Graham Greene pone en cuestión el catecismo y se aparta de la doctrina de Juan Pablo II
Para el autor británico, católico agnóstico, "el escritor es un pequeño dios instintivo"
Londres 25 SEP 1989
El novelista británico Graham Greene, siempre discreto y poco amigo de la publicidad, se define como un católico agnóstico en unas declaraciones en las que por primera vez aborda la naturaleza de sus creencias religiosas. Greene pone en tela de juicio muchas de las enseñanzas del catecismo y se aparta decididamente de la doctrina de Juan Pablo II en una entrevista al semanario católico británico The Tablet. Para el escritor, la religión "es un misterio que no puede ser destruido... ni por la Iglesia", y el escritor "es en cierto sentido un pequeño dios que trabaja por instinto".
Greene ha hablado largo y tendido sobre religión y su catolicismo con John Cornwell, quien hace poco publicara un libro defendiendo la tesis de que Juan Pablo I murió por la falta de amor que sintió durante su fugaz presencia en el Vaticano. El novelista ofrece a los lectores del minoritario pero influyente semanario católico The Tablet una mezcla de misterio, contradicciones y mundanidad que no desentonaría en sus novelas. Confiesa que vive en Antibes, en la Costa Azul francesa, "para estar cerca de la mujer que amo. Es una amistad que viene desde hace unos 30 años. Está casada con un suizo pero él es... complaisant". Es una amistad adúltera, el último de una larga serie de arriores nobles y duraderos, que río es moralmente reprensible: "depende del punto de vista de tres personas, de si son felices así".Greene dice definirse "ahora como un católico agnóstico" y no gustar de la palabra pecado -"creo que se hacen cosas mal... puede ser un pequeño mal o un mal grande. Depende de las circunstancias y de las relaciones humanas"- ni creer en el demonio, los ángeles o el infierno. "Nunca he creído en el infierno. Creo que es contradictorio. Dicen que Dios es piedad... así que es contradictorio. Creo que puede que haya nulidad. No creo en el infierno, y el purgatorio puede ocurrir en esta vida, no en una vida futura". Nulidad, para Greene, equivale a aniquilación, y Hitler sería un ejemplo de alguien aniquilable.
Al único escritor católico británico popular vivo le gustaría creer que hay otra vida -"uno quisiera que hubiera algo más que este mundo"- y que existiera el cielo: "Si existe, es una entidad que no puedo imaginarme. Mi idea del cielo es algo activo, una forma de actividad con la que pudiéramos influir en la vida de la tierra... Quizás las oraciones de uno en ese estado pudieran influir a alguien en la tierra".
Su Dios no es una idea pura, sino una imagen más próxima a Cristo, al que él reza durante cinco minutos cada noche para pedir por otras personas. Greene reza el avemaría.
Graham Greene se convirtió al catolicismo en 1927 por el amor de la católica Vivien Dayrell-Browning, pero la suya fue una conversión intelectual -"para entender lo que ella creía, aunque yo no lo creyera"- y no bovina: "Llegué a la conclusión de que podría estar más cerca de la verdad que cualquier otra de las religiones del mundo". Greene duda, lucha y a sus 85 años lo que le mantiene "no es lo suficientemente fuerte para ser llamado creencia... Es el Evangelio según San Juan, es casi un reportaje que podría haber sido escrito por un buen periodista (...) No puedo evitar el creer en él".
Escucha misa cada domingo, y siempre que es posible la oficiada en latín por su amigo español Leopoldo Durán, quien le confiesa, "aunque no tengo mucho que confesar a los 85 años", y de quien recibe la comunión "porque le satisface a él". Greene estima que la comunión es una conmemoración de la Última Cena, que no debe considerarse literalmente como el recibir el cuerpo de Cristo.
La religiosidad del autor de El tercer hombre está salteada de continuas interpretaciones personales del magisterio de la Iglesia, y más en lo relativo a las auspiciadas por el papa polaco. El novelista fustiga la visión de la sexualidad de Juan Pablo II y la intolerancia del catolicismo con los controles de natalidad. "Los ideales pueden ser buenos o malos, y creo que la Iglesia en este momento está imponiendo malos ideales. Creo que la Humanidad exige el control de natalidad. Yo no diría que la actitud de la Iglesia en eso es un ideal; yo lo llamaría ideología (...) y ahora con el SIDA es un error peligroso".
Lo que más le desagrada a Greene de Wojtyla es que "este Papa no tiene dudas". Dudar es humano, recuerda el novelista, que percibe fuertes corrientes antidogmáticas en el comunismo y en el catolicismo: "Estamos entrando en un momento en que hasta los marxistas dudan del marxismo ( ... ), pero desgraciadamente el actual Papa intenta restablecer la infalibilidad".
El Papa y Reagan
Greene, de ideología izquierdista y adalid de las revoluciones del Tercer Mundo, dice que Juan Pablo II le "recuerda a Reagan. Siempre está saliendo en televisión. Es un buen actor. Y quería ser actor cuando era joven. Necesita una gran muchedumbre o un equipo de televisión. Gorbachov me recuerda mucho más a Juan XXIII".La literatura y la creación literaria aparecen marginalmente en la conversación y sin salir del marco espiritual. Miguel de Unamuno es uno de los escritores que Greene dice le influyeron. "Me gustaba la espiritualidad de Unamuno, y en especial su libro sobre Cervantes". La lectura de Vida de Don Quijote y Sancho le satisfizo más que las correrías del hidaldo manchego salidas de la pluma del alcalaíno. "Me gusta también mucho El sentido trágico de la vida".
El escribir, concebido como "la habilidad de controlar el pasado, el presente y el futuro", tiene algo de cualidad divina, a juicio del autor de El poder y la gloria. Para él es un proceso arduo, complejo y no siempre racional. "Con frecuencia el inicio de un libro se hace muy difícil, y en general conozco a grandes rasgos el principio y a grandes rasgos el final; no sé nada del medio y a veces sale algo que no tiene ningún sentido, que no parece contribuir al personaje, ni a la acción ni a nada. Y de repente, quizás un año después, cuando ya estoy cerca del final, aparece la razón de aquello escrito por instinto, sin saber que iba a necesitarse 150 páginas más adelante".
Camino de Roma
El más allá de los sueños también puede ayudar al dios-escrítor. "Una vez, en medio de Un caso acabado me encontré que no sabía cómo seguir. Camino de Roma tuve un sueño que no era el mío sino de mi personaje; al día siguiente lo escribí, me desbloqueé y el libro siguió".Graham Greene rechaza la etiqueta de escritor católico y dice que sólo es "un escritor que, además, es católico". La religión le ha servido para imbuir a sus personajes de características propias de seres humanos con un futuro, algo que echaba de menos en sus coetáneos del círculo de Bloomsbury.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de septiembre de 1989
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