Libros para tu refugio literario este verano
Escrito por Alicia Medina
No sé a vosotros, pero a mí con este calor y el clima de tensión en el que nos ha dejado estas elecciones en plenas vacaciones, lo que me apetecen leer son novelas cortas, historias adictivas y libros de relatos. Lecturas que son un refugio en tiempos de incertidumbre política y climática, que reivindican la libertad para hablar de diversidad, feminismo y clase social, y nos invitan a imaginar un futuro mejor. Os dejo diez recomendaciones para meter en vuestra maleta y os animo a leer un libro que ha generado mucha polémica estos días.
Mañana, mañana, mañana, de Gabrielle Zevin (AdN)
Gracias a Alianza de Novelas tuve la oportunidad de conocer a Gabrielle Zevin en su paso por España. Fue en uno de estos locales «modernitos» de Madrid que buscan recuperar la nostalgia de los 80 con máquinas recreativas retro, carteles de cine de esa época y Bowie sonando de fondo. La autora había aparecido en el programa de Jimmy Fallon unos días antes y en mis oídos gritaba una alarma: peligro, best seller a la vista. Sí, lo reconozco, suelo sospechar de los libros que llegan avalados como superventas, aunque mi instinto me decía que ahí había algo más. Y lo cierto es que Zevin me terminó de convencer para leerlo cuando habló de su experiencia como mujer racializada en Estados Unidos, de cómo había pretendido retratar el machismo en el mundo de los videojuegos y en las empresas tecnológicas, y su interés por mostrar formas de amar alejadas de la norma.
Con una mezcla entre Tan poca vida de Hanya Yanagihara (Lumen, 2015), Gente normal de Sally Rooney (Random House, 2019) y la serie Halt and Catch Fire (Filmin), Mañana, mañana y mañana es un libro que engancha, incluso a personas poco fans de los videojuegos, como es mi caso, ya que, cuando cuenta el proceso de desarrollo de un universo virtual, se centra más en la creación de la historia y en las experiencias personales vertidas en ella que en aspectos técnicos. Habrá película y también podéis echar unas partidas a uno de los videojuegos del libro aquí. Con sus quinientas páginas a lo mejor os hace superar el límite de peso para no facturar vuestra maleta, pero es una lectura perfecta para leer de vacaciones, con trasfondo y crítica social, pero nada densa y muy adictiva.
La mala costumbre, Alana S. Portero (Seix Barral)
En su primera novela, Alana S. Portero nos acerca a una infancia y juventud trans vivida en San Blas, un barrio de clase obrera de Madrid. Una vida marcada por una violencia que no necesita ser física ni evidente, que va calando a través de comentarios de familiares y personas cercanas, de desprecios al diferente y de la observación en los demás de los estragos de años de vivir fuera de la norma.
En su viaje de autodescubrimiento, una revisión del mito del héroe en versión queer, la protagonista encuentra apoyo y compañía en una genealogía de mujeres trans, marginadas e invisibles, hermosas aún tras años de maltrato, cirugías clandestinas y abandono, dulces y maternales aunque hablen el lenguaje de la calle, dispuestas a compartir lo poco que han conseguido para hacer más llevadero este mundo cruel y violento a su familia elegida.
Alana también cuenta cómo la llegada de la heroína a los barrios en los años 80 y el principio de un capitalismo salvaje terminó con la conciencia de clase, la idea de comunidad y de apoyo entre vecinos para dar paso al individualismo que conocemos hoy en día. Si bien tampoco idealiza esa época, pues reconoce que la intolerancia, el machismo y la vigilancia constante dejaban pocos resquicios a la disidencia.
A pesar de la dureza de lo que cuenta, La mala costumbre no es un libro oscuro ni amargo, en él hay belleza, poesía y esperanza, hay lucha colectiva, orgullo de clase y reivindicación de la diferencia.
Sevillana, de Charo Lagares (Lumen)
En Sevillana asistimos a fastuosas comilonas, fiestas en grandiosas fincas y nos colamos en las casetas a las que van los señoritos y las niñas pijas en la Feria de Abril. Pero con mucha ironía también presenciamos las grietas de esta clase social, su preocupación por las apariencias, la endogamia y los prejuicios que se transmiten de madres a hijas. De hecho, uno de los puntos claves es el conflicto que se genera en torno al peso, tema de preocupación y arma arrojadiza entre tres mujeres —abuela, madre e hija— que han heredado la idea de que la delgadez se asocia con la belleza y el éxito, y aunque Alejandra, la más joven, se rebele contra ello, no escapa de juzgar a otras mujeres por su cuerpo o de hacer dieta para cumplir con las expectativas familiares y sociales. Para ella, elegir su camino implicará dejar de sentirse culpable por no ser, ni por su físico ni por sus decisiones tomadas, la hija que esperaba su madre.
El libro de Charo Lagares es un soplo de aire fresco en este tórrido verano. Recomendado para leer mientras tomamos un rebujito en el chiringuito de la playa.
