Mercedes Barcha
Los biógrafos de Gabriel García Márquez aseguran que Mercedes Barcha, su esposa, es una extensión de la personalidad del nobel colombiano. Por ejemplo, cuando el escritor lanza una idea ante sus contertulios ella la complementa sin que haya pie a que él la refute. Mercedes habla de lo divino y lo humano, pero jamás lo hace en público, ni ante los medios de comunicación. Solo dos veces ha roto su silencio.
La primera fue hace varias décadas, cuando le concedió una entrevista a su cuñada Beatriz López de Barcha, y la otra hace algunas semanas al escritor puertorriqueño Héctor Feliciano, de los diarios El País, de España, y El Clarín, de Argentina. Esta última conversación inédita será parte del libro García Márquez periodista, que saldrá al mercado a finales de noviembre gracias a una alianza editorial entre la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que encabeza Jaime Abello Banfi, y la organización Ardila Lülle.
En las primeras veinte páginas del texto, Barcha, como nunca antes lo había hecho, revela los aspectos más importantes de sus 54 años de matrimonio con el autor de Cien años de soledad. “Toda una vida”, tal como dice continuamente ante sus hijos y amigos.“No hay nadie más que conozca a Gabo como ella”, explicó Feliciano, un “gabólogo” por excelencia y quien se encargó, además, de la recopilación de las crónicas periodísticas del hijo de Aracataca durante su paso por El Espectador y El Heraldo, de Barranquilla, que formarán parte del libro.
A Héctor Feliciano, la convivencia eterna entre Gabo y la Gaba lo convenció de que es verdad que existen las almas gemelas. De hecho, y lo dijo el mismo García Márquez, el amor por su esposa nació a primera vista, como muchos de los noviazgos que han nutrido los relatos de sus novelas. El nobel la vio por primera vez cuando ella era una Lolita de 13 años y se valía de los ímpetus de la juventud para repetirle a todo el mundo lo que decía su padre, un boticario sincelejano que se instaló en Barranquilla, cerca al Hotel El Prado: “Cuando yo tenía esa edad mi papá aseguraba que todavía no había nacido el príncipe que se iba a casar conmigo”.
El autor de éxitos editoriales como El otoño del patriarca pocas veces ha hablado en público de la osadía de una borrachera que lo impulsó a pedirle matrimonio a Mercedes cuando apenas era una niña. Solo en Crónica de una muerte anunciada entregó algunos apuntes de la petición de mano que para él mismo rayó con la locura: “En la inconciencia de la parranda le propuse a Mercedes Barcha que se casara conmigo, cuando apenas había terminado la escuela de primaria”. Pasado el guayabo, Gabo recuperó la razón y volvió a concluir que se casaría con la jovencita aunque ella fuera menor de edad. La niña que lo flechó se fue a estudiar a Medellín, pero la empezó a cortejar en Barranquilla, donde pasaba las vacaciones de fin de año.
La relación de los dos estuvo a un paso de transformarse en un amor imposible, en pleno despunte de los años 50, una época de carencias económicas que llevó al escritor hasta París. Con un océano de por medio, el noviazgo se nutrió con cartas aromatizadas y una foto de la Gaba que adornaba el cuarto donde él vivía. Más tarde, el creador de Macondo se instaló en Venezuela, donde en un arranque de soledad viajó hasta Barranquilla para darle el sí a Mercedes. La pareja se casó el 21 de marzo de 1958 en la iglesia del Perpetuo Socorro, en pleno corazón del barrio Boston de la ciudad y a pocas cuadras de La Cueva, el refugio de parrandas y tertulias interminables de los intelectuales de la época. Después de la celebración de varios días, los recién casados regresaron a Caracas, donde Mercedes adquirió la responsabilidad de “sostener el mundo de Gabo sobre su espalda”.
Mientras su marido escribía Cien años de soledad, ella arreglaba los asuntos domésticos y lo abastecía de resmas de papel con la ilusión de que algún editor se fijara en la obra. Dicen que ella también consiguió el dinero para enviar los textos originales de este best seller hasta Buenos Aires, la última parada antes de ser publicado. Con el tiempo, Mercedes fue una especie de relacionista que contribuyó a la amistad de Gabo con personajes de la talla de Fidel Castro. “Fidel se fía de Mercedes aún más que de mí”, afirmó el autor colombiano.
El libro García Márquez periodista traerá episodios inéditos de la relación del matrimonio García Barcha, como el desasosiego del escritor en Nueva York, cuando trabajó en Prensa Latina. “Había animadversión de los cubanos residentes hacia esta agencia de noticias. Hubo amenazas de bomba y golpes, pero cuando él llegaba a casa no le contaba a Mercedes para no preocuparla. Fue cuando decidió dejar el periodismo y dedicarse a escribir, por ella, para no mortificarla”, dijo el puertorriqueño Héctor Feliciano. Ahora, en México, Mercedes es la encargada de perpetuar la tranquilidad de su esposo.
Algunas veces salen a comer, y casi siempre en su casa del sector de San Ángel atienden a sus dos hijos, los nietos y los amigos más entrañables. Cuando no están ellos, la Gaba lee, habla, escucha música y ve películas del cine dorado mexicano y del viejo Hollywood. Ella llena la mansión al igual que la mujer del cuento Los funerales de la mamá grande.
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