Paul Brito
Radio Tiempo
Hubo un tiempo en que mi madre se encerraba todas las tardes a escuchar Radio Tiempo. Siempre me gustó el nombre de esa emisora; nada como el ritmo lento de las baladas para aludir a la naturaleza del tiempo, sus pausas hondas, su pegajosa morosidad, su gradual acumulación. La cuestión es que mi madre se encerraba en un cuarto a mecerse y tararear las canciones de Paloma San Basilio, Rocío Dúrcal y Ana Gabriel, luego de trabajar toda la mañana como profesora.
En esa época mi padre estaba viviendo en España, pero por momentos a mi madre no parecía entusiasmarle mucho su regreso. Y yo me preguntaba entonces en quién pensaría cuando escuchaba esas canciones de amor: ¿en un viejo recuerdo de papá cuando aún estaban enamorados o en otro hombre que conoció antes, en un amor imposible tal vez? Quizá simplemente le gustaba la cadencia de aquellas canciones, porque le ayudaban a relajarse y olvidar por un rato los problemas de la casa y la bulla de los niños en el colegio.
Pero yo sentía que a mi madre se le iba el tiempo en ese cuarto, en esa casa, añorando otra vida, otro mundo, otro tiempo; y a mí se me iba un poco también oyendo su voz alargarse como un lamento, adelgazarse como un suspiro, igual que se alarga y adelgaza este mismo recuerdo.
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