Más allá de Concordia, de Lola Robles (consonni)
Partiendo del ritual de las vírgenes juramentadas de Albania —una forma institucionalizada de cambio de género, según la cual, una mujer que jure castidad y renuncie el matrimonio, pasa a ser tratada como un hombre a todos los efectos—, Lola Robles, nuestra Ursula K. Le Guin española, da forma a Concordia, una sociedad pacífica, vegetariana y queer que da asilo a personas de otros planetas que son perseguidas por cuestiones como su identidad u orientación sexual.
Concordia, como ocurría en el mundo de Antares en Los desposeídos (1974) de Le Guin, no es una utopía perfecta, y los problemas llegan cuando los concordianos se ven enfrentados a los modos de vida de otros planetas. Para solucionarlos, Robles opta por el diálogo, el consenso y la empatía como forma de avanzar y seguir construyendo un mundo justo, igualitario e integrador.
La utopía para unos, puede ser distopía para otros, pero en una época tan convulsa como la que vivimos, pensar en alternativas posibles a un sistema que no piensa en las personas ni en el medio ambiente se hace más necesario que nunca.
La glándula de Ícaro, de Anna Starobinets (Impedimenta)
Los relatos de Starobinets recuerdan a Black Mirror en sus buenos tiempos: historias que nos muestran los peligros del aislamiento, el uso excesivo de la tecnología y la desconexión con el mundo que nos rodea, y donde no hay finales felices ni esperanzadores, porque una vez que se toma el camino del odio, el egoísmo y del consumismo voraz, es muy difícil volver atrás.
Partiendo de situaciones cotidianas, muchas veces dentro de los hogares, las historias de Starobinets se van volviendo aterradoras a medida que el uso de la tecnología ejerce una transformación en la persona que narra o en sus seres queridos, y se va haciendo evidente que no hay escapatoria para la distopía en la que viven, aunque puedan intentar imponer sus propias reglas en ella. Esto ocurre en una época indeterminada, que podría ser el futuro por el avance de la tecnología, aunque se percibe una decadencia muy soviética, como en el mundo de Winston Smith en 1984, y un retroceso en los derechos sociales.
Las influencias de Shirley Jackson, Stephen King, George Orwell o Philip K. Dick parecen evidentes, aunque la autora reconoce que no llegó a ellos hasta un tiempo después de empezar a escribir, pues estos autores difícilmente traspasaban el telón de acero, sin embargo, no es de extrañar esta coincidencia ya que los miedos que aborda la autora son universales y se encuentran arraigados en el alma humana.
Los astronautas, de Laura Ferrero (Alfaguara)
Este libro comienza con un acontecimiento autobiográfico: cuando la autora encuentra una fotografía suya de bebé con sus padres, la única prueba, a parte de su propia existencia, de que en algún momento formaron una familia. A partir de ahí, el resto es ficción, o al menos la realidad se mezcla con la ficción y la narradora imagina a su madre y a su padre como astronautas que flotan solos en el espacio, aislados en sus propias historias. Y la analogía con los astronautas es algo que se repite a lo largo del libro. De hecho, Laura Ferrero habla de algunos astronautas famosos, de sus vidas, y de que cómo nunca regresaron del todo del espacio. También de la historia tan triste de la perrita Laika o la terrible muerte de la profesora Christa McAuliffe en el Challenger.
La familia es igualmente un tema importante y, especialmente, las ausencias. Ya que la narradora comienza pensando en la ausencia del padre, que es la evidente, porque es el que se ha ido y ha formado otra familia, pero se acaba preguntando por su madre, presente pero de alguna manera también ausente porque no sabe comunicarse con ella. Y de fondo, esas historias que nos contamos, omitiendo aquello que nos hace daño o que nos hace quedar mal, para seguir adelante, pero que a veces nos separan de las personas a las que queremos.
Río de fuego y otros relatos, de O Jeonghui (Editorial Arde)
La cultura surcoreana se encuentra de moda, comemos kimchi, escuchamos K-pop, vemos K-dramas y ahora también podemos leer a una de sus autoras más relevantes gracias a la editorial Arde.
Marcada por la escasez de la posguerra, los traumas que afectaron a su generación y a sus familias, la tradición y la opresión masculina, los relatos de O Jeonghui pueden resultar desoladores, aunque también de una gran belleza poética. Además, sorprende lo trasgresores que debieron ser para la sociedad coreana de los años 60 y 70, pues la autora trata temas como el aborto, la prostitución, las relaciones entre personas del mismo sexo, la crisis de los cuidados, los abusos a las mujeres y el feminismo.
Para quien busque referencias a la cultura coreana, la autora también nos habla de sus mitos, de cómo son sus relaciones familiares, su forma de vivir, de trabajar y de amar.
Momo, Michael Ende (Alfaguara)
Os extrañará que recomiende por aquí un libro juvenil, pero en el cincuenta aniversario de su publicación me parece un buen momento para releer este clásico con una mirada adulta. Y es que Momo, en toda su aparente sencillez y fantasía, supone una crítica muy potente al sistema capitalista y al consumismo, representado en esos hombres grises que nos roban el tiempo y nos convierten en una sociedad cada vez más deprimida y agotada. Y la esperanza es Momo, una niña que sabe escuchar, que disfruta pasando tiempo con sus amigos y elige la creatividad para sanar la enfermedad que nos asola, nos aísla y nos esclaviza.
