J. ERNESTO AYALA-DIP
16 DE NOVIEMBRE DE 2011
Pilar Donoso, la hija del fallecido escritor chileno José Donoso, fue encontrada muerta el martes por la noche en su casa de Santiago. La policía ha señalado como posible causa de la muerte la ingesta de medicamentos.
Sabemos que una bella actriz norteamericana de reparto precipitó el suicidio del poeta y novelista italiano Cesare Pavese. Eso lo explican su epistolario y su última llamada telefónica desde un hotel de Turín. Esa mujer fue el detonante. ¿Pero dónde empezó todo? ¿En qué rincón de sus años jóvenes o de su infancia o de un poema comenzó a larvarse la tragedia? Ayer nos llegó la noticia del suicidio de Pilar Donoso (Madrid, 1967), hallada muerta en su casa de Santiago de Chile en la noche del martes. Desconocemos el desencadenante de semejante decisión. Aunque saberlo tampoco nos sirva de nada. Porque, como en el suicidio de Pavese, lo que cuenta es el principio de todo. Y ese principio lo desconocemos. Es imposible conocerlo. Así que sólo nos queda conjeturar y rastrear en las palabras que escribieron.
Pilar Donoso escribió un libro sobre su padre, el novelista chileno José Donoso (1924-1997), titulado Correr el tupido velo (Alfaguara, 2010). La impresión que deja su lectura es la de una persona que desde pequeña tuvo que apechugar con las cíclicas angustias y desesperación de sus padres adoptivos. Terribles jornadas de depresiones y no menos terribles jornadas de alcohol de ambos. Y por si fuera poco todo ello para una niña, días de escasez monetaria, a lo que se sumaba una patológica necesidad de reconocimiento por parte de José Donoso. La lectura de ese libro desasosegante no incluía la sensación de ira por parte de quien lo escribió. Pilar Donoso escribió un libro para neutralizar sus demonios interiores. Ahora nos preguntamos si llegó realmente a neutralizarlos. Correr el tupido velo nunca me pareció un libro atormentado, sino uno que describía dos vidas atormentadas. Y con eso tuvo que convivir la niña y adolescente Pilar Donoso.
Cuando terminé de leer su único libro, tuve la certeza de que su autora no había escrito nada que nos hiciera entrever el resentimiento o la venganza. Nada que nos pareciera una herida abierta, imposible de cicatrizar. Todo lo contrario. Las palabras corrían un velo, sin ira ni cuentas pendientes. Expresé alguna vez que escribir sobre los padres se estaba convirtiendo en un sospechoso subgénero literario: amarillismo biográfico de la peor especie. Correr el tupido velo corría ese peligroso riesgo sin caer en él. Pilar Donoso escribió un libro honesto, lleno de preguntas acerca de los abismos que bordearon sus padres. Y en los que cayeron. Me acordé de El pedigrí de Patrick Modiano y de Tiempo de vida de Marcos Giralt Torrente. Es decir, auténticos exponentes de un género literario de altura moral y verdadero horizonte estético. En esa estela y clave literaria trabajó Pilar Donoso. Leímos la investigación que llevó a cabo en su proceso, en su itinerario vital. Pero nunca supimos, ni sabremos ya jamás, qué averiguó la hija y la escritora para sí tras esa penosa labor.
La publicación de Correr el tupido velo significó para Pilar Donoso la ruptura matrimonial, tras veinte años de feliz convivencia, y el abandono de sus tres hijos. También episodios de ansiedad. Como si aquellas páginas le hubieran estallado en las manos. Con ese crudo y doloroso libro le llegó una inesperada incomprensión familiar y la consiguiente soledad. Leído el libro, me quedó una especie de sensación de contagiosa nostalgia. Cuenta Pilar Donoso que en medio de toda esa torturada atmósfera familiar, siempre guardó en su memoria un pequeño paraíso terrenal: Calaceite, el pueblo de la franja catalano-aragonesa donde quizá viviera sus horas más felices y plenas jugando en la calle con los niños de su edad. Algo en la vida de pronto se nos hace irrespirable. Porque la vida misma deja de tener sentido. Creo que Pilar Donoso descubrió un día que es imposible escribir sobre alguien sin escribir sobre uno mismo. Y también que es imposible que el dolor que nos rodeó durante tanto tiempo no nos haya dejado una huella demasiado insoportable.
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