Laura Restrepo
o la indagación permanente
Por Juan Fernando Merino
La escritora colombiana Laura Restrepo (Bogotá, 1950), ganadora entre muchos otros galardones de los premios Sor Juana Inés de la Cruz en México y del Prix France Culture que concede la crítica francesa a la mejor novela extranjera, es sin duda una de las voces narrativas más importantes en el actual panorama de las letras latinoamericanas y una de las conciencias más lúcidas e informadas a la hora de examinar la encrucijada que atraviesa Colombia y el continente.
Después de estudiar Filosofía y Letras y de obtener un postgrado en Ciencias Políticas, Restrepo fue profesora en la Universidad Nacional de Colombia, periodista, editora de un semanario e integrante de la Comisión de Paz nombrada por el presidente Belisario Betancur, antes de volcarse con entusiasmo y pasión a la literatura, en cuyo ejercicio, por cierto, nunca ha dejado de lado su bagaje periodístico, su visión política y su conciencia crítica.
Después de estudiar Filosofía y Letras y de obtener un postgrado en Ciencias Políticas, Restrepo fue profesora en la Universidad Nacional de Colombia, periodista, editora de un semanario e integrante de la Comisión de Paz nombrada por el presidente Belisario Betancur, antes de volcarse con entusiasmo y pasión a la literatura, en cuyo ejercicio, por cierto, nunca ha dejado de lado su bagaje periodístico, su visión política y su conciencia crítica.
La autora, cuya novela más reciente, La multitud errante, acaba de aparecer en inglés bajo el título "The wandering crowd", visitó recientemente Nueva York para ofrecer una charla en Barnard College, ocasión que aprovechamos para conversar de nuevo con ella, indagar algunos momentos de su trayectoria y repasar brevemente sus principales obras.
Periodista, novelista, viajera, política... ¿Podríamos empezar por cualificar brevemente los términos para tener una mejor idea de quién es Laura Restrepo?
"Periodista... Sí, durante años lo ejercí en los medios y ahora lo sigo ejerciendo en mis novelas, porque lo que estoy escribiendo ahora es ficción pero se apoya en reportajes y en un tipo de trabajo similar: una primera etapa periodística y una segunda parte de elaboración literaria".
¿Escritora?
"Bueno, considero la ficción como una manera de complementar la realidad. Una primera aproximación a través de los hechos que recojo con el periodismo y una segunda versión ya complementada y pasada por la interioridad y la subjetividad, por los sueños, por los deseos, lo cual es la ficción".
¿Viajera?
"Por placer, por vocación... pero a veces también por obligación. A los colombianos a veces nos toca hacerlo forzosamente".
Y participante activa en la política colombiana...
"Fui miembro de la comisión de Paz, una comisión negociadora que por primera vez en Latinoamérica intentó una salida pacífica al conflicto armado entre las fuerzas insurgentes y el gobierno colombiano. Esto fue del 82 al 86. Y hablar de paz, hablar de salida negociada era algo prácticamente innombrable en América Latina. Un poco lo que está sucediendo ahora aquí. La negociación era un término sospechoso y entonces eso me significó el exilio, persecución política y otras cosas. Pero lo que yo siempre propugné fue una salida negociada al conflicto armado. Detesto las armas, de cualquier lado, vengan de donde vengan".
¿Una combatiente sólo con la palabra?
"No sólo con la palabra. También con la movilización, con la política. Me encantan la política como expresión de la conquista de un futuro y de una vida digna y mejor por parte de la gente, pero sí creo que tiene que ser por la vía democrática, por la vía política".
Rastreando un poco la historia familiar, encontré referencias a aquel abuelo autodidacta...
"Ah, sí. Se llamaba don Enrique Restrepo. No fue a colegio. Desde los 12, 13 años ya estaba ganándose la vida, y sosteniendo a sus hermanos, y aprendió inglés, francés, italiano, alemán, latín, griego... y tenía una biblioteca que cada día crecía... todavía se conserva en la casa de mi mamá, con tomos y tomos, por ejemplo de los metafísicos franceses... ¡Una cosa extraordinaria! No se imagina uno cómo era la mente de esta gente, esa avidez de conocimiento que los llevaba del analfabetismo a una compenetración grande con los idiomas, con la cultura universal. Un personaje apasionante: fue escritor, fotógrafo, hacía perfumes... Tenía una vocación de universalidad que estaba tan vigente en esa generación de los abuelos".
