Una dominatriz llamada Nancy Sinatra
La nueva recopilación, ‘Start Walkin’ 1965-1976’, resume la etapa álgida de la hija mayor de Frank Sinatra
Diego A. Manrique
28 de marzo de 2021
Uno de los misterios del pop es su ignorancia del concepto de la inmaculada concepción: puede generar obras magistrales a partir de ingredientes espurios, sin alegar coartadas de autenticidad o una secreta voluntad creativa. Pienso en la discografía de Nancy Sinatra (Nueva Jersey, 80 años), ahora condensada por el sello Light in the Attic en la primorosa colección Start Walkin’ 1965-1976.
Nancy Sinatra pertenecía a esa categoría odiosa, los hijos de famosos que entran en el negocio familiar. Debutó en Reprise Records, el sello paterno. Ninguna sorpresa: Reprise era entonces sinónimo de nepotismo. Durante cuatro años, lanzó discos que olían a confusión e, incluso, a desesperación (alguna versión del cancionero de Frankie).
Hasta que encontró la horma de su zapato. Lee Hazlewood era un buscavidas de Oklahoma que llegó a California avalado por sus éxitos con Duane Eddy, el de la guitarra profunda. Según la leyenda, fue el Viejo Ojos Azules quien le rogó que hiciera algo por la carrera de su hija mayor. En realidad, la idea partió del cazatalentos Jimmy Bowen, aunque Sinatra vigiló de cerca el primer encuentro entre Nancy y Lee. La jugada del recién llegado consistió en sexualizar a Nancy, pero con un matiz diferenciador: en These Boots Are Made for Walkin’ la convirtió en una dominatrix, dispuesta a machacar con sus botas al compañero infiel. Frank no se molestó por esa audacia: dos años después, escenificaría con su hija Somethin’ Stupid, con ecos incestuosos. Primera regla del show business: no se discute con el éxito.
Conviene advertir que aquí no se incluye Somethin’ Stupid. Start walkin’ 1965-1976 es una antología con agenda propia, que potencia la figura de Lee Hazlewood como compositor, productor y (en muchos temas) pareja en duetos. La Nancy Sinatra resultante es una mujer aventurera, independiente, lánguidamente dispuesta al erotismo. También experimentada en viajes químicos, sugeridos en Sugar Town o Some Velvet Morning. ¿Se enteró papá Frank de que cantaba a las drogas? Daba lo mismo: recuerden la primera regla del showbiz.
Start Walkin’ 1965-1976 junta, en vinilo o en CD, 23 canciones, apoyadas por fabulosas fotos y textos. Retrata una evolución: de las aparatosas orquestaciones que requería Hazlewood a arreglos más ascéticos, como la colaboración con Ry Cooder en Hook and Ladder. Y la deriva de Nancy hacía el country, ya sugerida en su versión de Jackson, éxito de Johnny Cash y June Carter.
En realidad, Nancy volaba a ciegas. En todo: aunque ahora asegura que estaba contra la guerra de Vietnam, acudía allí a entretener a las tropas. Como artista de radiofórmula, no funcionaba en términos de elepés: generalmente, entraba al estudio para grabar singles de dos canciones, que resolvía en sesiones de tres horas con los instrumentistas del Wrecking Crew. Se quedó perdida cuando, sin avisar, Hazlewood se exilió en Suecia. Lee lo vendió como gesto de oposición a la intervención en Vietnam, cuando –cuenta Nancy- esencialmente huía de los inspectores de Hacienda. Esas cosas ocurren: ella estaba cómoda entre la aristocracia de Hollywood mientras él, vaya, seguía siendo un pícaro.
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