AMORES Y NAUFRAGIOS
Philip Roth y Claire Bloom:
¿Quién se queda la mesita auxiliar?
Tras 17 años de convivencia, el escritor y la actriz se divorciaron al estilo de los Rose, con abogados, rencores y golpes bajos
Durante un paseo frente al Tirreno, la actriz Claire Bloom se volvió hacia su amigo, el escritor Gore Vidal. Le preguntó si le parecía buena idea una relación con Philip Roth.
Como es de suponer, Bloom se echó en brazos de Roth, el novelista que escandalizó en 1969 a la comunidad judía con El lamento de Portnoy. El libro le popularizó (400.000 ejemplares) con su descarnada sátira de una familia judía mediante el recurso al desnudo psicológico y moral que Portnoy, su protagonista, despliega ante el diván. Entre los rasgos de Portnoy sobresale su ansioso onanismo, que en una ocasión alcanza el clímax apuntando sobre un trozo de hígado que servirá de cena familiar. Aparte de una feroz campaña contra él, Roth debió encajar que anónimos paseantes le abordasen por la calle para decirle ‘yo no como hígado’. Años después, en una charla con David Remnick, director de The New Yorker, confesaría: “Fue divertido las primeras 7.000 veces que lo oí”.
La literatura de Roth es, en buena medida, la vida de Roth. Y su vida en ocasiones compite con la ficción. Claire Bloom y Philip Roth se conocieron en el verano de 1966 en la casa de unos amigos en East Hampton. “Alto, delgado y bronceado, tenía un atractivo fuera de lo corriente. También parecía ser muy consciente del efecto que causaba en las mujeres. Me atrajo enseguida, y años después me confesó que él había sentido lo mismo hacia mí”, narraría la actriz en sus memorias, Adiós a una casa de muñecas, que acaba de publicar Circe en España (traducción de Jordi Fibla Feito).
Roth, que ya era un escritor de culto aunque no célebre, tenía una relación con la rica y bella Anne Mudge. Bloom estaba casada con el actor Rod Steiger, su primer marido. Nada surgió de aquel fogonazo, excepto la memoria de lo que podría ser. Hasta 1975, en un encuentro en la avenida Madison digno de un guion de Woody Allen. Bloom convalecía del divorcio de Hillard Elkins, su segundo marido con el que había deambulado por las aguas turbias del sadismo. La actriz iba camino de un té con su profesor de yoga. El escritor se dirigía a su cita con el psicoanálisis. A partir de ahí, lo previsible: cafés, sexo, cartas, cenas, amor.
Se juntan en Connecticut, la casa de campo que Roth se compró cuando se hartó de la fama; en Londres, donde viven Bloom, su madre y Anne, su única hija —nacida de la relación con Rod Steiger— y en Nueva York. A los dos años, el novelista le deja claro que no desea convivir con su hija, una futura cantante de ópera que entonces tenía 18 años. La actriz —y solo está por escrito su versión de los hechos— accede. Los días de vino y rosas —y de recíproca estimulación creativa— decrecen sobre todo a partir de 1987, cuando las dolencias físicas de Roth se intensifican (se opera del corazón y una rodilla) y cuando una inapropiada prescripción para la ansiedad, que incluye el fármaco Halcion, le hunde en una depresión, que se esfuma con la retirada del tratamiento.
Llevaban 15 años juntos y había signos de agotamiento por doquier. Hicieron algo frecuente: corrieron hacia delante. El 19 de abril de 1990, a petición de Claire Bloom, se casaron. Dos días antes, ella firmó un acuerdo prenupcial donde aceptaba que su marido podría divorciarse cuando lo desease sin incurrir en ninguna responsabilidad hacia ella y con derecho a recuperar sus posesiones. “Tanto anhelaba convertirme en la esposa de Philip que acepté aquel insulto y preferí hacer caso omiso”, sostendría en sus memorias.
La relación se sosegó un par de años, pero en 1992 Bloom ve señales de alejamiento, que ella misma psicoanaliza: “He aquí un elemento común que aparece una y otra vez en sus últimas obras: la necesidad de huir de una mujer cuando se percata de que su afecto le hace vulnerable a ella”. En 1993 Philip Roth se desmorona. “Lo que le ocurrió fue básicamente que reconoció que incluso el ser humano más fuerte puede acabar arrodillado por una combinación casi ridícula de un mal matrimonio, un dolor de espalda y la muerte. Todo lo que satiriza en La lección de anatomía le sucedió a él”, le contó un amigo al periodista Remnick.
La pareja entra en un torbellino escabroso y doliente —engaños amorosos incluidos— antes de firmar el divorcio en 1995, que incluye excesos propios de la ficción de Roth, como el bombardeo de faxes donde el autor le reclama a su esposa sumas imposibles de dinero. “Todo divorcio termina con una pelea para ver quién se queda con la mesita auxiliar”, diría con sorna la directora Vita Muir a Claire Bloom.
Un año después, ella publica unas memorias letales para el escritor, que devolverá el golpe en Me casé con un comunista, donde una actriz traiciona y deja a los pies de los caballos del maccarthismo a su marido. Una periodista del New York Times preguntó a Gore Vidal, amigo de ambos, por la guerra Bloom-Roth. “Ambos son neuróticos. Estuvieron juntos 17 años, no todo ha debido ser malo. Es mejor estar al margen de los divorcios. Y de las guerras civiles”.
Apuntes biográficos
Philip Roth (Newark, 1933). Su primer libro, Adiós, Columbus, una recopilación de relatos, ganó en 1960 el National Book Award, que recibiría de nuevo por El teatro de Sabbath. Ha escrito más de 30 libros —entre ellos, algunos esenciales como Pastoral americana o La mancha humana—, en los que recurrió a sus vivencias con frecuencia. “Su chorro de creatividad es casi shakespeariano”, dijo el crítico Harold Bloom a propósito de él. En Mi vida como hombre y Los hechos explotó la desastrosa experiencia de su primer matrimonio con Margaret Martinson. En 2012 anunció su retirada.
Claire Bloom (Londres, 1931). Chaplin la catapultó a la fama al escogerla para actuar en Candilejas. Desde entonces ha construido una larga carrera, que incluye televisión (Retorno a Brideshead) y cine (Ricardo III, El espía que surgió del frío, Furia de titanes, Poderosa Afrodita, El discurso del rey...). Pero es ante todo una gran dama de la escena, aclamada por sus papeles en obras de Chéjov, Ibsen, Shakespeare o Williams. Su primer gran romance fue con Richard Burton, a quien le seguirían otras aventuras con Laurence Olivier o Yul Brynner. Se casó en tres ocasiones.
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