En muchos escritos tuyos he encontrado menciones de tu padre...
"Sí, era un personaje encantador, con una vitalidad muy grande, muy heterodoxo, muy desapegado a las instituciones, muy inclinado a vivir la vida con mucha libertad, pero siempre teniendo la familia como punto de referencia importante. Para él la felicidad estaba allí, en su mujer, en sus dos hijas... Tuve una infancia dichosa, conocí la felicidad durante la infancia."
En cambio pocas menciones de la madre...
"Éramos las tres tan fascinadas con mi padre... y él murió hace más de veinte años. Pero ahí está la presencia extraordinaria de mi madre, que me está acompañando aquí en Nueva York, que me ha acompañado en muchos de estos viajes que hay que hacer para esto de los libros. Los libros te llevan a muchos lados, y mi mamá me acompaña y es una viajera encantadora, muy vital, muy divertida. ¡No!, ¡qué tal yo viajando sin ella!
Y seguramente por la herencia paterna también una educación muy ecléctica...
"Sí, mucho, porque mi papá no creía en los colegios. Le parecía que era la mejor manera de hacer que los niños perdieran el tiempo... Además se movía mucho porque era comerciante, por muchos países. Y un hombre que creía mucho en lo de aprender por cuenta propia. Él también era un gran lector y nos hacía leer a mi hermana y a mí, nos llevaba a teatro, nos llevaba a conciertos, a conocer ruinas, ciudades, volcanes... Él creía mucho más en eso que en la rutina de un colegio y pienso que no le faltaba razón".
Otra experiencia importante debió ser la de profesora en un barrio humilde de Bogotá...
"Fue algo crucial. Entré muy jovencita a la universidad, a los quince años, precisamente por esto, porque terminé presentando todos los exámenes en el Ministerio. Y a los 16 era profesora de una escuela pública en Bogotá, una escuela para varones. Los alumnos eran por lo general mayores que yo, sabían mucho más, habían leído más, entonces yo corría a tomar mis clases en la Universidad y lo que me enseñaban allá volaba al colegio y lo repetía. Y si me preguntaban algo en el colegio, les decía 'mañana les digo' y entonces les preguntaba a mis profesores en la universidad. Lo que les dije a mis alumnos desde un principio fue: 'no sé tanto como ustedes' pero nos leímos un montón de libros y los discutimos. Ellos me enseñaron mucho a mí. Fueron unos años extraordinarios".
Y supongo que también fue importante el hecho de salir del propio entorno...
"En las ciudades nuestras, como es bien sabido, las diferencias entre ricos y pobres son insondables. Hay tal vez mayor cercanía entre Nueva York y París que en una misma ciudad entre los sectores ricos y los sectores pobres, algo que es casi imposible de atravesar. De modo que la posibilidad de trabajar tan joven en una escuela pública con muchachos de otra clase social era como descubrir un mundo, algo que en esa época me resultaba fascinante. Mucho más duro, más difícil, pero también más rico en contenido. El mundo que yo había vivido era el mundo de los afectos, el mundo de la felicidad y el de la cultura, pero ese de allá me parecía que de pronto sí era el mundo real".
Una experiencia que llevaste casi a un extremo durante el tiempo que viviste en las comunas de Medellín.
"Eso fue sólo un mes... De todos modos fue una ventana insospechada. La oportunidad de salir de tu propio terreno, decidirte a entrar en los terrenos de los demás... y no sólo en términos geográficos sino también en términos morales, políticos, en términos de entender por qué los demás hacen lo que hacen... tal vez el ejercicio mental más difícil que puede hacerse. Y el más apasionante".
Que ha influido, supongo, en tu rechazo a la injusticia, la explotación...
"Sí, claro; es que la experiencia de ver sufrir a la gente te marca para siempre. Y te hace consciente de que los países latinoamericanos tenemos que ponerle fin a la desigualdad en la cual vivimos. Y ahora también la desigualdad entre Norte y Sur, algo que no veo justificado".
Colombia sigue sumergida en una guerra intestina... como si no pudiera salir del pasado...
"Pero yo creo que la guerra en Colombia también tiene mucho que ver con el futuro. Nuestro país es escenario de guerras futuras. No sólo la nuestra. Muchas de las cosas que están pasando en nuestro país tienen que ver con nuestro atraso, pero también en gran parte con la globalización. Hay que tener en cuenta que todas estas guerras del narcotráfico están moviendo millones de dólares que no sólo están en Colombia sino también en los bancos suizos, en la economía norteamericana. Colombia es un escenario donde se está dirimiendo una batalla mundial. Desde luego es mucho lo que está en juego."
