Don Winslow |
Don Winslow, Don Quijote y sus cuatro libros preferidos
El rey de la narcoliteratura, ausente de BCNegra por problemas de salud, elige y comenta para EL PAÍS las novelas que más le ha gustado escribir. Su discurso por el premio Pepe Carvalho se convierte en una oda a la literatura, sin fronteras de género
Juan Carlos Galindo
Barcelona, 11 de febrero de 2022
Don Winslow (Nueva York, 68 años) no ha podido completar su carta de amor a Barcelona, ciudad que adora y donde ha encontrado reconocimiento. En un mundo acostumbrado a las ausencias y las presencias en pantallas, a la distancia y los cambios de última hora, el autor de El poder del perro ha recibido el Premio Pepe Carvalho de BCNegra, pero tuvo que participar en el acto de entrega del jueves desde EE UU y por videoconferencia. No pudo viajar por problemas de salud, pero su discurso fue un homenaje al género negro, a la literatura, a Don Quijote como principio y fin de todo, incluido Philip Marlowe.
Orgulloso miembro de la pandilla criminal, Winslow ha cerrado su trilogía sobre el narco (la mencionada El poder del perro, El cártel y La frontera) para volver a sus orígenes, a Providence, donde creció y donde da comienzo su nueva saga con Ciudad en llamas, que Harper Collins publicará en abril en España, una novela sobre la mafia irlandesa e italiana en Rhode Island en 1987. “Es una historia en la que he trabajado durante los últimos treinta años. El libro está ambientado en la misma playa en la que crecí, lo que da cierta riqueza, incluso quizás algo de intimismo. Ahora vivo allí la mitad del año y paso por la playa donde empieza la novela prácticamente todos los días. Conozco cada ola, cómo cambian los colores”, confesaba este viernes por correo electrónico. Su tradicional meticulosidad a la hora de investigar cada detalle de sus narconovelas le ha llevado ahora a una introspección en su pasado. “Escribir sobre tu infancia es un camino lleno de peligros. El reto es hacerlo honestamente”, comentaba.
Las novelas más conocidas de Winslow permiten al lector acceder a un mundo complejo, detallado con minuciosidad pero sin renunciar al espectáculo ni al análisis político. “El bisturí de Winslow es político sin ser demagógico. Nos dice las cosas a la cara, sin moralina”, resumía Carlos Zanón, comisario del festival. Pero el mundo literario de Winslow va más allá. EL PAÍS le ha pedido que elija y comente las cuatro novelas que más le gustan de toda su carrera. Este es el resultado.
El cártel (RBA, 2015)
“Probablemente, el libro sobre el que ha pivotado mi carrera, del que estoy más orgulloso, el que me resistí a escribir, el que más me ha costado. Después de El poder del perro, me juré que no volvería al tema de los cárteles mexicanos de la droga. Era simplemente demasiado violento y demasiado triste. Mi agente y amigo, Shane Salerno, seguía empujándome a escribir el libro que terminaría siendo El cártel y yo literalmente colgaba el teléfono. Pero mientras me mantuve al margen, viendo cómo se deterioraban las cosas en México y viendo cómo mis compatriotas malinterpretaban profundamente lo que estaba pasando, entendí que sabía cómo explicarlo, si bien en ficción, y que tenía la responsabilidad de hacerlo”.
“Fue un libro difícil de escribir por todos los asesinatos, la muerte de los periodistas, el martirio de los trabajadores sociales, especialmente de las mujeres. No hay prácticamente nada en el libro que no pasara. Solo organizar la masiva cantidad de material de la investigación (la cronología ocupaba 156 páginas) fue desalentador y darle forma a todo de manera que diera como resultado una historia coherente que fuera accesible a los lectores resultó un reto que en algunos momentos parecía imposible. Solo vivir mentalmente en ese mundo día tras día fue agotador. Dicho esto, me alegro de haberlo escrito. Creo que narra con fidelidad la verdadera historia”.
