimiento de numerosos escritores entristecidos por la muerte".
Reverte era concienzudo, riguroso y observador. Le secuestraron en el Congo y cruzó el círculo polar ártico a oscuras. Era del Real Madrid y le apasionaba el mus.
El escritor madrileño sabía que las heridas de la guerra, como dejó escrito el periodista italiano Tiziano Terzani, testigo de los conflictos de buena parte del siglo XX, eran nuestras propias heridas. Quizá por eso hizo suyo un estilo socarrón que le permitía escudriñar el mundo desde la ironía. En este mismo periódico, aseguró: "Viví fuera de España seis años como corresponsal y descubrí que me encanta ser extranjero. El sentimiento de extranjero es más importante que el amor a la patria".
EL MUNDO publicó en noviembre del año pasado la que ya es una de las últimas entrevistas que concedió antes de fallecer. Además de mostrar su decepción con los nuevos partidos, defendía que el nacionalismo "sigue siendo la principal amenaza de Europa", aconsejaba "reafirmar el sentido de la democracia" para superar el conflicto en Cataluña. También tachó de "inquisidores" a los ex ministros Cristóbal Montoro y Fátima Báñez. Reverte, junto a otros creadores como Forges, lideró la reivindicación de muchos escritores y artistas a quienes Hacienda impedía compatibilizar el cobro de su pensión con la explotación de sus derechos de autor.
El paso de la edad no mitigó su vocación. Él mismo confesaba que le seguía moviendo "la curiosidad, la necesidad de largarme de España y la recuperación de libertad". El nombre de Reverte es una cumbre de la ética periodística y literaria de nuestro país. Un icono de la mejor estirpe de nuestras letras. La misma que cree en un oficio guiado por aquello que García Márquez aconsejaba a los periodistas y escritores: sentido, sensibilidad y aguante.