Mark Zuckerberg (Facebook) lleva sudaderas porque tiene cosas más importantes en qué pensar, pero si una mujer acude con tacón de aguja a un encuentro con inversores se puede ver en Twitter con el
hashtag #brainsnotrequired (no se requiere cerebro). Ocurrió en Nueva York y se armó gran revuelo. El autor, Jorge Cortell, consejero delegado de Katnerson Systems, dijo que sólo quería denunciar lo insano de la prenda, pero lo que todos entendieron fue que el tamaño de aquellos
stilettos era inversamente proporcional al del cerebro de su dueña. Contra estos prejuicios, el Museo de Brooklyn abre
Tacones asesinos, una celebración de lujuria, ambición, dominación, feminidad… Todo cabe en los más de 160 pares que se exhiben, menos una mujer, porque los modelos de Louboutin, Iris van Herpen X United Nude, Manolo Blahnik o Noritaka Tatehana no están hechos para caminar.
Desde que la mujer arrebató al hombre el tacón hace tres siglos, no ha habido prenda que aterrorice e hipnotice más al sexo masculino. Lisa Allen, comisaria de la exposición, cree que es el objeto más codiciado, vilipendiado y temido porque remite al poder. Elevan el cuerpo, muestran a una mujer dominadora. No es poco en un país que puede tener en Hillary Clinton a su primera presidenta. “Si fuera mujer, llevaría tacones”, dijo el exalcalde Michael Bloomberg. Pero ¿por qué sólo los llevan las mujeres y cada vez más altos? Tal vez para pisar a quienes ven en ellos irracionalidad, frivolidad o provocación sexual. Killer Heels es una estupenda excusa para degustar ese “martirio consentido” entre mujer y taconazos. “No sé quién los inventó, pero las mujeres le debemos mucho”, dijo Marilyn Monroe.
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