Katherine Mansfield Ilustración de Triunfo Arciniegas |
DIARIO III
1914
El niño en mis brazos
"¿Vas a tocarme teniendo como tengo al niño en brazos?" No es un simple cumplido. Cambia la palabra "vas" por la palabra "puedes" y se transforma en algo tief, sebr, tief! (*"Profundo, ¡muy profundo!" -N. de la T.). Estaba ahora mismo pensando que apenas me atrevo a dar rienda suelta a mis pensamientos sobre J. y a mi deseo de J. Y he pensado: si tuviera un hijo, ahora jugaría con él y me abandonaría a él y lo besaría y lo haría reír. Y utilizaría al hijo para protegerme de mis más profundos sentimientos.
Cuando sintiera: "No, no voy a volver a pensar en esto; es intolerable, insoportable", bailaría con el bebé.
Creo que eso es cierto en el caso de todas las mujeres. Y explica la curiosa mirada de seguridad que se observa en las madres jóvenes: están a salvo de cualquier sentimiento extremo gracias al niño que llevan en brazos. Y explica también el caso de las mujeres que llaman "niños" a los hombres, se sacian hasta el punto de perder toda compasión. Observa la sonrisa satisfecha y astuta de las mujeres que dicen: "Los hombres no son más que niños".
"Ninguno de los dos estaba lo suficientemente enamorado como para imaginar que trescientas cincuenta libras esterlinas al año les proporcionaría todas las comodidades de la vida". (Elinor y Edward, de Jane Austen). ¡Dios mío!, digo yo.
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