Salvajes (Martínez Roca, 2011)
“Este libro empezaba con un capítulo que ahora es famoso formado por dos palabras y después se escribía solo. Fue un experimento con el lenguaje: empecé a escribir e instantáneamente me encontré escribiendo con la voz de una veinteañera californiana. Le envié las primeras 14 páginas a Shane [Salerno, su agente] con una nota que decía que no sabía si era algo particularmente bueno o si había perdido mi cabeza. Su respuesta fue: deja lo que tengas y ponte con esto. Lo hice con un desgaste de energía que todavía no puedo explicar”.
“Quería ver si podía hacer lo mismo que los directores de la nouvelle vague francesa pero con la historia de un trío de productores de marihuana. La historia entre los tres fue algo inspirado en cierto modo en Jules et Jim. El libro es también un acto de rebelión en un momento en el que mi carrera estaba en un momento de transición y estaba harto de las peticiones para crear “una marca”, de las definiciones de subcategorías del género y de las reglas arbitrarias sobre qué era un thriller, qué era procedimental, qué hard boiled, o qué literatura blanda. Decidí prescindir de todo eso, parar las máquinas y ponerme a escribir lo que de verdad sentía. Como un salvaje, supongo”.
Corrupción policial (RBA, 2017)
“Un día sonó el teléfono a las siete de la mañana. Era Shane, que quería que habláramos sobre mi próximo proyecto. Manejamos varias ideas y entonces preguntó: ‘¿Qué te parece un libro sobre la policía en Nueva York?’. A lo que respondí inmediatamente: ‘Podría escribir una barbaridad sobre eso”.
“Pero, en realidad, no estaba tan seguro. Siempre había querido escribir ese libro, pero no sabía si tenía la calidad para hacerlo. Cuando hablas de Nueva York o arrasas o fracasas, no hay término medio. Pero yo crecí con Sérpico, French Connection, que dieron forma a mi elección profesional. Me recuerdo viendo esas películas como si fuera ayer. Así que quería hacer una aproximación contemporánea y al final lo conseguí. Quería hablar de un hombre básicamente decente –un policía llamado Danny Malone– que pierde su brújula moral, se corrompe y se enfrenta a sus dilemas interiores. También quería convertir la ciudad en un personaje, llevar al lector a las calles donde he vivido y trabajado o por las que todavía siento un gran cariño”.
Un soplo de aire fresco (Mondadori, 2013)
“No sé si es uno de mis mejores libros, pero siempre sientes cierto cariño por el primero. No tenía ni idea de cómo escribir un libro. Había leído los trabajos inspiradores de Elmore Leonard, Lawrence Block, Charles Willeford y, por supuesto, Raymond Chandler y otros, pero no sabía cómo ejecutar la estructura o el mecanismo narrativo”.
“También lo pospuse durante mucho tiempo. Por una sencilla razón: estaba muy ocupado ganándome la vida. Pero, para ser sinceros, creo que tenía miedo de no tener el talento. Cuando lo terminé finalmente, estaba en Kenia, donde trabajaba como guía fotográfico para turistas. Estaba improvisando con mi vida, haciendo de detective y dirigiendo obras de Shakespeare en Inglaterra, así que Un soplo de aire fresco fue escrito alrededor de todo el mundo en un plazo de tres años, en tiendas de campaña, hoteles, aviones, trenes y autobuses. Escribí el manuscrito, lo mecanografié en máquinas de escribir y ordenadores portátiles hasta que al final consideré que tenía un libro. Los primeros 15 editores no pensaban lo mismo. Pero mientras recibía esos rechazos ya estaba trabajando en el segundo. Supongo que tiene algo que ver con la persistencia y, como siempre le digo a los autores jóvenes, no os rindáis”.
Es responsable de la sección de Pantallas y, además, escribe sobre libros en Cultura y Babelia y coordina el blog de novela negra Elemental. Lleva en EL PAÍS desde 2008 y antes estuvo en 20 minutos, entre otros medios. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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