Fotografía de Vivian Maier |
Vivian Maier, la gran historia de la niñera fotógrafa
La sala Kutxa Kultur de Tabakalera acoge 135 fotografías, 33 de ellas inéditas en España, de la artista con una historia singular que conoció la fama de manera póstuma.
Mery Cuesta
22 de julio de 2019
La historia de la niñera fotógrafa Vivian Maier es uno de los fenómenos en el mundo del arte más llamativos de los últimos tiempos. La sala Kutxa Kultur de Artegunea ofrece una completa muestra sobre este boom mediático titulada con acierto La fotógrafa revelada. Y es que el caso de Maier encarna a la perfección una operación característica de la atmósfera cultural de la contemporaneidad que es el Descubrimiento, es decir, la reivindicación a toro pasado de un artista que en su periodo más intenso de actividad pasó completamente desapercibido.
Este relato suele tener tres tiempos: la anonimidad, el descubrimiento y el fenómeno mediático al fin. Veamos cómo se produce esta cadena de transmisión en el caso paradigmático de Vivian Maier.
Se sabe que Maier nace en 1926 en Nueva York aunque vivirá en Francia el primer periodo de su vida. Con 25 años, en 1951, vuelve a Estados Unidos y comienza a trabajar de cuidadora y niñera para familias de clase media-alta. Maier, según pintan testimonios sueltos, vivía sumida en un mutismo total. Era reservada y hermética. No se le conocían familia ni amigos. Su cerrazón se combinaba con una pulsión por acumular todo tipo de objetos y pilas enormes de periódicos. Con el mismo ahínco con que mantenía en secreto cualquier dato sobre su vida, ocultaba su pasión por la fotografía. Porque Vivian Maier llevaba una cámara colgada al cuello siempre que no estaba en desempeño de su trabajo como niñera, y a veces hasta estando con los niños.
Lo importante en la obra de Maier es su obsesión por fotografiar. Salía a dar largos paseos y retrataba viandantes, objetos, edificios, calles, un detalle, una actitud... la cotidianeidad al por menor. Su especialidad eran los retratos de mujeres, ancianos o indigentes seguramente como gesto de identificación: Vivian Maier era personal de servicio en la sociedad americana clasista de los 50 en EEUU y, como los rostros que tenía preferencia por retratar, pertenecía a un colectivo sometido por las clases acomodadas.
Algunas de sus imágenes más conocidas son los autorretratos que realizaba reflejada en escaparates y superficies reflectantes con los que se topaba en la calle. A lo largo de su vida hizo más de 150.000 fotografías que mantuvo en completo secreto. Hacia 2008, Maier comenzaría a demostrar ciertos brotes de demencia y acabará muriendo casi en la indigencia en un psiquiátrico con 83 años.
Y llegó el Descubrimiento... y su descubridor. Si conocemos todos estos pormenores de una mujer que siempre quiso ocultar su identidad, es debido al documental Finding Vivian Maier dirigido en 2013 por John Maloof. Este joven director es también el descubridor de Maier. En su documental, Maloof explica en primera persona cómo en 2007 compró en una subasta en Chicago en plan a granel un lote de fotos antiguas: el paquete contenía, entre otros materiales, 120.000 negativos sin revelar de Vivian Maier. Maloof revela y comparte estas imágenes en un blog y muy pronto empiezan a gozar de una calurosa acogida.
Consciente de haber rescatado un tesoro de la basura, el joven se dedica en cuerpo y alma a la recuperación y protección del archivo de Vivian Maier, volviéndose una especie de depositario de su obra. El documental Finding Vivian Maier, nominado a los Oscar en 2015, se hace eco de todo el proceso. Comienza así para Vivian Maier una gira internacional post-mortem, un boom de aceptación que coloca su nombre en el podio de los fotógrafos de calle más relevantes del siglo XX. Aunque donde se coloca Maier principalmente es en los corazones de la gente. No hay nada como un buena historia que combine secreto, fortaleza y final dramático (la fórmula de la heroicidad) para pulsar las fibras más sensibles, y el documental se emplea bien en ello enfatizando en todo momento la faceta más emotiva del descubrimiento de Maier. Pero la rosa tiene espinas. Y una de ellas tiene que ver con la vulneración del anonimato que la autora deseaba.
El propio documental hace hincapié en todos los esfuerzos que Vivian hizo por ocultar su obra. Quienes la conocieron aseguran que Maier hubiera odiado su fama estelar. Es cierto que sin el descubrimiento nunca hubiéramos conocido su obra, pero es éticamente complejo tomar la decisión de destapar el trabajo de un autor fallecido que no deseaba exhibirlo y cocinar un relato emocional con vocación de masas. Y obtener - de paso - buenos dividendos.
Si el Descubrimiento es hoy una operación vigente en la cultura contemporánea, tiene que ver con la necesidad de respaldar con relatos emotivos ciertas figuras y expresiones artísticas, con el afán de dotarlas de un storytelling que las haga irresistibles como producto. A la hora de enfrentarnos a Vivian Maier, propongo dejar de lado al descubridor y a su documental y centrarnos en lo que nos interesa: un trabajo formidable que es pura antropología de lo popular disparada desde la liminalidad, una obra que brilla con luz propia y de la que podemos hoy gozar - ¡oh paradoja! - gracias a su descubrimiento.
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