Si os preocupa volver al trabajo cuando acabáis las vacaciones, recordad la gran lección de vida que nos dejaba uno de sus personajes, Beppo Barrendero: «—No hay que pensar nunca en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Solo hay que pensar en el siguiente paso, en la siguiente inspiración, en el siguiente barrido. Y una y otra vez, tan solo en lo siguiente».
No todo el mundo, de Marta Jiménez Serrano (Sexto piso)
No todo el mundo es una colección de catorce relatos donde Marta Jiménez Serrano nos habla de relaciones que nos son muy cercanas, con las que podemos sentirnos identificadas o ver en ellas a nuestras amigas, conocidos y, tal vez, a nuestra madre o abuela.
Estas historias sobre el amor contemporáneo ocurren en Madrid, una ciudad donde, por mucho que lo niegue Ayuso, te encuentras a tu ex una y otra vez, y en ellas no hay dramatismo, sino más bien la aceptación de que la forma de entender el amor ha cambiado, que las relaciones son más diversas y que no existen buenos ni malos de película mientras se respete la dignidad de todas las personas implicadas. Hay comportamiento reprochables, eso sí, que se pueden deber a la educación patriarcal, que pueden ocurrir por miedo, por falta de interés o por diferencias de clase y de edad, pero en la mayoría de los relatos lo único que ocurre es la vida, con todas sus luces y sus sombras. Eso sí, preparaos para que se os encoja un poquito el corazón con el relato «Filmin», una historia que nos recuerda que el amor es posible a todas las edades y nos reprocha que no veamos a las personas mayores, aún más si son mujeres y madres, como personas deseantes y que aman.
Días de fiesta, de Jo Ann Beard (Muñeca infinita)
Días de fiesta es también una recopilación de relatos, aunque en este libro Beard incluye dos ensayos ficcionados en los que nos da lecciones de escritura, tales como que a escribir se aprende leyendo o que para conseguir que una novela, un ensayo o un relato sea bueno debemos conseguir trascender de lo testimonial a lo universal. Y esto es algo que hace de forma magistral la autora, quien nos habla de hechos autobiográficos —difuminando siempre la barrera entre lo real y lo ficcionado avisándonos de que lo que cuenta es posible quizás, probable tal vez, que nunca sucediera— para hacernos reflexionar sobre temas como la familia, la pérdida, la destrucción o la muerte.
Porque eso sí, estos días de fiesta muy alegres no son, de hecho, sin tratarse de un libro de terror, lo cierto es que en sus páginas se encuentran todos los horrores cotidianos a los que nos enfrentamos por el hecho de estar vivos. También las alegrías, la amistad, el cariño y el humor que nos protege y nos salva incluso de las peores situaciones. Las desgracias, nos cuenta Beard, llegan sin avisar, pero no deberíamos preocuparnos demasiado por ello, porque llegados el momento todas somos más fuertes de lo que pensamos. Mientras, vivamos como si siempre fuera un día de fiesta, abracemos a quien queremos, juguemos con nuestro perro, tomemos una cerveza mirando las estrellas, leamos a Beard y disfrutemos de los pequeños placeres que dan sentido a esta absurda e insignificante existencia.
Orlando, de Virginia Woolf (Lumen)
Orlando es una hermosa carta de amor de Virginia Woolf a su amante Vita Sackville-West, pero de las que cuesta escribir, porque con ella dejas marchar a la persona amada. De ahí que Virginia, a veces, sea cruel con su personaje protagonista, al que ve como un ganso salvaje imposible de retener, aunque al final siempre se deje vencer por la admiración y el cariño. De hecho, aunque Orlando también se ha considerado una venganza por parte de Virginia en forma de libro, lo cierto es que la autora es más dura consigo misma —a la que vemos representada en la figura de una archiduquesa mayor, poco agraciada y molesta—, que con su virtuoso Orlando, portador de las mejores piernas de toda la región.
Más allá de la relación entre Orlando y Vita, lo más interesante de esta biografía ficticia, y algo que sorprendentemente sigue generando polémica hoy en día, es cómo trasgrede las barreras de género, en lo que se podría considerar una de las primeras obras queer de la historia. Y es que el protagonista, Orlando, un día se acuesta siendo hombre y después de dormir siete días, se despierta como mujer. Además, en su nuevo género sigue manteniendo relaciones sexuales con otras mujeres. Esto nos dice mucho sobre los avances sociales que se produjeron en los años 20 del siglo pasado y que fueron frenados por el avance del fascismo en Europa. Quizá, por ello, censurar una adaptación teatral de esta obra no tenga nada de anecdótico y sea un aviso que nos recuerde lo fácilmente que podemos perder nuestros derechos si permitimos que el conservadurismo y la intolerancia se impongan.
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