miércoles, 22 de enero de 2020

Triunfo Arciniegas / Lecturas

El duro ejercicio del exilio
o el socialismo del siglo XXI
Bogotá, 2020
Fotografía de Triunfo Arciniegas
Triunfo Arciniegas
Biografía
LECTURAS
Bogotá, 19 de enero de 2020

Vi una mujer bonita con un letrero en su camiseta: A veces no, a besos sí. Sin la coma, con letras enormes y en dos líneas, en el sagrado territorio de sus esplendorosos pechos. Mujeres que uno lee al pasar, desde la orilla, desde la ventanilla de un autobús.

Lecturas de la ciudad: mendigos, putas y ladrones. Sobre todo en el caótico centro, mi territorio, que tanto temen las amistades. Venezolanos hasta debajo de las piedras, infelices víctimas del calamitoso experimento llamado socialismo del siglo XXI, la dictadura militar del vecino país, asesina y narcotraficante, hospedaje de otros asesinos, además, la guerrilla colombiana. Triste geografía de adultos y niños muertos de hambre, dos mil seiscientos metros más cerca de las estrellas. Hombres y mujeres que pretenden mantener una familia con la venta de pinches caramelos. Putas como arroz, engrosando la cosecha propia. Ladrones desesperados, confundidos con los nuestros. Y vienen de un país cuyo cínico gobierno tuvo la desfachatez de crear el Viceministerio de la Felicidad Popular. He visto en la avenida diecinueve, entre novena y octava, con estos ojos que se han de tragar la tierra, a un hombre escarbando y comiendo en la basura, como un perro.

En otro viaje a Bogotá, en el Park Way, uno más del millón y medio de venezolanos que deambulan por Colombia, un hombre con ademanes y prendas de mujer, en chancletas y con las uñas mal pintadas, se me acercó a pedir una limosna. Como no le di nada, se alejó diciendo: “Qué hijueputa país”. Ni modo de contradecirle.

Y siguen las lecturas.

Por los letreros de las paredes y la perversidad de los caricaturistas, resulta obvio que ha hecho carrera el cerdo como representación del desastroso presidente que tenemos los colombianos. Pero si a las apariencias físicas nos rebajamos, si uno es el cerdo, el otro es el tuerto, y la suya será una mirada desviada por los siglos de los siglos. Y cualquiera sabe que me refiero al que se quedó con las ganas de ser su presidente.  Los manifestantes podrían gritar: “Muera el cerdo, viva el tuerto”. Cómo les quedó el ojo a los pobres ingenuos que ponen su fe en este político obsesionado con el poder?

Y ahora sí, últimas lecturas.

He leído tres libros en estos días: Crónicas de motel, de Sam Shepard, Memoria de jirafa, de María del Rosario Laverde, y Ráfagas de tiempo, de Plinio Apuleyo Mendoza. Ayer empecé Nuevas maneras de matar a tu madre, de Colm Tóibín, y esperan turno, entre otros, Tiempos recios, de Vargas Llosa, y El Oro blanco, de Edmund de Waal.

Hace muchísimos años quería leer Crónicas de motel, una colección de poemas y textos en prosa de diversa extensión, breves en su mayoría. Retratos, fogonazos, páginas dispersas de un diario. Ahora sé que conocía algunos. La atmósfera de este precioso libro le sirvió a Wenders para construir una película de culto, París, Texas. Shepard es toda una leyenda: vaquero, actor, dramaturgo. Premio Pulizer, con más de cuarenta obras de teatro y una envidiable carrera cinematográfica, baterista, amigo y confidente de Bob Dylan y The Rollings Stones. Y no sólo eso: amante en su juventud de otra leyenda, Patti Smith, y marido de Jessica Lange por casi treinta años, nada más ni nada menos. Tengo en casa otros libros de Sam Shepard pero ninguno tan maravilloso y tan desolado como Crónicas de motel.

Memoria de jirafa es una colección de textos breves, numerados, autobiográficos, donde Laverde expone sin altanería o vanidades su propia vida, los días que uno tras otro son la vida, como decía Aurelio Arturo, desde la infancia hasta el momento. Un padre amoroso, admirable, y una madre difícil dominan estas páginas. El libro puede leerse de un  tirón y confundirse con la brisa de la tarde. La edición es  modesta y las ilustraciones, espantosas. Pese a estas circunstancias, el libro está destinado a la memoria.

Mendoza no goza de buena fama. Pintores y escritores lo detestan por fisgón. Con Botero fue demasiado indiscreto (en alguna ocasión describió el lunar del culo de una amante del pintor) y Mercedes, la esposa de García Márquez, lo espantó de la casa. Ha explotado hasta el hastío la fama ajena. Pero su libro, Ráfagas de tiempo, donde se borran las fronteras del periodismo y la literatura, es una absoluta maravilla. Más europeo que boyacense, con una prosa precisa y eficaz, y a menudo con frases esplendorosas, Mendoza nos pasea por Bogotá y Caracas pero sobre todo por París y Roma. Una impresionante galería de personajes y momentos íntimos danzan en asombroso equilibrio. Las veinte páginas dedicadas a la ceremonia del Nobel de García Márquez, sabiamente centradas en una foto colectiva, conforman una pieza maestra. y hay por lo menos otras nueve.



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