Abandonando el terreno político... o mejor, trasladándonos a la conjunción política, periodismo y literatura hablemos de tus obras. Empezando por la primera de largo aliento, Historia de un entusiasmo...
”Es una especie de crónica del primer intento de negociación como solución del conflicto armado que se daba en América Latina. Y que ocurrió en Colombia".
En tu primera novela, La isla de la pasión, permanece un elemento periodístico...
"Es una novela histórica. Unos capítulos que corresponden a la investigación propiamente dicha, bien en los archivos o personalmente, y otros capítulos que ya son de recreación literaria, o sea que ya empezaba a verse la mezcla que después retomaría en todas las novelas, de elementos ficticios y elementos reales, de literatura y de periodismo, como en un juego permanente con el lector, un juego del gato y el ratón, de tratar de discernir dónde termina la realidad y dónde empieza la ficción, que yo pienso que es un juego lícito y que además es divertido. Y que si el lector está dispuesto a jugarlo se presta para pasar un buen rato con un libro".
La investigación también está muy presente en Leopardo al sol. ¿Nos puedes contar un poco del génesis de esta obra?
Leopardo al sol, sobre los orígenes de la mafia en Colombia, es un tema que empecé a investigar inicialmente como reportera de televisión, después fue un artículo para una revista, a raíz de eso una programadora de televisión me llamó y me dijo que quería hacer una miniserie. Entonces empezamos a trabajar en los libretos, pero ya en ese punto, los personajes reales de quienes estaba contando la historia se negaron. Me mandaron decir que ellos no querían que sus historias aparecieran por televisión y que pondrían una bomba en la programadora. Y un abogado de ellos me dijo que televisión nada, porque sus mujeres y sus hijas veían televisión. Propuse entonces escribir una novela, y contestaron: "Sí, si es libro escriba lo que quiera que ellas no leen".
En la siguiente novela, Dulce Compañía, aunque la protagonista es una periodista, ya no está comprometida con la investigación política, sino con algo mucho más íntimo.
"Sí, claro, es más interior, de todas maneras se mantiene esa forma de ficción de una narradora que es periodista. En mis libros siempre hay una figura que es periodista o que investiga por alguna razón. El elemento común es una persona que llega a un lugar sin saber cómo son las características y que empieza a preguntar. Siempre hay alguien que empieza a indagar. En Dulce compañía se hace la misma investigación pero es la historia de una periodista que ha llegado a los 40 al margen de la fe religiosa y que tiene un reencuentro con esa fe de su infancia cuando la mandan a un barrio a investigar la aparición de un ángel".
En la novela siguiente, La novia oscura, se mezcla la parte de la intimidad de las personas con la parte política, económica...
"En esta novela yo quería que la investigación se diera desde la intimidad de la alcoba y por eso también era interesante unas protagonistas como las prostitutas que tienen una relación tan particular con sus propias almas y sus propios cuerpos. Está ese elemento, está la investigación del mundo del petróleo, de la explotación de las compañías extranjeras, los particulares códigos de la relación entre hombre y mujer que pasa por lados muy distintos a los que la moral ha decidido. Y la dimensión política de todo esto, que es la lucha antiimperialista en los países nuestros en los años 40 y 50, vinculado con la situación política actual. Yo quería ir desde lo más íntimo de la alcoba hasta una especia de visión panorámica".
La novela más reciente, La multitud errante, retoma otro de nuestros grandes dramas....
"Es una novela corta sobre el desplazamiento. En Colombia hoy en día tenemos internamente más de dos millones de desplazados huyendo de un lugar a otro, tratando de encontrar un lugar dónde asentar la vida. Y ese, yo creo, es el gran drama del mundo contemporáneo... las hordas que andan buscando la tierra prometida. Es también una historia de amor, un hombre que anda buscando a una mujer que se ha refundido en el tráfago de la guerra y como trasfondo, todo el drama humano del desplazamiento".
¿Qué ocupa ahora tu escritorio?
"Estaba en Madrid hasta hace un par de días, y fui testigo, participé en movilizaciones enormes en contra de la invasión y la ocupación de Irak. En este momento, contemplando lo que el gobierno de este país está haciendo, en Irak, aquí, en muchas partes, no logro concentrarme en la escritura. Es muy difícil escribir en medio de la barbarie".
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