PETRO, EL INCENDIARIO
La tercera vía
Ni por las armas ni por los votos: Petro le está apostando a la vía insurreccional
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Desde que algunos grupos petristas mancharon de singular vandalismo las protestas de noviembre, me puse a indagar entre quienes conocen al exalcalde Gustavo Petro, para entender a qué está jugando. Tras dejar las armas cuando el M-19 se desmovilizó en 1990, hizo una apuesta electoral tras otra y, gracias a ello, llegó a la Cámara, al Senado, luego a la Alcaldía de Bogotá y, en 2018, a la segunda vuelta presidencial. Un palmarés nada despreciable.
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No se trata de regresar a la lucha armada. Ni balas ni –por ahora– votos: su apuesta es por una vía intermedia o tercera vía, aunque no precisamente la que preconizó el moderado primer ministro laborista del Reino Unido Tony Blair. La tercera vía de Petro es la insurreccional. Reitero: no es una insurrección armada, sino un levantamiento popular con momentos de violencia que termine derribando al Gobierno, como tantas veces ha ocurrido en otras latitudes.
Ejemplos hay: las barricadas que determinaron la caída del argentino Fernando de la Rúa a fines de 2001, el alzamiento que dejó herido de muerte el régimen de Carlos Andrés Pérez en Venezuela a inicios de los 90, el que tumbó al peruano Alberto Fujimori en 2000, o los más recientes que estuvieron a punto de derribar a Lenín Moreno en Ecuador y Sebastián Piñera en Chile, o el que tumbó a Evo Morales en Bolivia.
Petro sabe que una insurrección, incluso si es exitosa, no le garantiza el poder. Pero conoce el caso de su admirado Hugo Chávez, cuyo liderazgo en el levantamiento de 1992 le abrió las opciones para el triunfo electoral del 98. Las urnas no han sido descartadas, pero primero debe haber insurrección.
La apuesta petrista pasa por aprovechar que, en medio de las protestas, grupos de encapuchados y personajes como la tristemente célebre Epa Colombia destruyan estaciones de TransMilenio, vitrinas comerciales, sucursales bancarias y edificios públicos. Incluye hacer colapsar el sistema de transporte con la toma de estaciones y el bloqueo de avenidas. Y, como puede ocurrir en estos casos, usar cualquier exceso de la Fuerza Pública para llenar una lista de mártires que despierte solidaridad con la insurrección.
En esto, Petro no ha tenido suerte. Por muy mal que hablen del Esmad, es mucho más profesional que los antidisturbios de otros países, que causaron decenas de muertos al reprimir las manifestaciones. El caso de Dilan Cruz no ha sido, como hubiesen querido los petristas, regla sino excepción. Además, las marchas han languidecido en cuanto a la cantidad de manifestantes, y se han vuelto casi inexistentes en ciudades distintas a Bogotá.
La violencia sí se ha mantenido, como lo comprobó la alcaldesa de la capital, Claudia López, este martes: media docena de estaciones de TransMilenio sufrieron graves daños por vandalismo, y hubo grandes destrozos en decenas de comercios y vehículos. Aparte de arrinconar al régimen, la apuesta de Petro pasa por golpear a la izquierda que no cree en la insurrección, lo que incluye a López, a Sergio Fajardo y a Jorge Robledo –quien ya lanzó su candidatura para 2022–, entre otros.
EL TIEMPO
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